Redención y descaro

Su rostro se llena de lágrimas con frecuencia excesiva. Un rostro que presta con hondura la joven Rosy McEwen, en la que se adivinan genes faciales de David Bowie y Jean Seberg. Un rostro que se redime y amplifica cuando en un cumpleaños familiar proclama su lesbianismo encendiendo la mirada. De ese magnetismo, y de la sabia mirada hacia un pasado, vive esta notable película.

Y Portugal. Los cineastas lusos parecen estar muy cómodos en las salas de los Casablanca, donde todavía flota el perfume del reciente ciclo de Paulo Rocha, o el estreno del primer Pedro Costa. A Cinhomo arriba otro de sus nombres secretos, João Pedro Rodrigues, con 'Fogo Fatuo'. No caben en estas breves líneas el atrevimiento, la audacia o el descaro condensados en 67 minutos. Una cronología caprichosa que arranca en 2069 con la agonía del último rey luso y pega saltos adelante y atrás mezclando la actualidad descarnada de los incendios forestales con el cuerpo de bomberos convertido en un cuadro de baile. Músicas de 'La flauta mágica' para acompañar los entrenamientos de los bomberos, fados frente a la cámara, canciones populares. Representación sobre representación en las emulaciones pictóricas que reconstruyen obras de Caravaggio o Velázquez. Un repertorio insólito al que tal vez no le convenga una fotografía hata y colorista. Pero Portugal, y los sirvientes coloniales, y el descaro genital, y la ironía continua, y el rey Sebastián…