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Poner el pie sobre la Luna es el sueño de conquista que ha perseguido la raza humana desde que se levantó la vista hacia el cielo y se posaron el primer par de ojos sobre su blanca superficie. Al margen de los esfuerzos tecnológicos y ... científicos que culminaran en aquel hito histórico de hace medio siglo, la cultura y las ficciones han querido a su vez aportar sus particulares granitos de arena a tamaña hazaña, muchas veces asumiéndolo desde la óptica fantasiosa y con el mensaje implícito de que no sería posible, y otras tratando de aportar un discurso lo suficientemente sólido como para que la llegada fuera, como la Historia demostraría a posteriori, mucho más que una posibilidad.
De aquella primera categoría bien merece ocupar el primer puesto (consignado) en el canon literario occidental la obra 'Orlando furioso', de Ludovico Ariosto, cuando el duque Astolfo viaja hasta la Luna, el lugar donde «se encuentra todo lo que se ha perdido en la Tierra, incluida la cordura de Orlando», que el caballero viaja a rescatar en el carro de Elías. Fuera de este poema épico se encuentra la deliciosa crónica que escribiera en el siglo II d. C. Luciano de Samosata, que viaja en un barco hasta la Luna (gracias a la inestimable ayuda de un tifón), asiste a la guerra de selenitas contra heliotas (habitantes del Sol) y todo tipo de criaturas e ingenios fantásticos. Su aguda crítica social no le hizo resistir la tentación de regresar en otro cuento de corte más político, 'Icaromenipo'.
Volviendo a la narrativa más seria, si bien lo habitual que cabe pensar con respecto a la Luna es que se encuentren literatos con esfuerzos por parecer científicos, existe también el caso de astrónomos y matemáticos con vocación narrativa: fue el caso de Johannes Kepler, cuyo 'Somnium' aún hoy es reivindicado por grandes como Sagan o Asimov en lo que no vacilan en denominar «una de las primeras obras de ciencia ficción escritas». Otros grandes nombres que se han avenido a crear personajes que pusieran su pie en la Luna fueron Cyrano de Bergerac ('Viaje a la Luna'), Daniel Defoe ('El consolidador'), Washington Irving ('La conquista de la Luna') o Rudolf Erich Raspe, cuya recopilación de historias sobre el barón de Münchhausen necesitaba pasar por una incursión al satélite.
También Edgar Allan Poe se vio seducido por las posibilidades en 'La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall', mientras que otro Hans, Christian Andersen, arrimaba a su filón de los cuentos de hadas la sardina de la Luna en 'Los chanclos de la suerte'. Con justicia ha sido Julio Verne, por su díptico 'De la Tierra a la Luna' y 'Alrededor de la Luna', el más vinculado a esta clase de historias, por su particular gusto por el detalle (muchas veces en detrimento de la misma acción) y que ensombrece a otras propuestas posteriores pese a venir firmadas por otros incontestables de la literatura fantástica, como H. G. Wells ('Los primeros hombres en la Luna'), C. S. Lewis ('Esa horrible fortaleza') o J. R. R. Tolkien ('Roverandom').
En el siglo XX resultaba inevitable que el ya consolidado género de la ciencia ficción acogiera expediciones más o menos fantásticas a la Luna. Asimov le dio cabida en su cuento 'Tendencias' y en la novela 'Los propios dioses', mientras que Arthur C. Clarke la abordó más o menos tangencialmente en 'Preludio al espacio', 'Claro de Tierra', 'Naufragio en el mar selenita', 'Cita con Rama' o '2001: Odisea en el espacio'. Ursula K. Le Guin le reservó un hueco en su vasta bibliografía con 'La rueda celeste' y Dan Simmons le dedica ciertos guiños en su saga 'Hiperión'. Pero nadie tan prolífico como Robert A. Heinlein, con más de trece novelas y cuentos escritos sobre la Luna, juveniles y adultas, con el premio Hugo 'La Luna es una cruel amante', 'El gato que atraviesa las paredes' y 'Rocket Ship Galileo' a la cabeza de las referenciables.
En España, algunos intelectuales del clero trataron de alcanzar también la Luna, como el humanista renacentista Juan Maldonado en 'Somnium'. Incluso en el Nuevo Mundo hubo alguna tentativa: el franciscano mexicano del XVIII Manuel Antonio de Rivas, que inspirado por Samosata escribió las 'Sizigias y cuadraturas lunares', obra que le valió no pocos problemas con sus compañeros de oración y con los inquisidores.
El cine también ha dedicado incontables trayectos a la Luna, previos y posteriores a la hazaña de Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins; el primero, y bien célebre, la vaga adaptación verniana del 'Viaje a la Luna' de Méliès, con la icónica escena del cohete en el ojo del satélite y con la que ni siquiera rivaliza Fritz Lang, que propuso tiempo después una sólida pero a todas luces ensombrecida película en 'La mujer en la Luna', otro clásico mudo sobre las posibilidades de este viaje.
'La vida futura' de Cameron Menzies seguiría esta estela de especulación en los años treinta, y de manera significativa, desde que tuviera lugar el alunizaje, la gran factoría de cine de Hollywood jamás se volvió a tomar en serio la llegada del hombre a la Luna (con contadísimas excepciones), y siguió prefiriendo mostrar su lado más fantástico, a través de amenazas galácticas y superhéroes nacidos del mundo del cómic, cuando no directamente su faceta más paródica. Así, 'Superman II' y 'Superman IV' reservan escenas de acción para la Luna, mientras que las comedias 'Aterriza como puedas II', 'Austin Powers II' o 'El profesor chiflado II' desarrollan algún sketch aislado o más relevante sobre la superficie lunar. Ni siquiera James Bond supo tomársela en serio en 'Moonraker', una de las entregas más autoparódicas de la saga de 007.
Con alguna otra comedia más suave, como 'Space Cowboys', o de culto, como la 'Guía del Autoestopista Galáctico' (basada en la saga de novelas de Douglas Adams), la Luna encuentra su cara más oscura en el claustrofóbico thriller psicológico 'Moon', con un Sam Rockwell en estado de gracia. Los dibujos animados también viajaron a la Luna en películas como 'Wall-E', 'Space Jam' (mezclada con personajes reales como el jugador de baloncesto Michael Jordan o el actor Bill Murray) o 'Titan A. E.', además de las series 'Neon Génesis: Evangelion' o 'Futurama', entre muchas otras.
Hoy la Luna se mueve en un terreno pantanoso entre la acción pura (con obras como 'Oblivion', 'Transformers: el lado oscuro de la Luna' o 'Independence Day 2') y ciertas películas con un toque de comedia, como'Men In Black 3' o 'Iron Sky', en la que los nazis aguardan en una base secreta lunar su regreso al poder en pleno siglo XXI. La franquicia de 'Star Trek' fue, en el terreno de las series, la líder indiscutible de las ficciones en torno a la Luna, que desempeña papeles de relevancia en sus tres generaciones: la saga 'Enterprise', 'La Nueva Generación' y 'Espacio Profundo Nueve'.
El propio paseo lunar de Armstrong y su equipo apenas ha despertado el interés de las miniseries de rigor para consumo televisivo o algún guiño inspiracional cuando la película lo ha necesitado, como sucediera en la pertinente 'Apolo 13'. Únicamente ahora, hace apenas un año, se ha optado por una superproducción biográfica en torno a la figura de Armstrong; 'First Man', dirigida por Damien Chazelle y protagonizada por Ryan Gosling. La película, con todo, al margen de su impecable factura estética y su conseguida música (mérito del colaborador habitual del director, Justin Hurwitz), se acerca más a los tics propios del cineasta responsable de 'Whiplash' y 'Lalaland' que del personaje reflejado, al volver a vertebrar un largometraje en torno a una persona cegada por su talento profesional que descuida un tanto su lado más humano.
La historia de la música también se ha nutrido de este episodio histórico: el legado de la previa 'Fly me to the Moon' de Frank Sinatra la convierte en la más adecuada para este viaje, como escogieran los tripulantes del Apolo. Con todo, coincidiendo con el alunizaje se encuentra la mucho más moderna (en todos los sentidos) 'Space Oddity' de David Bowie, no solo uno de los temas más aplaudidos en la carrera de un camaleónico artista, también una de las aproximaciones más conseguidas a la extrañeza y soledad que, imaginamos, se debe sentir en el espacio, disputada tal vez por el 'Dark side of the moon' de Pink Floyd o la más melódica 'Rocket Man', de Elton John. Aunque ninguna tan visual como ese 'Moonwalk' que popularizara Michael Jackson en su más icónico baile, que ligó indefectiblemente a la Luna y a los movimientos de un artista sin igual.
Para finalizar, la teoría de la conspiración que niega que todo esto sucediera realmente, también se trata de colar, de una y otra manera, en el imaginario cultural y colectivo reciente. Y nadie más que el cine ha querido dar pábulo a esta clase de historia, por su riqueza narrativa y sus posibilidades argumentales, como demuestran aproximaciones de la talla de 'Los diamantes son para siempre' (de nuevo James Bond), 'Capricornio uno', 'Interstellar' o el falso documental 'Operación Luna', que imagina un encargo del gobierno de los Estados Unidos al mismísimo Stanley Kubrick, para un trabajo que contó con las intervenciones de su viuda y su cuñado, de políticos como Henry Kissinger o Donald Rumsfeld, e incluso, del propio Buzz Aldrin.
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