Un comienzo a mayor gloria del cine francés
77 Festival de Cannes ·
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77 Festival de Cannes ·
El certamen concede, fuera de concurso, a 'Le Deuxième Acte' su muy potente sesión inauguralEra como trazar un arco con la bandera tricolor. De un lado, la magnificencia de un clásico del cine francés como el 'Napoleón' que crease Abel Gance en 1927. De otro, el lanzamiento internacional de un realizador, Quentin Dupieux, en quien el país galo tiene ... puestos todos sus pronunciamientos favorables y al que confiaba la inauguración oficial de la 77 edición del Festival de Cannes con su decimotercer largometraje, 'Le Deuxième Acte'.
Muy escasamente conocido en España (a final de este mes se estrenará su anterior film, 'Daaaaaalí!'), Dupieux rueda a toda velocidad película tras película, como queda patente porque en diecisiete años ha dirigido esa cifra citada de trece largos. Conocido también como Mr. Oizo en el mundo de la música electrónica, es un peculiar personaje que se inclina habitualmente por la comedia y que posee la característica de tener ideas brillantes no siempre bien desarrolladas y que suelen hacerse repetitivas. Así sucede también con este curioso 'Le Deuxième Acte', muestra de cine dentro del cine y que pretende acabar siendo una reflexión sobre la realidad y la ficción, apostando claramente por la segunda para llegar mejor a la primera.
«Mi recurso es filmar lo artificial de manera realista para convertir en totalmente creíble el absurdo que muestro. Quiero ofrecer una burbuja de ligereza y hacer olvidar una sociedad enferma de ansiedad», declara Dupieux sobre su obra, y no le falta razón en resumirlo así, según pueden comprobar con 'Yannick', del pasado año, los abonados de Filmin. De ahí a convertirlo en santo y seña del actual cine francés hay cierta distancia, que Cannes trata ahora de cubrir otorgando, fuera de concurso, a 'Le Deuxième Acte' su muy potente sesión inaugural. Una Inauguración que contó, por una vez, con un sugerente texto de apertura bien dicho por la actriz Camille Cottin y la presencia estelar de Meryl Streep, a quien se concedía este año la Palma de Oro honorífica y que fue recibida con una interminable ovación mucho más que merecida.
Todo ello había sido prologado por ese 'Napoleón' que citaba al comienzo, en una impresionante labor de la Cinemateca Francesa, que –de acuerdo con las palabras de Costa-Gavras, su actual Presidente– «ha reconstruido, no solo restaurado» el inmenso trabajo de Abel Gance, del que Cannes ha mostrado la primera mitad de sus siete horas. Una obra sobre la que se superpone una doble mirada, en la que confluyen la admiración por el despliegue estilístico y técnico de su autor, en especial en el montaje, con el rechazo hacia el hipernacionalismo y la hagiografía del personaje que destilan las imágenes, convertido en el mesías redentor de la sagrada patria francesa. No es por supuesto, la única vez en que la estética y la ética de una película se hallan contrapuestas (el ejemplo máximo es 'El nacimiento de una nación', con el homenaje de Griffith nada menos que al Ku Klux Klan, aunque estableciendo al tiempo las bases del lenguaje fílmico en 1915), pero en el 'Napoleón' de Gance también se halla muy clara esta importante dialéctica.
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