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Fernando Lara
Cannes
Sábado, 18 de mayo 2024, 18:28
Hoy he soñado que Putin estaba en Cannes. Había venido a ver 'La invasión', el documental que un maestro del género, el ucraniano Sergei Loznitsa, ha dedicado a la invasión rusa…, y había decidido pararla.
Impresionado no ya por combates o enfrentamientos directos que el ... filme nunca muestra, sino por esos habitantes de una nación independiente que dan sepultura a sus muertos en la guerra, que se casan, tienen hijos, se recuperan del impacto de las minas con sus ya artificiales piernas, que tratan de aprender entre alarmas aéreas y refugios, que se alimentan como pueden en tiempos de penuria e incluso sobreviven a la destrucción de sus hogares; la muy dura vida cotidiana, en suma. Al verlo Putin, reconocía que se había equivocado, que Ucrania no es ese país lleno de nazis peligrosos que proclama, y se decantaba por pedir perdón, retirar sus tropas y volver a la concordia internacional.
Sueño de una noche de primavera que en nada se aproxima a la realidad, tan tremenda la mostrada por 'La invasión' como la destrucción programada de la Gaza palestina, cuyos documentales no tardarán en llegarnos. No, el cine no posee, por desgracia, ese poder de cambiar el mundo, de convencer a los autócratas, aunque sea mediante un trabajo tan inteligente y sensible como el llevado a cabo por Loznitsa a lo largo de dos horas y media, en una nueva muestra de su talento para reflejar situaciones actuales o pasadas, como en sus obras de montaje sobre el estalinismo soviético o la barbarie hitleriana.
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Fernando Lara
Así, Putin se desvanece entre las sombras de un Cannes bañado por el sol y el restallar azul de su Mediterráneo. Y nos quedamos con la amarga sensación de que la cultura no suele servir más que para utilizarla, bajo forma de propaganda, en beneficio de los más poderosos.
Cruzando a la vía de la competición oficial, se presentan dos paradojas: la primera, que necesitaría de un libro de claves del cine de Yorgos Lanthimos, del que no dispongo, para desentrañar lo que realmente ha querido revelarnos en 'Kinds of Kindness', traducible por 'Bondades amables' o 'Amabilidades bondadosas', título irónico. Está claro que es un Lanthimos mucho más próximo al de sus películas iniciales como 'Canino' o 'Langosta' que a las de éxito reciente, caso de 'La favorita' y, sobre todo, 'Pobres criaturas'. Pero eso no es decir mucho de estos tres mediometrajes unidos en un mismo filme donde asistimos a pulsiones humanas, destructivas, sexuales, grupales y de todo tipo que no se sabe muy bien a dónde conducen. El libro de claves, por favor.
La otra paradoja se refiere a 'Oh, Canadá': ¿cómo explicarles por qué me ha interesado enormemente la última película del muy veterano Paul Schrader sin 'fastidiarles' su merecido visionado cuando se estrene? Porque este relato de la vida del famoso documentalista que protagoniza Richard Gere ante unos alumnos en busca de su último testimonio, solo adquiere su auténtico sentido cuando llegamos a ese desenlace que para nada quiero adelantarles, pero es a partir de él cuando 'Oh, Canadá' ofrece toda su valía. Eso sí, les citaré que en sus títulos de crédito aparece bien claramente mostrada la Espiga de Oro especial que el Festival de Valladolid entregase personalmente a Schrader en 2013, señal de su aprecio por el galardón.
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