Mal no banal

Vuelve a Auschwitz cuando hay que exterminar a los judíos húngaros y le vemos solo en el plano final. Como dato diré que escribió sus memorias, y fue condenado a muerte y ahorcado en el mismo campo de la muerte que dirigió con eficacia.

El último tercio del filme está lleno de uniformes y nos dice mucho sobre el alienante Reich. Problemas de verdugos que buscan la máxima eficacia. Un recuerdo imperecedero del horror, de gente banal, pero malvada. La costumbre de aniquilar es difícil de transformar. Esa duplicidad de la vida familiar feliz de Hoss y su familia, mientras son exterminados miles de personas hace que el film impresione más que las imágenes de los crematorios.

La realización es peculiar. Ni un primer plano. Planos fijos colectivos, diferentes según sean los personajes que encuadran. El fuera de cámara es la tragedia colectiva. Lo reflejado con minuciosidad una mentira. El ritmo excelente, en una visión que certifica el cambio de trabajo de Hoss. Una fotografía convincente en su diversidad, como lo son los tipos que acompañan a la familia perfecta (la madre de ella, por ejemplo).

Interpretación fría y desapasionada. Este Hoss y familia realmente no merecían otra cosa. Hitler y su gente siguen en esa memoria, pero hay gente que todavía les sigue venerando. Gran Premio del Jurado del último y extraordinario Festival de Cannes.