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Las seis películas que integran el ciclo 'Fuera del centro' no pueden ser más frontalmente distintas. Y, sin embargo, no puede negarse que la selección realizada por la artista Eva Lootz para el Museo Patio Herreriano tienen un hilo conductor inequívoco. ¿Qué es pues lo ... qué tienen en común Flaherty, Dovzhenko, Mizoguchi, Ozu, Javier Corcuera y Anya Schmidt? Por encima de cualquier otra consideración, todos comparten una mirada poética sobre la realidad, centrada, en gran medida, en la relación del hombre con la naturaleza. Una mirada poética que es también periférica, escrita desde los márgenes o sobre ellos.
Las dos caras del Japón, la aparentemente costumbrista de Ozu ('Cuentos de Tokio') y la mágica y maravillosa de Mizoguchi ('Cuentos de la luna pálida') desfilarán por las pantallas. Pero también el lirismo de la soviética 'Tierra', de Alexander Dovzhenko; el mundo esquimal de 'Nanook', de Robert Flaherty; la mirada mítica de los adoradores del sol, en la ecuatoriana 'Pachakutiq', de Anya Schmidt y Ñaupany Puma; o la vibrante reivindicación del poder sanador de la música en la peruana 'Sigo Siendo', de Javier Corcuera. Es un ciclo para descentrar la mirada y, al menos, cuatro de las obras que se proyectan son clásicos indiscutibles del séptimo arte. Alguna de ellas, como 'Tierra', o 'Nanook', muy difíciles de ver actualmente en pantalla grande.
El ciclo comienza el sábado 10 -en todos los casos a las 19 horas- con 'Nanook' (1922), la única película rodada por un cineasta norteamericano. Pero Robert Flaherty no es un estadounidense más. Primero, porque es de origen irlandés, pero, sobre todo, porque llegó a identificarse tanto con el mundo inuit que los esquimales le bautizaron como 'Saumialuk' (gran hombre zurdo).
La intrahistoria de 'Nanook', una de las joyas del ciclo, comienza con la fascinación que el mundo esquimal despierta en Flaherty desde los tiempos en los que ejerció como explorador de minas en el norte de Canadá. Más adelante, cuando decidió que su vocación eran las imágenes en movimiento, resultó natural que quisiera dedicarles su primer trabajo. En 1920 se trasladó a Inukjuak, localidad del Quebec canadiense conocida entonces como Port Harrison, y dedicó un año a convivir con los nativos.
En 'Nanook' contaba la vida habitual de un grupo de inuits de Inukjuak. No había una historia dramática propiamente dicha, más allá de las peripecias propias de una cotidianeidad exótica y sorprendente para la mirada occidental. Lo que primaba era el ánimo descriptivo, el afán de dar a conocer otro mundo cultural. Seguramente sin ser consciente de ello, Flaherty había inventado con su primera película el género documental. Pese al riesgo, el público acogió bien el film y su éxito permitió a su realizador desarrollar una carrera en la que destaca al menos otros grades hitos, 'Tabú' y 'Hombres de Arán'.
'Nanook' es, sin duda, un documental, pero es un documental que no nos muestra exactamente la verdad. Desde el minuto uno de la existencia del género, quedaba claro que tras la aparente transparencia de las imágenes había una mirada detrás que elegía y seleccionaba, y que incluso alteraba la realidad para ofrecer una visión y no otra. En el caso de Flaherty, su objetivo no era mostrar cómo eran los inuits de 1920, sino recrear cómo debieron ser antes de que irrumpiera en sus vidas el hombre blanco. Porque ya en 1920 la presencia occidental se dejaba notar en las comunidades esquimales, que usaban rifles para cazar focas, vestían gorros e indumentarias modernas, y usaban con naturalidad herramientas de la cultura blanca ajenas a su tradición. Todo eso lo borró Flaherty de su película, y obligó a los inuits reales de su tiempo a comportarse como seguramente lo hicieron sus antepasados: vistiendo pieles, cazando con arpones y construyendo sus viviendas de hielo con su propia y primitiva tecnología, sin las ayudas aportadas por la cultura occidental.
El propio realizador dejó muy claras sus intenciones. «No intento rodar una película sobre lo que los blancos le han hecho a esta gente, con harapos y gorros horribles y miserables. No me interesa su decadencia. Por el contrario, quiero mostrar su majestuosidad primitiva y su originalidad mientras sea posible».
El ciclo continúa el sábado 17 con 'Tierra' (1930), del realizador soviético Alexander Dovzhenko. Un cineasta que se inició en el séptimo arte un poco por casualidad, con la intención de rodar comedias, pero que no consiguió dirigir ninguna obra de ese género, aunque destacó sobradamente en otros. 'Tierra' está considerada como una de las cumbres del cine. Y no lo es por su mensaje político, inevitable y hasta obligatorio en el cine de la Unión Soviética de esos años, sino por su mirada poética sobre la realidad, que se impone a la propaganda. La delectación con la que Dovzhenko muestra las oscilantes espigas de los campos de trigo, el modo como encuadra a las personas en el contexto de la naturaleza, y las relaciones inesperadas que sugieren entre las imágenes, completamente ajenas a la trama argumental, remiten al terreno de la poesía más que al de la narración. Y como telón de fondo, como en el caso de 'Nanook', el vínculo entre el hombre y su entorno natural, y el desvelamiento de un modo de estar en el mundo conmovedor en su tranquila aceptación de la realidad de la muerte como algo cotidiano.
Tres semanas después, el 7 de noviembre, el ciclo 'Fuera del Centro' da un salto a Hispanoamérica con dos películas. La primera de ellas es 'Pachakutiq. El tiempo del cambio' (2011). Se trata de una película ecuatoriana codirigida por Anya Schmidt y Ñaupany Puma, un sacerdote del viejo culto de los adoradores del sol que es, al mismo tiempo, el protagonista. A través de su testimonio y sus reflexiones, 'Pachakutiq' muestra una mirada mítica sobre la realidad que se remonta a los antiguos incas en primer término, pero incluso más allá, a la India o al Egipto de los faraones. La filosofía panteísta del culto a la Pachamama nos es mostrada al tiempo que Ñaupany proclama que el mundo se encuentra al borde de un gran cambio y que para afrontarlo debe caminar hacia una nueva conciencia global; un mensaje recibido de sus diálogos espirituales con los árboles y con el mismísimo dios Sol.
El peruano Javier Corcuera brinda otra dimensión de lo poético, la de lo festivo, lo sensual y lo vibrante, con su película 'Sigo siendo' (2013), que se proyecta el día 14 y que gira en torno al mundo de la música popular. Una veintena de artistas entrecruzan sus historias personales, sus inquietudes, y sus canciones en un fresco musical del Perú actual por el que destilan charanguistas, danzantes, percusionistas, arpistas, cantantes de muy diversos estilos, violinistas o guitarristas.
Japón comparece en el ciclo con dos obras maestras indiscutibles, de esas que figuran sistemáticamente, todavía hoy, en las listas de las mejores películas de la historia. La primera de ellas es 'Cuentos de Tokio' (1953), de Yasujiro Ozu, que se proyecta el día 21 de noviembre. Rodada con una mirada casi a ras de suelo, su aparente costumbrismo no esconde que la película habla, sobre todo, del conflicto entre generaciones, que ya entonces amenazaba la continuidad del modelo de familia tradicional japonesa, donde la autoridad del padre empezaba a cuestionarse.
El ciclo 'Fuera del centro' se cierra con 'Cuentos de la luna pálida' (1953), de Kenji Mizoguchi, el día 28 de noviembre. La historia, atravesada por lo mágico y espectral, en la mejor tradición de los cuentos orientales de fantasmas, está basada en tres relatos del clásico japonés del XVIII Akinari Ueda, a los que se suma un cuarto de Guy de Maupassant. En la película de Mizoguchi lo fantasmagórico convive con lo real en medio de un mundo donde la presencia de la naturaleza se impone y pone de manifiesto las limitaciones e impotencias de lo humano. Que no deja de ser el otro gran tema común de todo el ciclo: ofrecer una mirada sobre la humanidad ajena a la prepotencia y arrogancia.
Todas las proyecciones son a las 19 horas en el Salón de Actos del Museo Patio Herreriano.
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