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El Pasolini maduro, el de la última década de su vida, rodaba y escribía de día, cenaba con sus amigos de noche y prolongaba el debate en la prensa del día siguiente. «Soy escritor y escribo para polemizar, o al menos discutir, con otros escritores», ... decía en uno de los cientos de artículos para el 'Corriere della Sera'. Pier Paolo Pasolini nació el 5 de marzo de 1922, hoy hace un siglo, y murió el 2 de noviembre de 1975. En medio, un prolífico rastro del pensamiento de un fajador que peleó contra la hipocresía social, contra el poder de la Iglesia, el de los partidos políticos y contra la ignorancia. Analizó la «evolución antropológica» de la Italia posfascista y católica y rechazó la homogeneización que impone el consumo. Reclamó el valor del individuo cuando el hombre-masa era ya arquetípico de la burguesía proletaria salida del desarrollismo.
Las filmotecas custodian sus películas y las editoriales renuevan traducciones y ediciones. En el mercado español, Nórdica ha publicado su narrativa y poesía, Visor más poemarios, Gallo Nero y Península, libros de viajes, Trotta y Galaxia Gutenberg su pensamiento y sus artículos de prensa. El profesor de Bolonia abrió desde el comienzo la vía lírica, la narrativa y la sociológica. Si el poeta es lo primero que echó de menos su amigo Alberto Moravia cuando Pasolini murió asesinado en Ostia, el Pier Paolo novelista puso los cimientos de su filmografía desde el realismo de la Italia de posguerra. La ficción transcurrió paralela al pensamiento, a la escritura como compromiso con su realidad, con su país, con su circunstancia. Fue afiliado temprano al partido comunista italiano: «Nací en la Bolonia roja y allí viví mi primera adolescencia, mis años de formación. Ahí me hice antifascista después de leer, a los 16 años, un poema de Rimbaud», escribe. Pronto tuvo que enfrentarse a los suyos. Los carabineri le acusan de conducta deshonesta con menores en 1949. Su homosexualidad es pública desde los 27 años y el episodio del que acaba siendo declarado inocente le cuesta la expulsión del PC. Pasolini peleará con todos y contra todo.
Conocedor de los bajos fondos de las ciudades italianas que reciben el aluvión de inmigrantes del campo, la revolución social nada tiene que ver para él con las protestas de los universitarios de los sesenta. Las bandas de chavales de sus filmes no tienen más debate ideológico que el de la supervivencia. Su belleza es tosca, salvaje, ni rastro de sofisticación.
El poder del consumo
Desde 1950 reside en Roma. Comunistas y democristianos se alternan en el parlamento, en lo que Pasolini llama «conformismo de Estado». Los campesinos no viven ya bajo el control de la Iglesia, hay una evolución social que, sin embargo, no llega para que haya una derecha culta, según lamenta Pasolini. La industrialización de las ciudades, la mecanización de los trabajos, trasladan el poder del púlpito al comercio. «He visto cómo la conducta compulsiva del poder de consumo recreaba y deformaba la conciencia del pueblo italiano hasta degradarle de un modo irreversible», escribe.
Habla de otros intelectuales. Por Umberto Eco siente afecto, estima a Natalia Ginzburg aunque sea un «alma cándida» que no comprende su homosexualidad. Las consultas del Gobierno a la población sobre el divorcio o el aborto desatan ríos de tinta que enfrentan a unos con otros. Los años de plomo en la península itálica también abren interpretaciones contrapuestas. Pasolini no evita ningún charco, chapotea en todos. No hará amigos en el Vaticano, sin embargo su 'Evangelio según San Mateo' se convierte en canónico. Defenderá el amor homosexual en términos completamente asumidos hoy pero acabará dando argumentos a la mojigatería con su 'Saló o los 120 días de Sodoma'.
Dejó inconclusa la novela 'Petróleo', donde se cruzan política, poder y dinero en torno a la muerte de Enrico Mattei, fundador de la petrolera Eni, fallecido en 1962 en un sospechoso accidente aéreo. Ahora se prepara una edición italiana. El Museo de las Artes del Siglo XXI (MAXXI) de Roma ha organizado un ciclo de tres encuentros para profundizar en la figura de este intelectual cuya obra transmite la crisis constante en la que transcurrió su vida.
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