Crítica de cine

'Alcarrás': la España que cambia y la agricultura que padece

«No hay en esta obra melodrama ni sentimentalismo. Es la vida que fluye en un lenguaje que atiende a cada uno de los personajes con mayor o menor tiempo»

fernando herrero

Martes, 3 de mayo 2022, 11:23

Un neorrealismo cotidiano. Varias generaciones de unos agricultores que producen melocotones a gran escala. Un testimonio coral de dos horas, en las que la vida normal se refleja magníficamente. La recogida de la fruta, su traslado al pueblo, las diversas cuestiones de la familia, lo ... individual y lo colectivo, las fiestas en Alcarrás, las reivindicaciones, el cambio de costumbres. Un filme que no parece denuncia pero que lo es, la vida del campo está cambiando y no para bien precisamente. Es esencial para una nueva economía representada en la película por las placas solares.

Publicidad

Varias generaciones, impotentes ante el hecho de que est será su última cosecha. El anciano, los hijos, los jóvenes, los niños, cada uno con su problema que la película muestra en movimientos de cámara y planos medios, rostros y cuerpos, como también las partes físicas de tractores y automóviles. Todo ello en un maravilloso paisaje. Lo rural, incluido el pueblo y sus fiestas o sus partidas de cartas. La vida colectiva de la familia, las caras sonrientes, o la de la chica siempre seria, los juegos en la piscina, el amor, son la normalidad dentro de la anormalidad de la situación que se muestra en el tractor aplastado. La fruta como señal (justa) de protesta.

Alcarrás

  • Dirección y guion: Carla Simón

  • Música: Andrea Koch

  • Fotografía: Daniela Cajías

  • Reparto: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otín, Xenia Roset, Albert Bosch, Ainert Jounou.

  • Calificación: ****

No hay en esta obra melodrama ni sentimentalismo. Es la vida que fluye en un lenguaje que atiende a cada uno de los personajes con mayor o menor tiempo. Una película que puede parecer lenta, pero que se va adueñando del espectador desde esta vida de los personajes y de la fluencia de la cámara para el retrato total. Unos intérpretes no profesionales, que respiran verdad, hacen que participes de los sinsabores de sus propias vidas, de sus trabajos que serán eliminados, de su felicidad y de su desgracia. Ni siquiera existe una bicicleta que se robe como en la película de De Sica. Este realismo es más puro, y más duro. Es el de la España que cambia, de la agricultura que padece, de la injusticia de todos los días. Un melocotón es un pedazo de vida y de muchas vidas que ha dejado atrás.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad