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El éxito arrollador de 'La sociedad de la nieve', de Juan Antonio Bayona, con trece candidaturas a los Premios Goya –entre ellas la de Mejor dirección y Mejor película–, avala una vez más las óptimas condiciones narrativas de esta historia de supervivencia, constancia, ... comunidad y espiritualidad, basada en la tragedia de 1972, cuando el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en dirección a Chile se estrelló en el corazón de los Andes con un equipo de rugby a bordo. Solo 29 de sus 45 pasajeros sobrevivieron al accidente y lo hicieron en condiciones extremas. A la prensa trascendió el hecho de la ingesta de carácter antropófago a la que tuvieron que recurrir para poder sobrevivir, un terrible documento que a dos productores les llamó poderosamente la atención.
'Supervivientes de los Andes' (1976), de René Cardona, es la primera visión cinematográfica de la tragedia del avión, basada a su vez en el libro de Clay Blay Jr.. El mexicano Rene Cardona Jr. dirigió esta dramatización de los hechos ambientada en la cordillera de los Andes, sirviéndose precisamente del eco mediático. Sin duda es la versión más amarillista del caso, cuya producción corrió a cargo del estadounidense Allan Carr y el australino Robert Stigwoo, expertos en producir musicales en Broadway y en películas pop, respectivamente, quienes no se involucraron excesivamente en la película, una cinta que fue, por otra parte, un bombazo de taquilla ya que los dos habilidosos coproductores compraron los derechos de exhibición para todos los países angloparlantes. Con un presupuesto bastante escaso para las dimensiones del plan, el filme requirió toneladas de 'nieve' en estudio y de millones de dólares para filmar después en algunos escenarios reales al natural. Cardona hizo milagros y abrió por primera vez el debate de la alimentación a base de la proteína proveniente de la carne humana de los finados, que ya por entonces diferenciaba entre antropofagia y canibalismo, que es la palabra que usaron los productores y que hoy se consideraría incorrecta. La película fue censurada en Italia el 21 de agosto de 1976.
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'¡Viven!' (1993) de Frank Marshall fue la gran superproducción hollywoodense. Con un guion escrito a partir del libro de Piers Paul Read y la asesoría técnica del superviviente Nano Parrado al que da vida Ethan Hawke, el filme de Marshall tenía todas las bazas para conquistar la taquilla. El libro original de Read había sido un éxito de ventas, pero fue muy criticado por trasladar directamente al papel los detalles más escabrosos, lo que llevó incluso a la revista satírica británica Private Eye a referirse al libro como «puro porno rojo». El primer guion para esta historia estuvo dando vueltas en Hollywood desde 1981. La temática del canibalismo y la adaptación mexicana de 'Supervivientes de los Andes' (1976) fueron los dos factores principales que lo mantuvieron fuera de la pantalla hasta 1993. La localización principal de la película fue la ciudad de esquí de Panorama, en las inaccesibles Montañas rocosas canadienses. Y para llevar a los 150 miembros del reparto y del equipo al lugar cada mañana se necesitó una flota de cinco helicópteros. Además, fue filmada en formato de plano secuencia, una práctica inusual para una película de este tamaño.
'¡Viven!' fue, de hecho, la primera coproducción de Paramount Pictures y Touchstone Pictures, que colaboraron después en cinco películas más en la década de 1990. Los realizadores esperaban que la película recibiera una categoría PG-13, con algunos materiales que podrían pueden ser inapropiados para niños menores de 13 años y la advertencia de que los padres deben ser cautelosos y la posibilidad de ofrecer contenido inapropiado para pre-adolescentes, pero la junta de clasificación le dio a la película una R, con la advertencia de que personas menores de 17 años requerirían de acompañamiento de un adulto porque contenía, a juicio del calificador, algunos materiales para adultos. Los padres se debían informar, pues, sobre la película antes de llevar a sus hijos a verla, ya que consideraron que la escena del accidente era demasiado intensa para una calificación más suave.
Como anécdota, el director Frank Marshall estaba hablando de la película por el teléfono de su coche cuando precisamente lo embistió un camión con una pegatina en el parachoques que decía 'Los jugadores de rugby se comen a sus muertos'. Sin embargo, Marshall decidió hacer la película, a pesar de esta premonición: «Debemos aceptar este tipo de cosas», declaró a la prensa. El testimonio inicial y final narrado por John Malkovich (interpretando a un Carlitos Páez ya mayor) fue escrito por el verdadero Páez para la película. Y para la escena crítica en la que se toma la fatídica decisión de comerse a los muertos, todos los actores involucrados ayunaron durante dos días para tener un nivel de comprensión de lo que debieron haber sentido los verdaderos supervivientes. La secuencia del accidente tardó nueve días en filmarse y, como el set estaba montado sobre un enorme mecanismo giratorio, la mayoría del elenco tuvo que tomar pastillas para el mareo mientras era sacudido violentamente.
El impacto fue tal y la controversia tan agitada, que para encontrar un tercer título tenemos que irnos ya al siglo XXI. Se trata de 'Náufragos: Vengo de un avión que cayó en las montañas' (2007), de Gonzalo Arijon, una coproducción entre Uruguay, España, Estados Unidos, Argentina y Francia quees precisamente la que da con la clave argumental que utilizará después Bayona y que nace de los testimonios de los supervivientes: en la montaña nació, en aquella comunidad que trataba de mantener la serenidad, a pesar de las muertes de sus compañeros, una nueva forma de sociedad en la que no había líderes, sino una sucesión gradual de personalidades que se establecía a medida que las dificultades se iban presentando, muy en la línea de la magistral El vuelo del Fénix (1965), con James Stewart, Richard Attenborough y Peter Finch repartiéndose precisamente ese liderazgo según sus habilidades.
El uruguayo Arijon, amigo de la infancia de varios de los protagonistas del desgraciado accidente, fue el primer director que consiguió que diesen testimonio ante una cámara treinta y cinco años después del infierno blanco de aquellos inciertos setenta y dos días en la montaña. El director de fotografía César Charlone, también natural de Montevideo, había compartido incluso pupitre universitario con los deportistas. De hecho, Charlone iba a viajar en vuelo mortal, pero no llegó a tiempo al aeropuerto de Montevideo, ya que viajaba desde Brasil. Además, esta película añade el valor del viaje que algunos de los supervivientes junto a sus familiares llevaron a efecto al lugar de los hechos, tras vencer una natural resistencia inicial: en ese recorrido, Arijon consigue que emerja la explicación del milagro, un relato que ha permanecido hasta ahora. La fuerza de voluntad y el halo místico que se fue apoderando de los pasajeros a lo largo de los días, unidos a su inquebrantable fe, les llevaron a volver sanos y salvos a la civilización. Carlos Páez, uno de los supervivientes, en una conferencia que dio en Chile en 2008 a propósito del estreno de la película, ante el sensacionalismo de la prensa de 1972 sobre el dilema de comer o no la carne humana de sus compañeros muertos después del décimo día de inanición, aseguró: «Ahora no lo haría después de tantos días, lo habría hecho mucho antes».
Por último, y muy cercano a la producción de Bayona, destacamos 'La tragedia de los Andes' (2022) de Chris McNaughton, un interesante documental que revela algunos aspectos que aún permanecían inéditos. De hecho, la película, de carácter documental, activó una investigación para regresar al lugar del accidente con un superviviente, Eduardo Strauch, que encontró e identificó algunos de los restos de la fatídica experiencia y que ejerce de narrador ofreciendo las principales claves de la supervivencia ya anticipados por Arijon, pero con un matiz: durante esos más de dos meses de sufrimiento bajo cero, el amor a sus familias, que imaginaban con qué angustia los estarían esperando en Montevideo, y el poder de la mente humana, los condujeron a una resistencia que aún hoy algunos médicos no dudan en calificar de milagro.
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