Francis Ford Coppola, junto a Adam Driver, protagonista de 'Megalópolis' Reuters

'Megalóplois', el testamento de Coppola

El veterano director estrena en el Festival de Cannes su última superproducción, una fábulo que no está a la altura de sus clásicos ni es tan mala como algunos sugieren

Fernando Lara

Cannes

Viernes, 17 de mayo 2024, 17:39

Máxima expectación en Cannes ante la proyección de 'Megalópolis', la última película de Francis Ford Coppola, ya con 85 años a sus espaldas. Las noticias llegadas desde Estados Unidos eran contradictorias, había quienes hablaban de obra maestra y quienes aseguraban que era un desastre absoluto. ... De hecho, ninguno de los grandes estudios de Hollywood ha querido ampararla para su distribución mundial y, con la carga de un coste de 120 millones de dólares, la película está siendo vendida país por país.

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Había tal temor entre los organizadores del Festival que publicar cualquier crítica o reseña sobre 'Megalópolis' estaba taxativamente prohibido hasta el fin de su proyección paralela en la Gran Sala del Palacio, la Lumière, destinada a los profesionales de la industria, y en la Debussy, donde se congrega la prensa. E incluso se bloqueó en ellas Internet para que no hubiera mensajes de ningún tipo durante el pase. En el que nos llevamos la sorpresa de que, de repente, apareciera un señor en el escenario para entrevistar al protagonista, interactuando con la imagen de la pantalla…

Creo que no hay que situarse en ninguno de los dos extremos de valoración sobre 'Megalópolis' que antes he citado. Ante todo, porque Coppola merece todo el respeto del mundo por haber creado obras maestras imperecederas como la trilogía de 'El Padrino' y 'Apocalypse Now', por la que obtuvo aquí la Palma de Oro, segunda después de la lograda con 'La conversación'. Y, a partir de ese respeto, debe decirse que nos hallamos ante una película muy fallida, pero no vergonzante; grandilocuente, pero no privada de sentido en su apuesta por un mundo diferente; de inferior valía que otros trabajos de su autor, pero donde vuelve a temas tan queridos por el él como la lucha por el poder (en este caso, entre un arquitecto visionario, con capacidad nada menos que para detener el tiempo, y un alcalde corrupto, además de un tercer grupo malévolo), su predilección por personajes que tratan de sacar adelante sus ideas a toda costa, y un estilo con cierta tendencia al énfasis.

Coppola llama a 'Megalopolis' con razón «una fábula», y lo es por su paralelismo entre la decadencia histórica del Imperio Romano y el que percibe como ya próximo del Imperio Norteamericano, con Nueva York como símbolo. Aunque no pierde una tan entusiasta como ingenua esperanza en un porvenir positivo, representado por el bebé de la pareja principal. Precedida esa idea por una amplia alocución del protagonista, César Catilina (¿recuerdan las catilinarias latinas?), que remite inevitablemente a la de Chaplin al término de 'El Gran Dictador', como otros diversos aspectos del filme nos conducen hasta la 'Metrópolis' de Fritz Lang.

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Se 'comió' Coppola enterita la jornada, aunque dejando algún espacio para las secciones paralelas, donde destacó en Un Certain Regard 'The Damned', primera película de ficción del italiano Roberto Minervini, la típica 'película de festival' que gusta mucho a la crítica especializada y a los cinéfilos de pro, pero poco atractiva para el público en general por su excesiva monotonía al enfocar un episodio de la Guerra Civil estadounidense. Mientras que, en el apartado Cannes Première, Rithy Panh volvía en 'Cita con Pol Pot' a la denuncia de la barbarie de los jemeres rojos camboyanos, con una mezcla entre el documental y la ficción que demuestra que domina infinitamente mejor lo primero que lo segundo.

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