Todo un mundo

Dinamarca es un país civilizado que Lucas añora. Se le ha enviado a Islandia, y ese viaje querido por él para conocer el país y sus gentes le puede físicamente y querría volver. Es una maravilla el paisaje, abrupto, poderoso, con los jinetes atravesando los ríos en sus caballos. Un itinerario hostil reflejado con grandeza desde una dirección que integra panorámicas milagrosas con un encuadre perfecto.

La segunda parte es la de la construcción de una sencilla iglesia de madera y el ampliado factor humano. Igualmente magnífica, pero diferente con secuencias tan memorables como la de la boda. Es una visión de lo humano y sus taras. A partir del propio Pastor la violencia y la frustración se apoderan de la gente que no duda en cometer aberrantes crímenes. La relación de Lucas con Anna es eróticamente convulsa, ella le dice «cuando te bese no cierres la boca». El pastor pierde el equilibrio y su evolución negativa en la relación con Dios, se consuma.

Un filme extraño en esa dualidad de lo documental y la tragedia. Un filme que nos muestra, desde la belleza no estetizante, todo un mundo que podría ser todos los mundos. La interpretación corresponde a los personajes con una identificación asombrosa.