«No todo lo que se habla en este largometraje es cierto, pero absolutamente todo lo que se cuenta es verdad». Bajo esta premisa de la verosimilitud presentan Carlos Cazurro y Manu Sevillano su último trabajo audiovisual, 'Carraco'. Se trata de un largometraje de 65 ... minutos de duración que ha sido grabado en diferentes localizaciones de la comarca de Torozos y que profundiza sobre la pérdida de tradiciones y del patrimonio cultural.
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«Han sido tres años de trabajo, con la pandemia de por medio. 'Carraco' es una fábula rural contada en formato de falso documental. Su forma de contar la historia atrapa al espectador al tiempo que le hará dudar sobre lo que está viendo. Reivindica las pequeñas historias que en realidad son universales y que, lejos de tratar temas locales, hablan de problemas globales. Es una historia muy apetecible», invita Cazurro, su productor, director y guionista. Manu Sevillano es también su productor y director de fotografía.
Lo protagonizan el escultor, imaginero y presidente de la Federación de Artesanos de Castilla y León, Miguel Ángel Tapia y el músico Iván Carlón, que además ha sido el encargado de crear la banda sonora y de colaborar como ayudante de producción. Tienen también un papel importante el etnógrafo y musicólogo Joaquín Díaz, el ceramista y director del Centro Regional de Artesanía de Castilla y León Félix Sanz, la historiadora Marta González, la lingüista Noa Ladrón y el artesano especialista en carracas César Rodríguez. Otros que también participan Herminina y Celestino, vecinos de Tiedra y Elisa y Fabio de San Pelayo.
Este documental arranca con el sonido fuerte, seco y desapacible de una carraca en un cementerio, pero para conocer el origen de esta historia, hay que retrotraerse al mes de marzo de 1476, en el transcurso de la Batalla de Toro, cuando se creó un código secreto de uso militar que se utilizaría durante la Reconquista para enviar órdenes a las tropas y así evitar que fueran interceptadas por espías nazaríes: el carraco. Durante cinco siglos este código secreto ha estado a punto de desaparecer en varias ocasiones. Cómo ha llegado hasta nuestros tiempos es una auténtica incógnita. «Hay tradiciones que se resisten a dejar de formar parte de lo cotidiano y parecen tener una voluntad propia de supervivencia. Éste es el caso», dice Cazurro. «En algunas partes del documental se habla en carraco y lo subtitulamos. Se trata de un lenguaje que podría compararse con el silbo gomero pero en el que se utiliza un singular instrumento, la carraca. Los Montes Torozos ofrecen la acústica perfecta debido a la estribación de sus valles. Quizás antaño los pobladores de Peñaflor de Hornija, por ejemplo, enviaban mensajes a través de las carracas, a otros puntos del valle», barruntan Cazurro y Carlón.
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El medio rural, sus costumbres y tradiciones son las que han inspirado este proyecto cinematográfico. Se trata de la secuela de su anterior trabajo 'Isósceles, el último escalerero' y prometen que habrá una tercera parte. «El viaje de hacer el documental ha sido muy divertido y el viaje de ver cómo lo recibe el público, será más divertido todavía», dice animado Carlón. «Estamos convencidos de que va a gustar de verdad, porque cuenta una historia muy bonita. De hecho, ha sido seleccionado para participar en varios festivales de España. La presentación la haremos el próximo 25 de mayo en la sede de Cearcal, que desde el primer momento se ha implicado y apoyado el proyecto», prosigue Cazurro.
Su idea inicial era plasmar la pérdida del patrimonio cultural y el abandono de todo lo tradicional en un cortometraje, pero cuando comenzó el rodaje, el trabajo tomó entidad propia y fue creciendo de manera orgánica hasta convertirse en un largometraje de 65 minutos. «En él hablamos de esa pérdida de lo rural, de que hay cosas que fueron tan nuestras que dejamos que se nos olvidaran. El mismo Joaquín Díaz menciona en el documental, que damos tanta importancia lo que va a venir, que nos olvidamos de lo que vino y de lo que fue, que es el germen de lo que somos y de a donde vamos. El esfuerzo narrativo de este trabajo, está en contar lo de siempre, pero de una manera totalmente diferente», asegura el director.
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La postproducción de la cinta ha supuesto un gran reto, como también lo fue la creación de su banda sonora. «Si algo tenía que sonar para plasmar lo que queríamos transmitir, era el silencio. En un primer momento estuvo concebido para que funcionase sin música porque en las poblaciones en las que se ha grabado, San Pelayo, Torrelobatón, Velliza, Castrodeza… impera el silencio casi las 24 horas del día. La música ha servido para dar énfasis a lo que se quería transmitir en cada momento. Estoy muy contento del resultado final. Dentro de su sencillez, la música aporta mucho al documental», concluye el músico Iván Carlón.
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