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Son las piezas perdidas, por menos conocidas, del rompecabezas Fellini, cineasta del que este año se cumple el centenario de su nacimiento. Sus tres últimos trabajos cinematográficos, tres anuncios para la Banca de Roma, que funcionan como unos personalísimos microrrelatos, serán analizados este domingo en ... el Festival de Medina del Campo por el investigador vallisoletano Antonio Santos, que no duda en calificarlos como «el Rosebud» del director italiano, en referencia al misterio central en torno a cuyo desvelamiento gira la célebre película' Ciudadano Kane', de Orson Welles. Será a las 12:30 en el Centro Cultural Integrado.
Los cortos tienen dos minutos de duración cada uno y fueron rodados por Fellini en 1992, un año antes de su fallecimiento, cuando preparaba el que iba a ser su proyecto definitivo, 'El viaje de G. Mastorna', que ha quedado como su gran proyecto fílmico frustrado. Aunque no era la primera vez que el cineasta italiano rodaba publicidad –en los años 60 y 70 ya había hecho trabajos, mucho más convencionales, para Campari y Pastas Barillo– estos anuncios de la Banca de Roma se salieron por completo de los moldes y desconcertaron a todo el mundo. «No gustaron ni al público, ni a la crítica, ni a la Banca de Roma que los pagaba, que los encontró demasiado irónicos y sarcásticos para su gusto», recuerda Antonio Santos. «De hecho, estaba previsto rodar otros dos spots como parte de la campaña que fueron cancelados».
Y, sin embargo, a juicio del experto vallisoletano, no merecen el olvido. «Aunque el motivo de filmarlos fuera fundamentalmente económico, Federico Fellini se los tomó muy en serio. De hecho, existe una correspondencia muy clara entre estas obras y el resto de su filmografía, y pueden ser interpretados incluso como la pieza que termina de explicar su puzle y que le da sentido, como una especie de Rosebud particular», opina Antonio Santos.
Hay que insistir en que la atracción del realizador italiano por el mundo de la publicidad no fue ocasional, ni estuvo motivado solo por la búsqueda de la rentabilidad económica. En dos de sus películas más conocidas, 'Julieta de los espíritus' y 'Ginger y Fred', se insertaban originalmente anuncios ficticios en el marco del relato, si bien fueron eliminados totalmente en el primero de los casos, mientras que solo se mantuvo uno en el montaje final de la película que evoca a la pareja de bailarines del musical clásico 'Ginger Rogers y Fred Astaire'.
Pero, además, la referencia a la publicidad estática está muy presente en otras obras, con frecuencia con un tono satírico. Un ejemplo especialmente explícito es 'La tentación del doctor Antonio', el mediometraje con el que Fellini contribuyó a la obra colectiva Bocaccio 70. El centro de la historia es el potencial turbador, y perturbador, de un enorme panel publicitario que reproduce la sensual figura de Anita Ekberg, prototipo felliniano de la mujer tentadora que desquicia el autocontrol masculino. También aquí aparece el deseo como vehículo que rompe las frágiles fronteras entre la realidad y la fantasía. De modo que en 'La tentación del doctor Antonio' es posible hallar ya algunos elementos de conexión con las tres obras publicitarias finales del autor de 'Amarcord', que también giran, al menos parcialmente, en torno a similares problemas y preocupaciones.
Los tres anuncios para la Banca de Roma están conectados entre sí y relatan una especie de recorrido dantesco, con descenso a los infiernos, paseo por el purgatorio y elevación al paraíso. Están protagonizados por un célebre actor de la época, Paolo Villaggio, figura que Antonio Santos no duda en comparar con la de Alfredo Landa: ambos son varones sometidos al deseo de mujeres aparentemente inalcanzables. Asimismo, en estos cortos es posible encontrar también el carácter onírico que caracteriza a buena parte del cine del realizador de 'La dolce vita'. «Las películas de Fellini se construyen desde la lógica de los sueños, no de la narrativa convencional, y esto ocurre también en estos pequeños microrrelatos», explica el investigador vallisoletano.
Y es que el mundo onírico era muy importante para el cineasta italiano. «Su psicoanalista le recomendaba que anotara sus sueños. Y él lo hacia con todo lujo de detalles, y con unos dibujos muy cuidados y personales que prácticamente eran como un storyboard de una película». Esos recuerdos gráficos los guardaba en su 'Libro de los sueños', de donde extrajo las tres historias que servirían de base para los tres anuncios. «Que arrancara tres páginas completas para usarlas como base para los anuncios es una prueba más de lo en serio que se los tomó».
«El gran tema de estas obras, como en general de la filmografía de Fellini, es la fugacidad de la existencia y la conexión entre el amor y la muerte. El deseo nos consume, y el tiempo nos devora», explica Santos. Y, junto a ello, otro elemento constante en su obra: la mujer, concebida como una especie de arquetipo ideal e inalcanzable. «La relación de Fellini con las mujeres estaba marcada por la fascinación y el remordimiento. Aunque amaba a su esposa, Giuletta Massina, como amiga, esposa, actriz, madre y compañera de vida, no podía evitar serle infiel, en busca de ese ideal amoroso de belleza femenina que nunca terminaba de satisfacerse, lo que le generaba una enorme sensación de culpa».
Con todos estos elementos tan propios y personales, Fellini compuso tres microrrelatos publicitarios en los que mostraba cómo la existencia es frágil e inestable y solo la banca aporta a las personas la estabilidad que necesitan. Pese a tan benevolente moraleja, obviamente justificada por el carácter comercial de los spots, estos no fueron del agrado del patrocinador. Quizás porque, a pesar del humor, los anuncios estaban marcados por el aroma de la muerte, y es poco probable que haya un tema menos grato al mundo publicitario.
Pero no podía ser de otro modo, porque la conciencia de la muerte le rondaba, a sus 72 años, y desde muchos antes. «'El viaje de G. Mastorna' era un proyecto que le obsesionaba, pero que no fue capaz de filmar. Quizás porque era un viaje que evocaba el de su propia muerte, y Fellini sentía que, al posponerlo, la aplazaba a ella también». Pero el truco no le funcionó.
Una novela gráfica, realizada en colaboración con el dibujante Milo Manara, y un guion, son los únicos indicios que tenemos de lo que su obra final pudo ser. Eso y las claves que, a modo de llave misteriosa y oculta, nos pueden aportar esos tres anuncios publicitarios finales.
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