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Vidal Arranz
Valladolid
Viernes, 8 de diciembre 2017, 19:25
Asegura Francisco Arango que su película ‘Lo que de verdad importa’ es un hito en la historia del cine. Y seguramente es cierto. No tanto por su atractivo cinematográfico, que lo tiene, o por su inesperado éxito popular -que le ha llevado a derrotar en ... algunos países a películas norteamericanas con vocación de rompe taquillas- cuanto por el movimiento cívico que ha generado en derredor. Y, sobre todo, por las excepcionalísimas circunstancias de producción que la rodean. Su director explica que es la primera película de la historia del cine concebida con el propósito de recaudar fondos para una ONG, lo que él denomina una película «100% benéfica y solidaria». El concepto no es fácil de transmitir, sobre todo porque es difícil de concebir. Y es que el punto de partida de todo esto es la decisión personal de Arango de invertir en su obra 7 millones de dólares a fondo perdido, y sin ningún propósito de recuperarlos, pues todos los ingresos que la película ha generado, o los que genere en el futuro –ya sea en salas, por la venta de videos, o por derechos televisivos– todos ellos, íntegros, irán a parar a fundaciones de cada uno de los países donde se distribuya. «Una locura», como él mismo reconoce. Pero una locura que ha triplicado los socios de más de una docena de asociaciones y que ha proporcionado una extraordinaria visibilidad al problema del cáncer infantil.
«La aventura me ha costado una fortuna, pero es difícil transmitir las bendiciones que este trabajo me ha proporcionado», asegura Arango. «Ha sido el mejor año de mi vida en muchos sentidos. Y he ido por todo el mundo entregando dinero con una película que no para de hacer el bien y de transmitir un mensaje de esperanza a la gente. Para mí no ha sido fácil, pero hemos hecho historia. Yo siempre quise entrar en el libro Guinness de los récords, pero nunca imaginé que fuera a ser de este modo. Esta película es un hito y lamentablemente poca gente lo sabe aún».
3,3 millones de espectadores
‘Lo que de verdad importa’ es un milagro cinematográfico que ha conseguido 440.000 espectadores en España y 3,3 millones en todo el mundo, cifras que todavía pueden incrementarse mucho más en los ocho países importantes en los que la película se estrenará el próximo año. «Ha tenido un éxito inusual. Hemos sido número 1 en México, en Colombia, en Guatemala, en Costa Rica, Panamá… La película es un golazo en toda regla», asegura el cineasta en conversación telefónica con El Norte de Castilla.
Arango es mexicano, hijo del célebre empresario Plácido Arango, fundador de la cadena VIPS y conocido benefactor del Museo del Prado, por lo que podría decirse que la idea de la responsabilidad social corporativa le viene de cuna. Pero él le ha dado una nueva dimensión. Mucho más radical. «A mí me había ido muy bien en un negocio y decidí que ese dinero iba a ser mi regalo para los niños. Sentí que no me pertenecía y que debía entregarlo».
Su compromiso solidario no es de hoy. Francisco Arango –muy conocido también como creador de la serie de televisión ‘Ala… Dina’– lleva desde 2001 colaborando con el hospital Niño Jesús de Madrid, como voluntario, prestando apoyo a cientos de niños enfermos de cáncer que han pasado por allí. Una vivencia que se refleja en su película. Fruto de ese mismo compromiso fue la creación en 2005 de Fundación Aladina, que actualmente preside y que es la beneficiaria en España del dinero que recauda la película. Con él, se podrá pagar a 1.000 niños enfermos de cáncer, en los próximos 5 años, estancias en campamentos donde se trabaja para devolverles la alegría, la esperanza, la confianza y la autoestima. Campamentos, por cierto, también vinculados al cine, porque los gestiona la fundación “Serious fun” (Diversión seria) que creara el célebre actor Paul Newman. Pero aún hay más vínculos, porque actores como Antonio Banderas, entre otros famosos, participaron en la campaña de Aladina para financiar una UCI infantil en el Hospital Niño Jesús de Madrid.
Su decisión ha roto moldes. Y es que ha invertido nada menos que 7 millones de dólares de su patrimonio personal en una película que hasta la fecha ha recaudado 11 millones en salas, aunque de ese dinero al productor (en este caso a las ONG beneficiarias) han llegado por el momento 3 millones. Un modelo de negocio, por llamarlo de algún modo, que tiene muy difícil encontrar continuadores. «Esto es algo irrepetible. Yo mismo ya no dispongo de dinero para volver a hacerlo. Pero ha merecido la pena, porque lo cierto es que me ha generado inmensas satisfacciones personales y profesionales».
La pregunta es inevitable: ¿Merece la pena el esfuerzo? ¿No hubiera sido más sencillo donar directamente el dinero a las asociaciones, en vez de poner en marcha este complicado, e insólito, procedimiento solidario? Arango no rehúye la pregunta. «Es lícito planteárselo. Pero hay que tener en cuenta que, para mí, el movimiento generado por la película, movilizando y sensibilizando a la gente, ha sido tan importante, o más, que la recaudación conseguida. Mi Fundación Aladina ha triplicado socios gracias a la película. Y algo parecido les ha ocurrido a otras doce fundaciones en otros países. Esto es muy importante».
Dinero para movilizar
«El dinero impacta mucho, porque es muy estrepitoso, pero para mí es sólo la forma que yo he utilizado para movilizar a la gente», añade. «Yo tengo mucha fe y entendí que el dinero que gané no era realmente mío, sino que debía utilizarse para ayudar a otros. Y ‘Lo que de verdad importa’ –que acaba de iniciar su difusión en el formato de video doméstico– demuestra que con el cine puedes hacer el bien y provocar un cambio en la sociedad».
Apareció la mención a la fe. Arango es católico, y uno de los aspectos de su película que más llama la atención es justamente ese: que no rehúye una visión religiosa, trascendente, de la existencia, poco frecuente en el cine de hoy. De hecho, su película anterior, ‘Maktub’, se proyectó en el Vaticano, y ésta seguirá el mismo camino. Y ha sido incluida en la Semana de Cine Espiritual que organiza la asociación católica Signis. Él no se esconde: «Intento no ser dogmático, pero le pongo muchas agallas a hablar claramente de lo que yo he vivido y conozco. Y, para empezar, intento siempre hablar bien de Dios. Para mí, el Míster, como le llamo yo, es muy buen rollo. Y hoy día los adolescentes tienen muy pocas ocasiones de recibir mensajes de fe que no provengan de un cura o una Iglesia, que les pueden parecer carcas. Y es una pena porque para mí el Míster es amor».
Una fe que, en su caso, aterriza siempre en el compromiso humano. «Intento brindar al espectador, a través de mi película, la sensación de que para volver a recuperar la fe hay que volver a ser un poco niño. Y que esa fe no se expresa en reglas de qué no hacer, sino más bien en reglas de qué debemos hacer: ayudar a la gente, amar al prójimo, e intentar dejar el mundo un poco mejor de lo que lo encontramos. Creo que si vas por ese camino te vuelves a reencontrar, al menos, con la posibilidad de creer que algo más existe».
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