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José María Cillero
Sábado, 10 de enero 2015, 09:52
¡El bueno de Doc! Emmett Brown, Doc, el científico loco de Regreso al futuro interpretado por Chistopher Lloyd crea, tras una lista inacabable de inventos fracasados, una máquina capaz de trasladarse en el tiempo y ¿para qué? ¿Para viajar hasta la Jerusalén donde vivió Jesucristo? No, ese huerto lo había empezado a cultivar un año antes JJ Benítez con su serie de novelas Caballo de Troya. ¿Para asistir a la Toma de la Bastilla, tal vez? Qué va, para eso ya está el prolífico Harry Turtledove, quien diez años después del estreno de la película de Robert Zemeckis coescribió con el actor Richard Dreyfuss The Two Georges, en la que Napoleón evita la Revolución Francesa. ¿Para estar en la plaza Dealey de Dallas aquella infausta mañana de 1963? Tampoco. Habría que esperar a 2011 para que Stephen King abordase con maestría ese acontecimiento en su novela 22/11/63.
Doc convirtió aquel Delorean DMC-12 de fabricación irlandesa y alas de gaviota en una máquina del tiempo para que un adolescente que se mueve en monopatín y toca la guitarra suba y baje por las ramas de su árbol genealógico, el de una familia media estadounidense, que vive en un anodino pueblo, el ficticio Hill Valley, con sus urbanizaciones de adosados, su high school, su mall y su reloj en la torre. Para que Marty McFly Michael J. Fox saque de sus embrollos a sus familiares directos en línea ascendente y descendente del pasado y del futuro. Y es precisamente esta paradoja espacio temporal la que esconde el secreto del éxito de una película de aventuras para adolescentes sin muchas más pretensiones, convertida en obra de culto para toda una generación. La posibilidad de espiar a una madre más o menos estricta en sus tiempos de edad del pavo o la de saber si tus hijos van a triunfar en la vida, o si tú mismo vas a saber envejecer, mientras, ya que estás, le das pistas a Chuck Berry de cómo componer Johnny Be Good, toda una revolución musical de su tiempo. El poder de cambiar tu historia, la de los tuyos, de corregir las decisiones erróneas que años antes tus antepasados tomaron en casa o las que se van a tomar tus descendientes es lo que hace de Back to the future la obra más celebrada del género de la ucronía, creado por H G Wells en 1895.
La primera entrega de la trilogía cumple este año su trigésimo aniversario con una frescura inusual en un género tan perecedero como la ciencia ficción, más la que se arriesga a anticipar cómo será la vida dentro de unos años. Estos días cientos de reportajes, si no el mismo cientos de veces repicado con algún retoque (es lo que tiene la web), se afanan en contar que Nike producirá este año, con motivo del acontecimiento, sus futuristas zapatillas con robocordones que Marty (y su hijo) calzan en la segunda entrega de Regreso al futuro, al tiempo que recuerdan que Mattel sacó una réplica del aeropatín al que sólo le faltaba sostenerse en el aire. Lo que también valoran los reportajes en torno al cumpleaños de la película son sus aciertos en anticipar los inventos que, según imaginaron en 1985, serían realidad en este 2015, año al que el protagonista de la serie viaja en Back to the future Part II, como las compras por Internet, el videoteléfono o las puertas que se abren con la huella digital, no muchas aún, pero haberlas haylas, como hay tabletas que sólo se desbloquean si su dueño posa el dedo.
La celebración de las tres décadas de la película prevé su regreso a los cines. Este reestreno estará acompañado en Suiza y en algunas salas de EE UU de la presencia de una orquesta en vivo, que durante la proyección interpretará la banda sonora del filme bajo la batuta de su autor, Alan Silvestri. En marzo de este año, la compañía Hot Toys lanzará a la venta un muñeco de 27 centímetros de asombroso parecido a Marty McFly y que costará en torno a 220 dólares. También se ha anunciado la llegada de un musical basado en Regreso al futuro, que se estrenará en Londres y que, si tiene el éxito esperado, viajará después a Broadway. Este proyecto cuenta con la participación de los creadores de la saga, quienes se implicaron en él tras decidir que jamás rodarán una secuela más de la serie para el cine.
Todo para conmemorar un taquillazo de los 80 380 millones de dólares recaudados en todo el mundo, había costado 19 millones que dirigió Robert Zemeckis, producido por el trío Steven Spielberg, Kathleen Kennedy y Frank Marshall, con guion del propio Zemeckis y de Bob Gale, este último, al que se le ocurrió la trama a partir de imaginarse cómo se habría llevado con su padrea adolescente si ambos hubieran sido escolares de la misma edad. Ambos firmaron una historia que atrapa al espectador desde la primera escena, una historia que los dos Bobs cuidaron hasta el más mínimo de detalle, el que puede pasar desapercibido, como el del nombre del centro comercial (el mall), que antes del viaje de Marty a 1955 se llama Twin Pines Mall y a su regreso, otra vez en 1985, Lone Pine Mall. ¿La razón? Desde su aparcamiento sale el DeLorean para llegar en 1955 al mismo sitio recuerden a Doc, «lo importante no es a dónde están sino cuándo están», que 30 años antes era el rancho así llamado por la presencia de dos pinos gemelos (twin pines), uno de los cuales derriba Marty con el coche en su aterrizaje al pasado, razón por la que desde entonces el rancho, y luego el centro comercial, se llama Lone Pine (pino solitario).
La trilogía Regreso al futuro, guarda otros pequeños tesoros y un montón de anécdotas, como el cameo de Huey Lewis, del grupo de rock Huey Lewis and the News, quien interpreta el papel del juez que ha de decidir cuál será la banda musical del baile del instituto y que rechaza a Marty por demasiado ruidoso tras interpretar en el proceso de selección el tema The power of love de los Huey Lewis and the News, precisamente.
La elección de actores también dio lugar a muchas curiosidades. Costó poder contar con Michael J. Fox para el papel protagonista, inmerso como estaba en una serie de TV de celosos productores que le negaban compaginar grabación y rodaje. Christopher Lloyd también se dejó querer para el papel de científico, para el que también habían sonado John Lithgow y Jeff Goldblum. Lloyd, que había rechazado el papel, acabó aceptándolo, convencido tras la lectura del guion y por la insistencia de su esposa. Crispin Glover, padre de Marty, se negó a rodar la segunda entrega, por lo que fue sustituido por Jeffrey Weissman, al que se le rodó siempre de espaldas y cuya presencia fue testimonial. Por otra parte, los productores sí contaban con la actriz Claudia Wells, que hacía de Jennifer, la novia de Marty, pero a su madre le diagnosticaron una enfermedad que le obligó a declinar su participación, por lo que fue sustituida por Elisabeth Sue, tan bien caracterizada que apenas se nota el cambio.
Y por último, con frecuencia se ha hablado de los paralelismos entre dos de las trilogías de más éxito del cine, Regreso al futuro y El señor de los anillos. En ambas, varias de sus entregas fueron rodadas si no simultáneamente, al menos consecutivamente, con las ventajas del ahorro de costes de producción, utilización de decorados, además de garantizar que no hubiera cambios en la fisonomía de sus jóvenes protagonistas Pero comparten además a Elijah Wood. En 1989, con ocho años, debuta en el cine con una fugaz aparición en la segunda parte de la trilogía de Zemeckis. Es uno de los dos niños junto a la máquina de videojuegos de la cafetería del futuro. Sólo McFly viajando a bordo de su DeLorean y tirando del condensador de fluzo podría haberle dicho entonces que doce años después iba a protagonizar como Frodo Bolsón la trilogía de Peter Jackson.
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