Burdeles para escribir una novela

La anterior vía documental de la realizadora se denota en el film. Todas las escenas del burdel son naturales, recogidas si ningún tipo de sentimentalismo. Un trabajo agotador. No hay trata de blancas ni clientes peligrosos. Es la naturalidad de lo antinatural lo que funciona. No se hacen juicios de valor. Se presentan los hechos en una realización que oscila entre la narrativa realista y una estilización que rompe o que modifica el carácter documental de la propuesta.

Lo trágico está ausente. Abunda el humor y el buen trato de las pupilas que culmina en la secuencia de la tortilla de patatas compartida. Emma adopta el nombre de Justina y los verdaderos patronímicos de las chicas son celosamente guardados.

Dominio del relato y de sus diversos episodios sexuales. Los tipos están bien diseñados y el reparto es muy bueno, con Ana Girardot y Rossy de Palma a la cabeza. Un tema manido, fuertemente original desde su doble clave estética. El burdel como lugar de trabajo, las pupilas así lo entienden y lo defienden. Una cuestión muy debatida (la autorización de la prostitución) y una mirada que quiere ser comprensiva y abierta.