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En esta 92ª edición de los Oscar desde el Dolby Theatre de Los Ángeles se espera con anhelo el tradicional desfile de candidatos sobre la alfombra roja. Los protagonistas de 'Joker', '1917', 'Érase una vez en… Hollywood' o 'El Irlandés' acaparan toda la atención. Pero, ¿ ... cómo era el cine que se hacía hace ahora un siglo?
Los Estados Unidos iniciaron un ascenso económico enloquecido y en la vieja Europa, la Alemania de la República de Weimar sobrevivía a duras penas tras la derrota de la Primera Guerra Mundial. La Universum Film AG (UFA) fue un poderoso estudio germano creado en 1917 por el Alto Mando Alemán, fruto de la aglutinación de las empresas cinematográficas del país, y que conoció su final con la II Guerra Mundial. A uno y a otro lado del Atlántico, el público buscaba e escapismo y empezaba a crearse el 'star system': en 1918 el productor Adolph Zukor había instituido el modelo de los 'grandes estudios', cuya habilidad principal consistió en manejar grandes presupuestos y envolver a los actores en un aura de leyenda, en el que se mezclaba vida personal e impregnación de los personajes que encarnaban en la gran pantalla. El público, literalmente, enloquecía con aquellas historias épicas, leyendas o tragedias de seres marginales en los primeros cinematógrafos y antiguos teatros de Nueva York y Los Ángeles y en las capitales europeas.
Concebida para el fungible nitrato de plata, pero ejecutada con el poder onírico del expresionismo alemán, fue 'El gabinete del doctor Caligari', de Robert Wiene, producida por Decla Film y con guion de Carl Mayer y Hans Janowitz. Esta cumbre del séptimo arte plantea una mezcla entre la vida desdichada de los hijos del circo y la narrativa de los asesinos en serie, con un personaje alucinante y sonámbulo, Cesare, al que dio vida Conrad Veidt, en una suerte de relato pesadillesco desconcertante, como si de un elemento gaseoso se tratase. Esa atmósfera la comparte otra joya del cine alemán estrenada ese mismo año: 'El golem', película de Paul Wegener y Carl Boese producida por Projektions-AG Union, basada en la novela homónima de Gustav Meyrink sobre una leyenda del siglo XVI acerca de un rabino que dio vida a una criatura en el gueto de Praga, a fin de que el emperador Rodolfo II no expulsase a los judíos de la ciudad. Antecedente cinéfilo de la criatura de Frankenstein, el personaje hecho de arcilla escapa al control humano y siembra el pánico entre las callejas estrechas y crudas de Praga, apenas alumbradas por las luces bajas de los fanales. Por su parte, el genial Ernst Lubitsch recurrió al igual que Wegener al Renacimiento y filmó también en Alemania 'Ana Bolena', con Emil Jannings en la piel de Enrique VIII y Henny Porten como la segunda esposa del monarca, cuya ejecución por traición y adulterio condujo a los tumultos en la Inglaterra de 1536, un tema truculento y tempestuoso que fue abordado posterior y sucesivamente por varios cineastas. La Alemania que se despertaba de la humillación de la Gran Guerra caminaba entre el esoterismo y los temblores agazapados en lo cotidiano.
En los Estados Unidos se dejaba también sentir la influencia del terror: Paramount Pictures produjo 'El hombre y la bestia', de John S. Robertson: una excelente y fidedigna adaptación de 'El extraordinario caso del doctor Jekyll y míster Hyde', de Robert Louis Stevenson, con John Barrymore en el rol del desafortunado investigador que quiso desafiar las leyes de la personalidad. Era la época en que Freud y sus teorías del psicoanálisis triunfaban en los Estados Unidos de la mano de su introductor, el pedagogo y psicólogo Granville Stanley Hall y Hollywood sirvió en bandeja un relato prodigioso que Stevenson había publicado en 1866 y que aún hoy vive en sucesivas reencarnaciones. ¿Qué es el Joker de Todd Philips, más allá de una derivada de Batman, sino el caso de Arthur Fleck, un hombre que padece un trastorno de la personalidad que interrumpe su tratamiento?
Pavoroso y en esta línea es el largometraje, también estrenado ese mismo año y producido por Samuel Goldwyn de 'El hombre sin piernas', con Lon Chaney, el hombre de las mil caras, sobre un hombre enloquecido que trata de vengarse del médico que por una negligencia le amputó las dos piernas en la infancia. La película se basa en la novela 'La multa' (1913), de Gouverneur Morris, un escritor de novelitas pulp que concebía historias escabrosas que se agotaban en los quioscos de Norteamérica en cuanto veían la luz y que eran devoradas por un público mayoritariamente femenino. Precisamente el mismo que acudía a las salas y anfiteatros a sobresaltarse cómodamente en las butacas en tiempo de prosperidad, jazz, blues y art decó. El genial Buster Keaton hizo el retrato más prodigioso de aquel alegre año de 1920 en 'Una semana', cortometraje delicioso y alucinante, lleno de acción trepidante, acerca de una pareja de recién casados en el que Sybil Seely encarna esa sensualidad, especialmente en una escena en la que se está dando un baño. Efectivamente, la 'flapper' que 'pecaba' en los 'night clubs' purgaba sus culpas dando un respingo o llorando a lágrima viva en los palcos y coliseos. Así se explica el éxito de 'Las dos tormentas', tragedia ambientada en la Nueva Inglaterra rural, protagonizada por Lillian Gish y que llevaba a la pantalla un dramón de la neoyorquina Charlotte Blair Parker sobre una muchacha seducida y abandonada. La obra teatral se había estrenado en el Manhattan Theatre n 1898 y se representó más de 4.000 veces, un éxito apoteósico que llevó Griffith a pagarle a Parker por los derechos de la pieza 175.000 dólares.
Y, por supuesto, supuso la fecha de consagración de Douglas Fairbanks como don Diego de la Vega en 'La Marca del Zorro', que fue para siempre el aventurero seductor que llevó a la vida real las conquistas amorosas de las ficciones que protagonizaba… o a la inversa. Porque, hoy como ayer, ¿qué es la memoria del público sino las películas que la han habitado?
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