Amaya Villar Navascués, directora de cine
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Amaya Villar Navascués, directora de cine
«Verme como un personaje me ayuda a ser más amable conmigo misma»Si en 'El show de Truman' (1998, Peter Weir) la percepción de que nuestra vida y nuestra intimidad estuviesen continuamente escrutadas bajo el ojo de la cámara eran poco menos que preocupantes, la era digital y las redes sociales han cambiado diametralmente esa relación entre ... vivir, y recoger, nuestro día a día. Bajo esta premisa, construir una película documental autobiográfica como 'Contigo, contigo y sin mí', supone un desafío a nivel narrativo. Y, sin embargo, Amaya Villar Navascués consigue vertebrar, a partir del relato de sus experiencias amorosas pasadas a los hijos que desea pero aún no ha tenido, un manifiesto sobre la importancia de reconocer los errores del pasado, la culpa en las mujeres y la importancia de quererse una misma.
«Este es un ensayo sobre el amor, las relaciones y sobre dejar de ser cuando estás en pareja», explica Villar. La realizadora presentó este martes la película en los cines Casablanca, como arranque de un ciclo que la sala de Valladolid planea para las próximas semanas, de cara a la futura XXXVIII edición de los premios Goya que se celebrará en esta ciudad. El filme comprende veinte años de su vida, desde los 18 hasta los 38, en un documental que habla de amor, sí, pero también de empatía, de revivir el pasado, de las células espejo, de las rupturas y del reloj biológico de las mujeres.
«Empecé a grabar para sobrescribir el pasado», apuntó Villar en el coloquio. La directora pasa revista a las cuatro relaciones más significativas de su vida, y de cómo una infidelidad marcada por la culpa le hizo querer recorrer un camino de expiación y de (auto)perdón ante aquella decepción hacia sí misma.
Su tratamiento como montadora, guionista y realizadora le ha permitido tratar a su protagonista, ella misma, con la distancia suficiente para alcanzar esa expiación: «Verme como un personaje me ayuda a ser más amable conmigo misma», aseveró. «Me prometí grabar la vida para que permanezca, del mismo modo que mi madre dibuja sus cuadros, y revisitar el material de horas y horas recopilado a lo largo de aquellos años fue lo que me ha ayudado a darle un sentido global a todo».
Con Héctor, su primer novio, comienza todo: «Salir en sus vídeos fue lo que me hizo comenzar a aprender a grabar la vida», rememora Villar. Un lustro después de aquel amor inicial, su segunda relación y la más larga hasta la fecha de toda su vida le propició grabar, en la distancia, un videodiario con pequeñas reflexiones diarias, 207, a aquella pareja mientras se mantenían separados por una estancia estudiantil de ella: «He tardado más de ocho años en poder volver a aquel videodiario», explica. La infidelidad que eventualmente trunca esa relación añade un nuevo sentido a su búsqueda en la vida, pero también a esa relación con la cámara que hoy cristaliza en un documental nominado a los Goya.
«Quería tapar con otras imágenes aquella decepción en mí misma, no haber podido cumplir hacia Carlos aquello que yo le había prometido», expone la cineasta. Con el arranque de una carta a sus hijos aún no nacidos, Yara y Luca, Villar corona su documental con las reflexiones de sus últimos intentos de una vida en pareja, Camilo y Joao.
En su montaje, más allá de la recogida de aquellos vídeos biográficos, también se entremezclan ardides de animación con imagen real (con efectos dramáticos y para cubrir los rostros de quienes han preferido mantener su anonimato), trucos de color y efectos variopintos de montaje que van desde un empleo astuto de los temas musicales hasta virguerías cercanas al mundo de los ordenadores y los videojuegos. Asimismo, se entremezclan reflexiones de literatura, filosofía y neurociencia, con citas de Simone de Beauvoir o Emily Dickinson, entre otras grandes mentes de la Historia.
«Ha sido una suerte de terapia, algo que en psicología clínica también se llama 'narrativa personal', donde puede que nos hayamos mentido en muchas cosas pero al final toca reivindicar que nos equivocamos y que el camino pasa por aceptarse y quererse a una misma en primer lugar». En 'Contigo, contigo y sin mí' Amaya Villar no esconde sus contradicciones, que cabalgan entre un feminismo entusiasta y una suerte de romanticismo ilusorio, y concluye con una reflexión sobre el deseo de desdoblarse en vidas donde nadie hubiera sufrido, y en la que a la vez termina por encontrar, paradójicamente, una quinta posibilidad para ser feliz ella bajo sus propios términos, mientras expone a cada vez más espectadores quién es, y quién ha sido, a lo largo de su vida.
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