![«Valladolid tiene base de sobra para ser designada Ciudad del Cine»](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201910/27/media/cortadas/carmeloromero-kw1C-U90518492311NyH-624x385@El%20Norte.jpg)
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Carmelo Romero, pese a no ser vallisoletano, es un hombre muy ligado al surgimiento de las primeras iniciativas culturales de Valladolid, en los años 60 y 70, y también estrechamente unido a la Semana Internacional de Cine, festival con el que colaboró muchos años ... antes de dirigirlo en dos ediciones. Estos días ha vuelto a la ciudad–«sobre todo para reencontrarme con viejos amigos»– y ha aprovechado para conversar con El Norte sobre la candidatura al título de Ciudad Creativa de Cine, que ha apoyado sin vacilación. «Mimbres hay de sobra después de 64 años de actividad ininterrumpida de la Semana de Cine y de 57 años de enseñanzas impartidas en la Cátedra de Cine».
Romero considera útiles reconocimientos como el que busca el Ayuntamiento de Valladolid, que ha pasado la primera fase de corte en la Unesco. «Vivimos en una época en la que es necesario generar estímulos que llamen la atención sobre lo que haces y que te sitúen en el mapa. Pero tiene que haber una base sólida detrás y Valladolid la tiene. Que la gente llenara el jueves el Calderón para ver una película rusa muda tan extraña como 'Mi abuela' es muy difícil si no existe un trabajo formativo previo».
Un trabajo que el propio Romero inició en los años setenta, desde su puesto en la Delegación de Información y Turismo, a las órdenes del recordado Antolín de Santiago. «Me ha agradado ver las jornadas organizadas estos días para acercar el cine a la enseñanza, pero no he podido evitar pensar que eso ya lo hicimos nosotros». En el año 1971 Romero montó la primera campaña de iniciación al cine, teatro y música para colegios. Para la parte del cine contrató a Cándido, que se convirtió en un hombre esencial en esas labores pedagógicas, luego continuadas por su cuenta en los colegios y en la Cátedra de Cine. «Cándido sabía explicar muy bien todas las cuestiones del lenguaje cinematográfico y despertar interés en el arte del cine. Incluso publicamos un libro de iniciación que tuvo éxito y que se agotó».
Pero el exdirector del festival cree que, aunque es importante contar con una basa de partida cierta, con un caldo de cultivo de espectadores exigentes muy poco frecuente en España, no es suficiente. «A partir de ahí es imprescindible realizar un trabajo serio y sólido. Ir creciendo poco a poco, y con un plan muy elaborado y consensuado con las instituciones, las personas y las empresas que vayan a participar en el proyecto».
«Hay que trabajar pensando en el largo plazo. En Cultura, el corto plazo no tiene sentido», añade Carmelo Romero. «La cultura requiere invertir un dinero público al que hay que buscarle, en primer lugar, una rentabilidad cultural. Después, eso puede tener derivaciones en aspectos económicos, turísticos o laborales». Reclama mirada de larga distancia, y prudencia para ir dando pasos, poco a poco, sin precipitarse. «La Seminci nació con solo cinco películas, y mire adónde ha llegado. Hay que ir paso a paso y comprobando lo que funciona y lo que no, mediante un método de trabajo basado en la prueba y el error», recalca.
La creación de una Film Office para impulsar los rodajes en Valladolid le parece al exdirector del festival una buena idea. «Valladolid cuenta con algunas ventajas, como su proximidad a Madrid, que pueden generar buenos alicientes para las productoras». Pero hace falta más que eso para convertir a la ciudad en un plató de cine. «Los rodajes van a surgir a partir de las ventajas que las productoras obtengan de trabajar aquí. Y conviene no olvidar que existe mucha competencia al respecto. Hace años, cuando yo estaba en el Ministerio, Barcelona creó la primera Film Office de España. Pero ahora las hay en un gran número de capitales, incluso en localidades pequeñas. Hay que estudiar qué se puede ofrecer distinto, que no tengan otros. Y ayudar a resolver todos los problemas derivados de un rodaje».
Carmelo Romero recuerda bien las primeras décadas de historia del festival de cine de Valladolid, pues en parte de ese periodo él jugó un papel activo crucial. Recuerda que la Semana de Cine de Valladolid se convirtió durante el franquismo en «una especie de rompehielos que iba abriendo caminos en el mundo del cine en España». Por aquí entraron Bergman, Bresson, el cine polaco… Al mismo tiempo, el festival se usaba como test «para sondear cómo eran recibidas determinadas producciones, con vistas a autorizar, o no, su distribución posterior».
Aquel periodo bajo la dictadura generó situaciones extraordinarias e irrepetibles. Romero recuerda, entre otros muchos hitos, la proyección en Valladolid, en programa doble, de las películas de Luis Buñuel 'Simón del desierto' y 'La vía láctea'. «Detrás de esa proyección había una operación política que intentaba convencer al director para que volviera a España, después de la polémica a causa de la prohibición de 'Viridiana' aquí pese a haber sido premiada en Cannes con la Palma de Oro». Aquella operación, sin embargo, generó una inmensa expectación en toda España y aficionados de todas partes se desplazaron a Valladolid para aprovechar esa ocasión única de ver aquellas obras prohibidas de Buñuel. «Entre ellos, Saura», recuerda.
De la edición del año 1974, una de las dos que él dirigió (luego participaría en una tercera en equipo con otras personalidades), destaca el estreno de 'Amarcord', de Fellini. «Fuimos el primer festival del mundo que la proyectó. Nos adelantamos a Cannes».
Ese mismo año se organizó en Valladolid una escandalera que hoy resulta incomprensible por el estreno, también en el festival, de la película 'Jesucristo Superstar'. «Como era una película que afectaba a la Iglesia, empezó a opinar todo el mundo, liberales y tradicionalistas, y se montó tal lío que tuvimos dudas de poderla proyectar. Estaba prevista un domingo y el estreno solo se desbloqueó en el Consejo de Ministros del viernes anterior, con presencia de Franco», recuerda Carmelo Romero. «Aun así, hubo una manifestación religiosa delante del cine, con gente rezando el rosario por la salvación de las almas de los asistentes. Y todo esto por una película que poco después formaba parte sin problemas de la programación de todos los cines parroquiales».
Poco después, con la llegada de la democracia, el festival entró en crisis porque este papel de «rompehielos» que había jugado en las décadas anteriores dejó de tener sentido. «No fue el único, les pasó también a otros. El de Benalmádena, por ejemplo, desapareció». Tras unos años de incertidumbre, el festival zanjó su primera crisis con la decisión del alcalde Manuel Vidal de asumir la financiación del festival cuando la Delegación de Información, que era la que lo pagaba, desapareció. Luego, en 1984, ya con Tomás Rodríguez Bolaños en la Alcaldía, se dio el paso a la profesionalización con la llegada de Fernando Lara.
La aparición del vídeo doméstico y las filmotecas provocaron una primera sacudida en los modos de hacer del festival, que luego ha tenido que afrontar también la competencia de Internet y las plataformas digitales. «Hoy el festival sigue vivo y en buena forma. Ha logrado preservar su identidad, sin renunciar a la necesaria evolución, que es lo que hay que hacer. Aplaudo especialmente del equipo actual de Javier Angulo su apuesta por la proyección de películas de cinematografías poco conocidas y que tienen gran interés, así como su capacidad para sintonizar con los grandes temas del momento».
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