![Segundo de Chomón, el mago español de los efectos especiales](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202108/12/media/cortadas/chomon2-kDFH-R1zV5nx0wIaZb8MzU3rm2GI-1248x770@El%20Norte-ElNorte.jpg)
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Fue la primera gran figura internacional del cine español. Pero lo fue en unos tiempos, los de los pioneros del cine mudo, en los que tales glorias eran efímeras y no generaban demasiados reconocimientos, más allá de los proporcionados por la admiración del público o ... el aprecio del gremio. Y Segundo de Chomón, nacido en Teruel hace 150 años, fue sin duda capaz de generar fascinación. No sólo por concebir algunas de las más deslumbrantes obras de los comienzos del cine, sino porque su talento con los efectos especiales fue decisivo en el acabado de dos películas clave del cine europeo: 'Cabiria' (1914), del italiano Giovanni Pastrone -el primer peplum de la historia, y la película que inspiró 'Intolerancia' de D.W. Griffith- y la monumental y gigantesca 'Napoleón' (1927) del francés Abel Gance.
Por si fuera poco, Segundo de Chomón fue un maestro en el arte del stop motion (filmar fotograma a fotograma, moviendo levemente los objetos para generar efectos imposibles de movimiento) y un avanzado en técnicas de animación que apenas se han desarrollado luego, como las sombras chinescas, así como un innovador e inventor en el coloreado de películas.
Esto último puede sorprender a quienes ignoren que buena parte del cine mudo que hoy acostumbramos a ver en blanco y negro contenía efectos cromáticos. En los inicios, se recurrió al coloreado manual de las obras, fotograma a fotograma, y posteriormente se extendieron los virados, que impregnaban a la escena enterada de un tono homogéneo (rojizo, azul, amarillo…) y que aportaba distintas tonalidades emocionales a la imagen.
En los tiempos de Chomón el coloreado se realizaba de forma manual y, de hecho, éste fue su primer trabajo en el mundo del cine. Su mujer, Julienne Mathieu, fue la primera en acceder a esta industria, como coloreadora, y fue ella la que introdujo a su marido, que por entonces vivía en París. El historiador Juan-Gabriel Tharrats asegura que esos primeros pasos en el mundo del cine los dieron ambos en los talleres de George Mélies, el mago de la fantasía, pero otros investigadores no lo ven tan claro. Lo que sí es indudable es que la vinculación del aragonés con el cine se estableció, desde el principio, por el lado técnico, aunque él desarrollaría esa faceta con una enorme inventiva.
Como Mèlies, con el que compitió por el título de mago de los efectos especiales, y como tantos otros cineastas de los inicios, Segundo de Chomón terminó cayendo en el olvido. Y, como en tantas otras ocasiones, su talento fue reivindicado antes fuera que dentro de su país. Su trabajo fílmico fue homenajeado en Ottawa (Canadá), Annecy (Francia) y Pordenone (Italia) antes de que se le organizara la primera retrospectiva en España. De hecho, la de Otawa, en 1978, se adelantó una década al primer homenaje nacional que le rindió en 1988 Barcelona, ciudad muy ligada a su trayectoria profesional e industrial como cineasta. Desde allí produjo cortos para Pathé Frères antes de dar el salto a la empresa en París y convertirse en su hombre de la magia.
La especialidad de Chomón eran los efectos especiales y su campo de desarrollo eran las películas fantásticas y las fantasmagorías, un tipo de cine que ha sido calificado como 'cine de efectos', muy característico de aquella época y de un tipo de cultura popular en la que primaban artes como el circo, el music hall o la magia. En el cine de efectos lo que prima es la creación de sorpresas o realidades imposibles sobre la percha mínima de un argumento liviano que, a medida que pase el tiempo, irá engrosando y haciéndose más complejo. Pero probablemente la denominación no haga justicia a unas películas capaces de hipnotizar al espectador y sumergirlo en mundo imposibles.
'El hotel eléctrico' (1908) es probablemente una de sus obras más celebradas en este género. Y la escena del arreglo de pelo de la mujer protagonista, realizado por un cepillo con vida propia que nadie maneja, es una de las más icónicas del cine de su creador. La historia se hará más compleja en 'Una excursión incoherente' (1909), en la que, además, el cineasta diversifica los recursos e incorpora incluso la animación por siluetas. Y crece aún más en 'Soñar despierto (Superstición andaluza)', de 1912, en la que se combinan los géneros de aventuras y fantástico.
Pero el realizador aragonés también realizó en distintos momentos de su carrera, especialmente durante sus estancias en Barcelona, documentales sobre ciudades españolas dirigidos a la exportación, al estilo de los que hacían los hermanos Lumiere. Es el caso de 'Viaje a Burgos' (1911), una de las películas en las que puso a prueba un novedoso sistema de coloreado de su propia invención, el cinemacoloris, que, a juzgar por las copias de la película que pueden verse en internet, pues es de dominio público, lograba un notable realismo cromático. Otros ejemplos son 'El parque de Barcelona al crepúsculo' (1904) y, 'Girona, la Venecia española' (1912). Pero no es su faceta más destacada.
A Segundo de Chomón le ha perjudicado la comparación con George Mélies, su gran rival. Es innegable que en el francés la fantasía viene acompañada de una dimensión más poética, que a menudo trasciende el mero efecto o la sorpresa, algo que Chomón sólo alcanza ocasionalmente. Pero su virtuosismo técnico es indiscutible, lo que se traduce en una capacidad apabullante para crear realidades imposibles en la pantalla. Y también destaca por su capacidad mayor para combinar géneros y estilos de forma desprejuiciada y por su manejo de distintas escalas de plano en una misma escena y otros recursos que apuntan a las formas narrativas que sucederán a los pioneros.
Y, por si fuera poco, incluso puede considerársele un anticipador de la televisión, artefacto que, de algún modo, imaginó en varias de sus películas -especialmente en 'El espectro rojo'- en las que aparecen pantallas sobre las que se proyectan todo tipo de imágenes en movimiento y que pueden ser controladas por su espectador. Un artefacto asociado en cierto modo con lo demoníaco y que, quizás por eso, tardaría tanto en desarrollarse.
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