Ya sin el eterno Manoel de Oliveira, son Pedro Costa y Miguel Gomes los dos cineastas portugueses más reconocidos internacionalmente. El segundo de ellos presenta en la Competición de Cannes una peculiar película, 'Grand Tour', a base de imágenes documentales de varias ciudades orientales, pero ... con interiores rodados íntegramente en Roma y Lisboa. Por esas ciudades se desarrolla el viaje de un funcionario del Imperio Británico que, en la Birmania de 1917, va huyendo de su novia, a la que no ve hace seis años pero con la que se ha comprometido a casarse, de lo que ahora se arrepiente. La mujer piensa exactamente lo contrario y persigue sin cesar a quien desea a toda costa que sea su marido. Curiosa trama, en blanco y negro la mayor parte y que recuerda mucho al cine mudo, lo que queda facilitado por la estupenda interpretación que de la protagonista efectúa la actriz Crista Alfaiate.
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No es 'Grand Tour' una película para todos los paladares, y los cinéfilos vallisoletanos me entenderán si digo que es del gusto, sobre todo, de una revista especializada del estilo de 'Caimán'. De hecho, es una 'rara avis' en la programación oficial de Cannes, que ya conocía a Miguel Gomes en la antes llamada Quincena de Realizadores mediante su trilogía 'Las mil y una noches', aunque su título más destacado hasta ese momento era la muy notable 'Tabú', premiada en la Berlinale 2012 y exhibida comercialmente en España. Originalidad y fantasía son, en definitiva, los dos atributos principales de este autor.
No puede decirse lo mismo de 'Motel Destino', también en Competición Oficial, con la que el ya veterano brasileño Karim Aïnouz decepciona profundamente. Esos cinéfilos vallisoletanos a los que antes aludía, recordarán un filme suyo anterior, 'La vida invisible de Eurídice Gusmäo' que en nuestra querida Semana de 2019 obtuvo la Espiga de Plata y el Premio 'ex aequo' a sus dos actrices principales. Bueno, pues que vayan perdiendo cualquier esperanza: 'Motel Destino' es solo la vulgar muestra de un sórdido establecimiento hotelero donde sus ocupantes buscan ante todo sexo fácil, facilitado por un trío protagonista cuyas pasiones eróticas también se desatan al incluir a un empleado que se esconde allí durante una temporada.
Nada menos que una coproducción brasileña-franco-germano-británica-australiana es este 'Motel Destino', que no merecía tanto empeño. Pero tampoco es un caso único, una mayoría de los films que se ven en Cannes son coproducciones multipartitas, siempre que, eso sí, esté por medio Francia. Otro ejemplo: 'Todo lo que imaginamos como luz', la obra con la que India vuelve a la Sección Oficial después de tres décadas, nace de un acuerdo franco-indo-neerlandés-luxemburgués-italiano… Signo de los tiempos, en que cada vez se requieren más complicidades y comités decisorios para poner en pie una producción independiente.
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De ello se ha hablado mucho en el Mercado del Film que se celebra de forma paralela al Festival, pero que ha terminado, con una presencia récord de 15.000 participantes, que se dice pronto, mil más que el pasado año. Lo que supone un alivio para el sobresaturado Cannes, aunque en él todavía permanecemos cerca de 5.000 informadores. Mercado que, en el caso francés, está hoy encantado con el éxito de 'Un p'tit truc en plus' (con ya más de tres millones de espectadores), una flagrante imitación del 'Campeones' de Javier Fesser.
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