Paul Naschy, Jacinto Molina, interpreta al francés, un asesino en serie del finales del XIX.

Desenterrada una obra maestra de Paul Naschy 'perdida' 35 años

Divisa edita «El huerto del francés» una sobria y tensa película de terror realista de Jacinto Molina, un creador muy ligado a Burgos

Domingo, 3 de enero 2021, 08:26

Llevaba 35 años sin poder verse, pese a que los conocedores de la trayectoria de Jacinto Molina 'Paul Naschy' no dudan en calificarla como una de sus obras maestras, si no la mayor. 'El huerto del francés' fue su segundo trabajo como director y tras ... exhibirse durante unos años en cines, desapareció del mapa, perjudicada por el deterioro de su negativo y los problemas de derechos. Hasta ahora, en que la editora vallisoletana Divisa la ha rescatado en una edición especial de lujo, con un libro de 64 páginas. «Era una espina que tenía clavada mi padre», recuerda Sergio Molina, que ha colaborado en el relanzamiento de la película. «Le dolía que esta película fuera de las menos conocidas suyas siendo aquella de la que se sentía más orgulloso».

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De igual modo es poco conocida la intensa vinculación del creador madrileño con Burgos, ciudad en la que pasó parte de su infancia. Allí descubrió el gótico (ver apoyo) y encontró a su mujer. Finalmente, fue también el lugar que Naschy eligió para su reposo definitivo: está enterrado en el cementerio viejo de la localidad.

La personalidad creadora de Paul Naschy y su contribución a la industria cinematográfica española ha tardado mucho en ser reconocida. El éxito de 'La marca del hombre lobo', la primera película que protagonizó, y la primera también de la que escribió el guion, marca el punto de eclosión en España para el género del fantaterror, así como para su personal asociación con el personaje de hombre lobo Waldemar Daninsky, al que volvería de forma recurrente y al que otorgaría una muy singular densidad. A partir de ahí, y especialmente tras el éxito de 'La noche de Walpurgis', vendría la explosión del género y la sobreabundancia de obras, no siempre dignas, que llevaron a muchos a asociar estas películas con la serie B y la baja calidad. Y, sin embargo, aquellas películas, especialmente las de Paul Naschy, estaban salpicadas de buenas ideas y hacían gala de un derroche de imaginación con el que suplían la falta de medios.

Todo cambió cuando, en los noventa, Tarantino vino a España a presentar en Sitges su ópera prima 'Reservoir dogs' y sorprendió a todos: «Paul Naschy es magnífico». Ese día buena parte de la estirada crítica española descubrió dos realidades. La primera, que las películas del realizador español eran más conocidas, y apreciadas, fuera de España que aquí. La segunda, que algo se les había escapado en su apresurada descalificación.

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Aunque asociado con el fantaterror, y con una filmografía abundantísima -más de 100 películas como actor, de las que en 50 ejerció también de guionista, y en 15 de realizador- y por la que pululan todo tipo de personajes del género (la momia, el caballero que vuelve de la muerte, vampiros, hombres lobos, seres fantasmales, cultos satánicos…) Jacinto Molina desarrolló una veta muy personal de sobrio terror realista que encuentra su máxima expresión en 'El huerto del francés', una película con puntos de contacto con 'El bosque del lobo', de Pedro Olea.

En esta película de 1977 -en la que tiene como coprotagonistas a la vallisoletana Agatha Lys y a María José Cantudo, célebres starlettes de la época- no sólo no hay ningún componente fantástico, sino que la historia se basa en un suceso real sucedido en Peñaflor (Sevilla) en el emblemático año de 1898. En esa fecha, se descubrieron seis cadáveres enterrados en el huerto de una clandestina casa de juegos de la época. Su dueño había atraído hacia ella con engaño a gentes de dinero para matarlos y robarles. Los crímenes provocaron un impacto tal en la memoria popular que quedaron registrados en los pliegos de cordel y están, asimismo, en el origen de la expresión «te van a llevar al huerto». Y, de hecho, la curiosidad por el origen de tal dicho popular fue la que llevó a Paul Naschy a dar con la historia.

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La gran paradoja de la carrera de Jacinto Molina es que el cine suyo más conocido no es precisamente el mejor. «Mi padre no estaba siempre contento de cómo se rodaban sus guiones, pese a que trabajó con directores notables como León Klimovsky o Carlos Aured. Por eso se decidió a dirigir él sus películas que, en general, están más cuidadas y son mejores», explica su hijo Sergio. «Pero, para su desgracia, mientras que a finales de los 60, y durante los 70, la distribución era muy buena, y aquel primer cine se vio mucho, en la etapa en la que él comenzó a dirigir ya no funcionaba tan bien y sus mejores obras se conocen menos».

El caso extremo es 'El huerto del francés', que había llegado a convertirse en una especie de película maldita pese a que, paradójicamente, estaba perfectamente localizable, pues su negativo se atesoraba en la Filmoteca Nacional. Era, eso sí, un negativo muy deteriorado y el propietario de los derechos de la obra no había visto rendimiento en una posible restauración.

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Todo cambia cuando entra en escena Enrique Pérez, responsable de la empresa Cultural Diversity Films. «Hace un año tuve noticias de que la película era muy buscada en todo el mundo, donde la obra de Naschy ha sido bastante bien editada, a diferencia de España. Y es que desde hacía 35 años no se había visto la película», explica. Pérez localizó al propietario de los derechos y llegó a un acuerdo con él y con Divisa para restaurar el negativo y darle la merecida difusión internacional. De hecho, en la próxima primavera la película será editada en EEUU y hace unos meses fue estrenada con gran éxito en el festival de Sitges.

'El huerto del francés' está considerada por muchos como la obra cumbre del cine de Jacinto Molina y su director era de la misma opinión: «Sin lugar a dudas es la mejor película de mi carrera». ¿Por qué? «Porque en ella todo funciona, desde el guion, la ambientación, la fotografía -inspirada en los cuadros de José Gutiérrez Solana- la música y el elenco actoral», explica Sergio Molina. «Todos están bien y en su punto y eso no siempre se da en un arte en el que participa tanta gente». Estos días el misterio se ha desvelado y lo oculto se ha desenterrado. 'El huerto del francés' vuelve a la vida para disfrute de los nuevos cinéfilos.

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El mundo de las tumbas, los sótanos y las mazmorras está muy presente en todo el cine de Naschy.

«En Burgos descubrí el gótico»

V. A.

En su libro de memorias, Jacinto Molina 'Paul Naschy' dedica un capítulo al periodo que la familia pasó en Burgos, que fue crucial para su descubrimiento del arte gótico, que luego sería tan importante en el cine de terror que frecuentó. La llegada de la familia Molina estuvo motivada por un traslado de su padre que en Burgos ejerció de ayudante del coronel Pastrana. «Vivíamos en la barriada militar» recuerda Naschy. Posteriormente, su padre se desligaría del Ejército y montaría una fábrica de peletería en el pueblo de Castañares.

«Fue entonces cuando paseando por la sobria ciudad de la vieja Castilla, descubrí su extraordinaria catedral, cuya traza de inspiración francesa me parece, por sus formas, única en el mundo. La catedral me impresionó, como me impresionaron la casa del Cordón, el arco de San Esteban, el hospital de San Juan o la puerta de Santa María. Todo ello me hablaba de gestas medievales, con el mítico Cid a la cabeza», recuerda el actor, guionista y realizador, que eligió Burgos como morada final para sus restos. «Por cierto, durante mucho tiempo quise hacerme una idea sobre qué apariencia física habría tenido Rodrigo Díaz de Vivar. Pasados muchos años, y gracias al productor Samuel Bronston, conocí a su alter ego, es decir, a Charlton Heston». Naschy evoca aquí un episodio de sus orígenes en el cine, en los que ejerció de extra en las principales películas que Bronston filmó en España: 'Rey de reyes', de Nicholas Ray; 'El cid' y 'La caída del imperio romano', ambas dirigidas por Anthony Mann.

De su estancia en Burgos, «muchas cosas me llamaron la atención y me impresionaron», añade en sus memorias, «pero sobre todo las pétreas tumbas talladas en alabastro de condestables, guerreros y obispos, Cuando las contemplaba, yacentes e inmóviles, siempre pensaba, asustado, que de repente podían adquirir vida. Poco sabía que esa idea ya se le había ocurrido -hacía muchos años- al genial Gustavo Adolfo Bécquer».

Entretanto, el niño Jacinto Molina seguía caminando por el paseo del Espolón, jugaba, aprendía alemán y visitaba los viejos monumentos y edificios que le dejaron marcado. «Sin saberlo todavía, había descubierto la que sería una constante en mi vida: el gótico. Para mí, representaría lejanos misterios, crípticos mensajes, brujerías, oscuros nigromantes, gárgolas vivientes y enigmáticos alquimistas en busca de la piedra filosofal», explica. «Quedé cautivado, sobre todo, por las visiones de los sepulcros; las ojivas y rosetones a través de cuyos vidrios penetraba la tenue y sugerente luz del exterior revelando cristos atormentados, vírgenes dolientes, ángeles, santos y demonios, los antiguos altares; las imágenes, a veces ingenuas y a veces casi terroríficas; las altas bóvedas, los relieves y pinturas; en definitiva, me sedujo toda esa arquitectura que se elevaba buscando a Dios, acompañada, siempre, sin embargo, por la omnipresencia del maligno (..) Para mí aquellos templos medievales, verdaderas pirámides cristianas levantadas por la fe de los hombres, producían una gran fascinación a la que sucumbí de inmediato». Y cuando la familia hubo de abandonar la ciudad, eso fue lo que más echó en falta. «Sobre todo, perdí el fascinante misterio gótico de una ciudad donde el tiempo parecía haberse detenido».

Sergio Molina, con su padre Jacinto Molina 'Paul Naschy'.

«Me hace gracia lo de serie B»

V. ARRANZ

Tras el fallecimiento de su padre hace ya once años, su hijo Sergio Molina ha asumido el papel de custodio de su legado. Un defensor crítico, en absoluto incondicional, pero que sí ha decidido apoyar la recuperación y difusión de las principales obras pendientes de su padre. Como 'El huerto del francés'.

Es consciente de que muchas de aquellas películas se hicieron con presupuestos incomparablemente menores a los que manejaban productoras como la Hammer, por ejemplo, pero aún así se revuelve contra el calificativo de serie B aplicado a aquel cine. «Me hace gracia que lo llamen serie B porque las películas de mi padre eran más caras, y tenían más presupuesto, que la mayoría de las que se hacían entonces», recuerda.

Molina reconoce que su padre falleció con cierto amargor porque creía no haber sido reconocido lo suficiente. «Algo de ello hay. En nuestro país hay tres grandes figuras asociadas al terror, Narciso Ibáñez Serrador -que hizo dos películas- Jesús Franco y Jacinto Molina. Los dos primeros tienen Goya honorífico, mientras que mi padre todavía no», se lamenta. Con todo, admite que en los últimos años el reconocimiento no ha dejado de crecer. El estudio 'Paul Naschy-Jacinto Molina. La dualidad de un mito' es de hace tres años, como 'Spanish horror', de Victor Matellano. Mientras que 'Bestias humanas. Las películas de Paul Naschy', de Troy Howarth y no traducido al castellano, es de hace dos. «De un tiempo a esta parte todo ha cambiado mucho. Y ahora mismo figuras como Alex de la Iglesia reivindican este cine».

La gran paradoja de Jacinto Molina 'Naschy' es que, aunque rodó casi todas sus películas en España -hay notables excepciones, como 'La bestia y la espada mágica', que se filmó en Japón- muchas de sus películas principales sólo fueron posibles porque contaron con financiación extranjera y se rodaron para el extranjero. «Si no fuera por Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y Japón mi padre no hubiera podido hacer el cine que hizo». Fue esa prematura dimensión internacional -su primera película 'La marca del hombre lobo' tuvo producción alemana- la que propició su cambio de nombre. Y así nació Paul Naschy, como su nombre de guerra como actor de mundo, mientras sus trabajos como guionista y director los firmaría Jacinto Molina.

De su faceta más personal, Sergio Molina recuerda que su padre «tenía mucho carácter, especialmente cuando rodaba, aunque era una persona muy afable y muy amigo de sus amigos». No obstante, admite que también era «una persona muy extrema, como todos los artistas, capaz de ponerse el mundo por montera para sacar un proyecto, pero también con una visión muy pesimista y negativa del ser humano, como se refleja en su película 'El caminante', una de las tres mejores suyas junto con 'Inquisición' y 'El huerto del francés». Su hijo reconoce que «tenía tendencia a ver el vaso medio vacío», pero cree que ese pesimismo en parte nacía de su experiencia, porque «sufrió muchas traiciones que marcaron su personalidad y se reflejan en su cine».

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