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Antonio Santos, durante la presentación de su libro en Espacio Seminci. Alberto Mingueza
Hiroshi Teshigahara, del cine al ikebana

Hiroshi Teshigahara, del cine al ikebana

El vallisoletano Antonio Santos estudia la obra multidisciplinar del director japonés en su libro 'Jardines de piedra' y presenta esta tarde sus cortos en los minicines Casablanca

Victoria M. Niño

Valladolid

Miércoles, 12 de febrero 2025, 13:26

Desde que conoció el cine japonés en la Seminci siendo estudiante, la fascinación nipona del vallisoletano Antonio Santos Aparicio no ha decaído. Tras décadas estudiando cada detalle de las películas de Yasujiro Ozu, ahora h ahecho lo propio con la filmografía de Hiroshi Teshigahara (1927-2001). Expone sus frutos en 'Jardines de piedra', el libro que presentó ayer en el Espacio Seminci, y esta tarde, a partir de las 17:00 h. presentará cuatro cortos del cineasta.

«No es un cineasta tan refinado como Ozu, pero es muy interesante por cómo relaciona el cine con otras artes tradicionales japonesas, lo que convierte su obra en un festín», anuncia Santos. «La primera película suya que vi fue 'La mujer de la arena' (Gran Premio del Jurado en Cannes y candidata al Oscar en 1964). Y luego en una exposición en la sala de La Pasión sobre Gaudí encontré ciertas conexiones. Luego conocí el documental que había hecho sobre el arquitecto de Reus y me interesó estudiarlo». Dos becas le permitieron volver a Japón para acercarse a toda su obra.

Hiroshi Teshigahara era hijo del fundador y maestro de la Escuela Sogetsu de ikebana. Cuando muere, se queda al frente su hija que también fallece tempranamente y el cineasta toma las riendas de la escuela que era una gran empresa en 1980. «Es allí donde practica las artes tradicionales japonesas –arte floral, jardinería, cerámica, caligrafía, artes del te e instalaciones de bambú– con su sello personal y acercándolas a la vanguardia. Reivindica que también el ikebana puede ser arte contemporáneo y hace esculturas abstractas con flores y tallos», explica este profesor de la Universidad de Cantabria.

Si las flores son efímeras, no así sus jardines. «Pude ver, por ejemplo, el que diseñó para el Museo de Fotografía, que le pidió su amigo arquitecto Yoshio Taniguchi. Es completamente de piedra. Hace una corriente fluvial, nagare, con cantos rodados, redondo. Es muy evocador, reivindica la intervención de la mano del hombre para crear todo un artificio; tallar ríos, moldear colinas, plantar vegetación», recuerda. El bambú, como materia prima para construir instalaciones, puentes, arcos, túneles, «que llevó hasta un montaje de la ópera 'Turandot', estrenada en Nimes». El bambú es la base «para otro arreglo floral, a base de un material delgado, esbelto, que se leva hacia la luz, de naturaleza mística, bícromo –verde por fuera, amarillo por dentro–. Hizo muchas instalaciones para Japón, Corea, Chica y hasta Milán».

En su labor tras la cámara alternó el documental con la ficción, «incluso en documentales de ficción sobre maestros del ikebana, hay una observación rigurosa de los utensilios, de los hábitos, de la jardinería».

Viajó a España por primera vez en 1959 y quedó fascinado por la cultura y por Picasso, Dalí y Goa. «Mantuvo un encuentro con Dalí. Barcelona se convirtió en su ciudad favorita. Su película sobre Gaudí más que un documental es un poema cinematográfico, un ensayo sobre cómo filmar la arquitectura, a la vez clarificador y misterioso».

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