Fernando Lara
Domingo, 19 de mayo 2024, 13:38
Karla Sofía Gascón, antes Carlos Gascón, es una actriz española que protagoniza 'Emilia Pérez', la película de Jacques Audiard centrada en la improbable figura de un narcotraficante mexicano cuyo principal deseo es convertirse en mujer. Se apoya para ello en una abogada más o menos ... corrupta y con mala conciencia (interpretada por Zoe Saldaña, la princesa Na'vi de 'Avatar'), pero encuentra la hostilidad de su esposa, encarnada por una Selena Gómez a la que se le resiste el español, cuando Emilia, que antes era conocido nada menos que por Manitas del Monte, pretende quedarse con sus dos hijos. Claro, que ahora el narco y la abogada han decidido montar una ONG benéfica que ayude a encontrar a los 'desaparecidos', víctimas del mundo de la droga. Entre ellos, la mujer de uno de ellos, de la que Emilia acabará enamorándose… Y todo en plan musical, con canciones y bailes que interrumpen la acción cuando desean sus autores.
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Lo que cuento les sonará a disparate, pero no exagero ni una pizca al hablarles de un filme que ha despertado la polémica en Cannes, con defensores a ultranza, lo que no es mi caso. Nadie va a negar la capacidad narrativa de Audiard, la fuerza de que dota a muchas de sus imágenes, pero ello no le basta para justificar esta adaptación de un mediocre 'musical pop'. Cineasta admirable en títulos como 'Un profeta', 'París, distrito 13' (la inmediatamente anterior a 'Emilia Pérez'), 'Un héroe muy discreto' o incluso ciertos aspectos de 'Dheepan', con la que obtuvo la Palma de Oro en 2015, no se halla aquí a la altura de su espléndida filmografía. Siempre le ha gustado cambiar abruptamente de género, pero en este caso parece un salto sin red que no ha llegado a superar por la debilidad del material de base.
Mucho más humilde, pero encomiable en lo que tiene de contar bien una historia con todos sus componentes, considero a la rumana 'Tres kilómetros hasta el fin del mundo', de Emanuel Parvu. Muy típica del cine de su país, donde los diálogos adquieren siempre una importancia básica, desarrolla un relato de homofobia en una pequeña localidad del delta del Danubio. Allí, por influencia de su conservadora familia y del sacerdote ortodoxo del pueblo, un muchacho de 17 años se ve agredido, incomprendido e incluso víctima de una especie de exorcismo a causa de su homosexualidad, solo aceptada por una cariñosa vecina. No se busca demasiadas complicaciones su realizador a la hora de abordar esta dramática situación, pero no hacía ninguna falta y, así, la sencillez es la mejor virtud del film.
Nos acercamos al ecuador de la amplia Competición oficial, compuesta por 22 películas, solo cuatro de ellas dirigidas por mujeres, y vamos comprobando que el nivel general se aleja considerablemente del muy poderoso de la pasada edición. Porque tampoco en las secciones paralelas se están encontrando demasiadas joyas ocultas. No lo es, fuera de concurso, ni 'Rumeurs', una débil sátira política sobre los dirigentes del G7 que acaba desembocando en lo fantástico y lo esotérico, a cargo del renacido Guy Maddin, en otra época autor experimental de prestigio dentro del cine canadiense. Ni, como Sesión de Medianoche, 'Les femmes au balcon', segundo largometraje de la actriz Noémie Merlant, un solo curioso manifiesto feminista en tiempos del 'me too' francés, llevado hacia la comedia negra y el gore, que se aproxima bastante al cine de Álex de la Iglesia.
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