Cuando Pajares y Esteso reinventaron la españolada
Cumplen cuarenta años 'Los enérgeticos' y 'Los bingueros', de Mariano Ozores, que estrenaron la saga de películas de humor grueso con el dúo de cómicos como protagonistas
La risa, como la política, va por épocas y, en la década de los ochenta, dos genios del humor, Andrés Pajares y Fernando Esteso, concatenaron ... un taquillazo tras otro con nueve películas herederas del 'landismo' que superaron en España la recaudación de 'Superman', 'Aterriza como puedas' o 'La loca historia del mundo', de Mel Brooks, admirador de los cómicos. Detrás de este cine que tantísimo nos hizo reír se encontraba un finísimo observador de cotidianidades: Mariano Ozores, su director y hermano de una excepcional saga de cómicos. De hecho, la prensa del momento calificó 'Los energéticos' (1979) y 'Yo hice a Roque III' (1980) como las películas españolas más taquilleras de su año, «sin zarandajas intelectualistas de por medio», como aseguran hoy sus protagonistas.
Aquello fue una experiencia «atómica», segunda fase del destape cuyo pistoletazo de salida tuvo lugar en Madrid, el 14 de febrero de 1978, con el seno de la actriz Susana Estrada asomando por la entrega de premios del diario Pueblo, en presencia de don Enrique Tierno Galván. Meses antes, la intérprete había protagonizado el primer desnudo integral en un escenario con 'Historias del strip-tease': la mujer española empezó a emanciparse por el desnudo y el hombre español, que había padecido una dictadura visual, bendijo tal liberación y le dio al monotema en el celuloide. Entonces, los espectadores hacían colas en Pasapoga, Pavillón, El Biombo Chino o El Elefante Blanco para ver a las vedetes: la realidad del celuloide era una derivada de aquellas variedades noctámbulas, algunas de las cuales empezaban a la 1:30 de la madrugada. Atrás habían quedado las picantes 'canciones de intimidad' de Mara Laso, sentada en el regazo de los maridos que acudían a hurtadillas a la sala Tosca, y las pioneras del desarrope, «señoritas guapísimas y grandes conversadoras», como las definió en los noventa –cuando ya no existían– el gerente de la Asociación de Empresarios de Salas de Fiestas de Madrid, Juan Antonio Fernández. Un año después, el cineasta del clan de los Ozores filmó en apenas veinte días 'Los bingueros', inspirado por el real decreto-ley de legalización del juego de 1977, que reconocía a las quinielas futbolísticas y demás apuestas deportivas sus normas privativas al margen del antiguo impulso tutelar del Estado. Los Ozores –Mariano y Antonio–, Pajares y Esteso le dieron guion y espontaneidad al desnudo e hicieron creer a los españoles que ellos también podían salir con señoritas despampanantes de nombre exótico y luciendo palmito, aunque fuesen de Medina del Campo. Se acaban de cumplir cuarenta años de aquel prodigioso y masivo estreno y a algunos a veces nos parece que nuestro retrato ha cambiado poco.
Liberados de las grisuras
Inspirados en el pueblo –Ozores tomaba nota de la conducta de los españoles, que se liberaban definitivamente, entre sorprendidos y titubeantes, de las grisuras del Franquismo–, estos libretos producidos por Ízaro y Corona Films fijaron nuestro retrato de los ochenta, les guste a muchos o no. Pajares, en 'Mis memorias… antes de que se me olviden' (Almuzara, 2019), ayudado por el profesor Juan José Montijano Ruiz, va explicando las razones de aquel éxito inmenso: «La sexualidad o picardía salpimentada de verdolaga que existía en las escenas con chicas desnudas a las órdenes de Mariano Ozores no pretendía, ni mucho menos, cosificar a la mujer. Era el barómetro de una sociedad y de lo que se sentía entonces. La represión del español medio estaba latente en todos estos títulos y en venideros, y Mariano se burlaba de ello con todo su arte». El cine de Esteso y Pajares se convirtió entonces en cronista de los usos afectivos y experiencias amorosas y de las otras de los españoles, que pasaban del búnker a la democracia frecuentando la risa social y elemental, hecha por el pueblo y para el pueblo: «Ya solo por los récords de taquilla, los miles de espectadores que las han visionado, los formidables y divertidos guiones que escribía y el corto presupuesto de que disponía, pueden considerarse geniales. ¿O acaso el público es tonto?», insiste Pajares en sus memorias. Porque esa manera de hacer comedia está en nuestros clásicos, que se inspiraban todos en el pueblo, que nivelaba la sociedad de clases a través de la destrucción de las barreras sociales que acarreaba la carcajada.
El cine de Pajares y Esteso se nos ha quedado en el aire, como la modernidad de la chica chica pum, de «las que tienen que servir» sin cofia ni mandil, de la chica para todo, de la visibilización de la hipocresía y del señoritismo de ciudad en busca de la turgencia femenina en las noches del Madrid transicional. Admiradores del neorrealismo italiano protagonizado por Sordi, Manfredi y Mastroianni, y del cine italiano de los setenta, con la sensual Ornella Muti y Ugo Tognazzi encabezando la cartelería mediterránea, Ozores, Esteso y Pajares formaron escuela y lo mismo rodaban los problemas del españolito medio ante la llegada de las sectas religiosas –'La Lola nos lleva al huerto' (1984)– y los diputados de la democracia pioneros de las comisiones encargadas de las vigilancias democráticas –'Agítese antes de usarla' (1983)–, que los primeros divorcios y custodias de los hijos –'Padres no hay más que dos' (1982)–. En 'Los energéticos' (1979), los protagonistas se mueven en el ojo del huracán del debate, palpitante entonces, de la necesidad o no de instalar centrales nucleares en nuestro país; durante los alocados rodajes, se sucedían anécdotas surrealistas, como la del beso apasionado que Ozores le obliga a un tanto reticente Pajares a dar a su partenaire, la explosiva Ajita Wilson, que finalmente resultó ser un bombero negro de Chicago que se había cambiado de sexo. 'Yo hice a Roque III' (1980) está considerada por muchos como la mejor del ciclo de los dos cómicos, por el realismo de las escenas –la mayoría rodadas en el desaparecido Campo del Gas–, la asesoría del púgil Dum-Dum Pacheco –al que Pajares atizaba de verdad– y la inspiración directa en el fenómeno 'Rocky' (1976) y 'Rocky II' (1979), ambas protagonizadas por Stallone y que Ozores se vio con su mujer para escribir el guion de su mítica parodia.
Pocas cintas como 'Los chulos' y 'Los liantes', ambas de 1981, fueron en aquella época tan críticas con la hipocresía de clase media, las infidelidades conyugales, las chicas de la barra del club, la ludopatía y los pequeños sablazos al prójimo, a la víctima del círculo de amistades. Bajo la carcajada, la mirada de Mariano Ozores fue revelándonos el envés de nuestro supuesto europeísmo y cómo nos estaba sentando la progresía. Ni siquiera el golpe de Estado de 1981 se vio libre del flagelo de estos creadores, si bien bajo la apariencia de un asalto al Banco Central de cuatro pobres diablos –los dos protagonistas más Antonio Ozores y Juanito Navarro–. Debidamente subrayado el carácter peculiar de los españoles que se adaptaban a la democracia, Mariano Ozores dejó anotadas para la posteridad las bambalinas demócratas. Aquel cine, sin duda, es más que una curiosidad o puro costumbrismo transicional, porque definió con precisión, a veces vergonzante, una zona de nuestra idiosincrasia a la que ningún científico ni antropólogo ha sabido darle nombre: la españolada.
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