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Casi un centenar de salas de cine, de distinto tipo y condición, forman parte de la historia cinéfila de Valladolid, desde la llegada de las primeras proyecciones en 1896 hasta la actualidad. Así lo documenta, con un importante soporte gráfico, 'Arquitectura de cines en ... Valladolid', el libro de Daniel Villalobos Alonso y Sara Pérez que fue presentado esta semana en los Cines Broadway, una de las pocas salas cinematográficas activas actualmente.
La principal novedad del trabajo es la mirada arquitectónica que brinda sobre el diseño y la concepción de las distintas salas. Esta perspectiva permite ver cómo los distintos estilos impregnan en mayor o menor medida el diseño de los cines con el paso del tiempo. «Los primeros son modernistas, como el Cinematógrafo Pradera, y se inspiran en el art Nouveau», explica Villalobos. «Después llegan el racionalismo y el art decó, y en los años 50 y 60 proliferan los ejemplos de arquitectura afín al movimiento moderno, que conviven con ejemplos de eclecticismo».
El ensayo permite ver cómo los primeros cines se inspiran en las salas de teatro o de music hall para la distribución del espacio, al tiempo que poco a poco van apareciendo diseños más ajustados a las necesidades de las salas cinematográficas, como las plantas con pendiente para facilitar la visión de los espectadores de las últimas filas, que terminan convirtiéndose en norma obligada.
Pero 'Arquitectura de cines en Valladolid' es también una historia de las salas de cine de la ciudad, apoyada en abundante material gráfico -más de 400 imágenes- obtenido a partir de una busca intensa en los archivos. Aún así sus autores no han podido evitar la existencia de lagunas. Algunas, comprensibles, como la ausencia de fotos del Cine Oriental, uno de los primeros de la ciudad, y de efímera vida, que surgió en 1896 en la plaza Fuente Dorada. Otras carencias, en cambio, son sorprendentes porque se refieren a salas modernas. «No hemos encontrado fotos del minicine Groucho, de Cadenas de San Gregorio; ni del primer cine Casablanca de Platerías; ni de los cines Ábaco», reconoce Villalobos. «Confío en que a partir de la publicación del libro aparezcan datos e imágenes nuevas».
La historia de los cines de Valladolid y su evolución es fascinante. El espectáculo nace ligado a barracas provisionales instaladas durante las ferias de la ciudad, en el entorno de la Plaza Mayor. Pero enseguida, en 1904, surge en el Campo Grande la primera sala estable de la ciudad, el Cinematógrafo Pradera, en la que todavía conviven las proyecciones de aquellas primeras películas, muy breves, con los espectáculos de varietés. «La portada de la barraca de Pradera, agradablemente decorada, tenía un órgano italiano con sus figuras en movimiento, las cuales giraban al son de la música», explica un reportaje de Diario Regional en 1957. «El órgano de esa barraca fue popular en España entera», añade. Junto a aquel primer Pradera, que sería renovado varias veces, surgen en esos primeros años el Novelty (C/Santander), el Cine Popular (Mantería) y el Cine Mercantil (Panaderos).
A la vista del éxito del nuevo espectáculo, que empieza a arrebatar público a los teatros tradicionales, estos empiezan a reconvertirse como cines. Primero el Teatro Zorrilla, en 1906, un año después el Lope de Vega, que acogerá el primer cine sonoro, y luego el Calderón, el Teatro de la Comedia, de la plaza de Martí y Monsó, o el Cine Hispania de la calle Muro. Al mismo tiempo, el cine se cuela también en los cafés, que no quieren quedarse al margen del nuevo negocio. Hay constancia de proyecciones en el Colón y el Royalty, de la calle Santiago; el Hotel Moderno, de la Plaza Mayor; y la Cervecería Ideal Rosales, en Independencia.
En los años 30 surgen nuevos cines como el Coca, el Teatro Pradera (nueva versión del cine Pradera), el Capitol, en la calle Panaderos; el Lafuente, en Mantería y el Roxy, en María de Molina. El Coca es destacable porque es el primer cine de la ciudad sin escenario, esto es, el primero que se concibe ya como sala dedicada exclusivamente a la proyección de películas. Después de la guerra surgen el Cine-Teatro Carrión; el Goya, en la calle Panaderos; el Cervantes; el cine Castilla, en Girón; y el Cine Avenida, en el Paseo de Zorrilla, que se convertirá en el de tecnología más moderna de la ciudad y pronto será la sede principal de la Semana de Cine Religioso y de Valores Humanos.
No es fácil saber hasta dónde impulsó la Semana de Cine la creación de nuevas salas, pero Villalobos está convencido de que influyó. Muchas salas surgen después de la consolidación del festival, aunque una parte de ellas está ligada a la aparición de un nuevo fenómeno urbanístico: los barrios. A medida que la ciudad crece, sobre todo en los años sesenta, y aparecen nuevos núcleos de población, surgen a la par cines para atender a esa clientela. Entre ellos el Delicias; el Rex y el Cine La Rubia, en el Paseo Zorrilla; el Alameda, en Portillo del Prado; Matallana, en Gabriel y Galán; Embajadores; Babón, en la calle Olmo; o el Vistarama, que, aunque situado en la periferia del centro, nace con vocación de cine para toda la ciudad, con una novedosa pantalla panorámica.
Entre los años 50 y 70 proliferan también salas de cine en colegios y en otro tipo de centros que proyectan películas de forma regular. Especialmente destacado es el del Colegio La Salle, pero aquí la relación de salas se multiplica y supera la treintena. Entre las más destacadas, la Sala Borja, que acogería las proyecciones del Cine Club Universitario; el Cine Valladolid, en la Feria de Muestras, o las salas de las cajas de ahorro Provincial y Popular, que jugaron un papel crucial en la difusión de la afición por el séptimo arte en la ciudad.
«Cuando era niño la sala de cine y la cabina de proyección eran mi patio de recreo». Quien habla es Francisco de la Fuente, actual gerente del Teatro Cervantes y miembro de una saga familiar de empresarios vallisoletanos dedicados al cine que inició su abuelo Emilio de la Fuente en 1930 con la puesta en marcha del cine Lafuente, en la calle Mantería. Su idea inicial era montar allí una fábrica de zapatos, pero, cuando vieron el éxito que tenía el nuevo espectáculo, cambiaron de idea. La sala tendría muchas encarnaciones a lo largo de su vida -durante un tiempo fue sala de cine X- pero cuando cerró en 2012 llevaba el nombre de Cine Mantería, que es el que todavía puede verse en su fachada. «El cine ha sido toda mi vida y me encanta. Por eso, cada vez que entro en el Mantería y veo la sala vacía me da una pena tremenda. Añoro los tiempos en que había 22 salas de cine a la vez en Valladolid», recuerda De la Fuente, que al asumir la gerencia del Cervantes lo convirtió en una de las salas de la Seminci. Las distintas ramas de su familia llegaron a gestionar una decena de cines en Valladolid: Carrión, Goya, Rex, Roxy, Lafuente, Avenida, Embajadores, Matallana…
Uno de los aspectos más llamativos que revela el estudio de Daniel Villalobos, y su mirada arquitectónica sobre las salas de cine de la ciudad, es la peculiar vinculación que se estableció en los colegios entre la sala de cine y la capilla. «En el colegio San Agustín, la iglesia está justo encima del cine», explica Villalobos, mientras que en el colegio Montferrant cine y capilla están juntos, pero dándose la espalda, y el muro de la parte posterior de la pantalla coincide con la parte posterior del altar. «En el colegio San José la sala de proyecciones y la capilla comparten vestíbulo de entrada, lo que ocurría también en el Núñez de Arce», añade el coautor de 'Arquitectura de cines en Valladolid'. En este último colegio, diseñado por Fisac, el antiguo cine se ha convertido en la Sala Ambigú, mientras que la capilla ha derivado en gimnasio. Pero el caso más llamativo de concomitancia es del cine proyectado en el Centro Cultural, que estaba concebido a la vez como sala de proyecciones y espacio religioso. «En los planos se ve que se contemplaba la posibilidad de colocar una pantalla delante del altar para convertir la capilla en recinto cinematográfico».
La implantación de la televisión provoca una primera crisis de las salas tradicionales, que se ven abocadas a cerrar, y surgen como alternativa los multicines y los minicines. El primero, en 1983, el Manhattan, y luego Broadway, Groucho y Casablanca. Pero otros cines tradicionales se reconvertirán a este modelo intentando sobrevivir: el Vistarama, el Coca, el Mantería, el Roxy o el Carrión reformarán sus espacios para multiplicar las salas en busca de rentabilidad. El último episodio lo integran los cines instalados en los centros comerciales, de los que actualmente sólo sobreviven los de Vallsur y Río Shopping. Todo un viaje por la historia del séptimo arte en Valladolid que recoge la obra de Villalobos y Pérez.
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