Después de las estupendas películas premiadas en Cannes y Venecia, una de espías parece una especie de descanso, pero no lo es. Se trata de un filme complejísimo en el que realidad y ficción coincide. Los personajes cambian, algún muerto resucita y las divisiones de ... espías se multiplican, como los asaltos, las situaciones, lo imaginario y lo real, amén de los ordenadores y la búsqueda del archivo de la División. Todo un popurrí que se hace cada vez más denso, con un gato, Alfie, que coincide en nombre con un personaje, y que se une continuamente al caos general.

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Elly Conway es una novelista con temas de espionaje. Lleva escritas cinco novelas y su héroe es el detective Argylle que se corporeiza y dialoga con ella a lo largo del film. Los cambios de personalidad son inventivos y las secuencias de peleas al uso, variadas. La producción va haciéndose más pesante en el tercio final. El comienzo es de comedia con la primera secuencia del tren y la primera transformación en la que Elly encuentra la única persona, con reservas, de la que puede fiarse.

Como es moda hoy, la película es larga, dos horas quince minutos, pero suceden muchas cosas en ella. Buena la fotografía, y magníficos los efectos especiales. No es sencilla. Hay que prestar atención y tie ne momentos de asombro y espectaculares, incluidos los coloquios con la novelista, transformada como casi todos los tipos.

Precisamente la dualidad de su trabajo enriquece a todos en una acordada interpretación que mezcla el clásico cine de espías con una reflexión sobre la literatura y la creación de personajes. Es película de este tiempo en el que los géneros se han hecho más madurros y complejos.

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