Isabel Coixet confiesa su afinidad con los perdedores: «Me gusta la superación»
La directora catalana muestra su vis cómica en la tertulia celebrada en Valladolid
Victoria M. Niño
Jueves, 24 de julio 2014, 12:12
La comedia que no frecuenta en sus películas, la desarrolla en la vida. Isabel Coixet participó ayer en una tertulia en el Hotel Nexus, organizada por El Norte de Castilla, la Semana Internacional de Cine (Seminci) y las Bodegas Frontaura. La más internacional de las directoras españolas, «por casualidad y necesidad», enlaza en la misma conversación, en la misma biografía, nombres como Tim Robbins, Pedro Almodóvar, Penélope Cruz, Sarah Polley, Phillip Roth o Roberto Saviano. Transita por el mundo del cine con un peculiar sentido del humor, el que ha ido desarrollando para saltar prejuicios estéticos, puertas financieras cerradas y cualquier valla que interfiera en su pasión: rodar y rodar.
Coixet (Barcelona, 1960) atendió a las preguntas de una decena de invitados y demostró que calla más en el cine que en la vida. 'Mi vida sin mí', la música como elemento importante y los personajes como motor de sus películas centraron buena parte de la tertulia, en la que se degustaron vinos de las bodegas Nexus y Frontaura.
El crítico musical Emiliano Allende propuso parada en las bandas sonoras. Coixet descubrió pronto a Alfonso Vilallonga, su «alma gemela. Ambos somos de Barcelona, no nacionalistas, él de familia aristocrática, yo de extracción obrera, y tenemos un humor muy parecido». La directora de "Cosas que nunca te dije" considera la música fundamental y en ese descubrir sonidos ha topado con Anthony and the Johnsons, que le regaló la canción de 'La vida secretas de las palabras'. «Hay canciones que me acompañan durante un rodaje entero porque son inspiradoras. Aunque los de Muchachada Nui se metan conmigo».
Películas de una particular estética las de Coixet, pero también de una sutil presentación de problemas sociales y políticos. Javier Castán preguntó por la ausencia de cine político español a quien grabó un documental sobre Garzón. «Entonces no sabíamos lo que íbamos a hacer. Cada día que leía los periódicos pensaba que no era verdad, que no podía ser lo que le estaba pasando a Garzón. Por eso le propuse hablar, grabamos ocho horas». Su contacto con ciertas realidades, como una organización dedicada a las terapias para paliar los traumas de la tortura le llevó a crear el personaje de Polley en 'La vida secreta...'. «Como en el caso de 'Ayer no termina nunca' intento explicar sin explicar. En esta última fue la historia de una amiga que pierde a su hijo, su empleo y su casa en una semana. El proceso de la pérdida y cómo remontó, ser testigo de esa transformación personal es lo que me inspira. Contar la precariedad que veo y vivo cada día puede ser en cierto sentido político».
Arturo Dueñas se interesó por el cine en tiempos de crisis. Ahí Coixet fue tajante «la nostalgia es un error». Acepta que hay muchas buenas películas «que veo en festivales y no llegarán al público. No se puede poner una pistola a la gente para que vaya al cine. Creo que mi deber es hacer películas y para ello acepto proyectos que me proponen. Me considero una privilegiada pero he trabajado mucho para llegar a ello. Me ha servido hacer películas fuera para que ahora me llamen».
Eso distingue en su filmografía las películas que ha levantado a partir de guion propio, de adaptaciones literarias o en las que ha dirigido el guion de otro. Entre estas últimas está 'Elegy', adaptación de la novela de Philip Roth El animal moribundo' que le encargaron dos productores americanos que habían comprado los derechos de esta, 'La mancha humana' y 'Pastoral americana'. El señor Roth, descontento con la adaptación de 'La mancha', le leyó tres veces el libro que debía adaptar Coixet con guion ajeno. «Cada vez que leía un párrafo, se admiraba de su brillantez, lo cual la anulaba completamente. Tenía fijación con una escena sexual que le insistí que no haríamos. Cada vez que hablaba con él por teléfono me lo preguntaba». Coixet provocó la hilaridad colectiva concluyendo que «hay gente a la que se admira que es mejor no conocer». Finalmente fue al estreno con su última novia «y como a esta no le pareció mal, a él tampoco».
Del proceso creativo de una película, la también directora de publicidad, prefiere la «escritura, es lo más gozoso. El campo está abierto y hay que delimitarlo, es un momento rico, mágico. El rodaje me gusta, es como nadar en la oscuridad y el montaje consiste básicamente en sufrir, siempre en cuartos pequeños y sin aire acondicionado». Sus guiones están dominados por «perdedores, siento afinidad por ellos, me manejo mejor en la pérdida que en el éxito. Me gusta ser testigo de su superación. También yo fantaseo con comportarme así». A esos personajes les «hago ocupar el espacio de la soledad y el silencio», y es que la dicharachera directora se considera melancólica, con fase infantil de odio al mundo. «A una le sale bien lo genuino. Cuando la gente se dirige a mí, es porque le gusta algo de una película mía, como si hubiera una sociedad secreta de melancólicos. Aunque no lo parezca, puedo estar en silencio».
Esta laboriosa mujer de cine tiene una película en cartelera ('Mi otro yo'), está montado la siguiente ('Nadie quiere la noche') y tiene otra para 'Learning to drive' en capilla festivalera. El público la pide una comedia, pero le resulta difícil, «lo mío es el dramón».
En un futuro a medio plazo acaricia la idea de hacer una película del relato 'La librería', de Penelope Fitzgerald. Sabe que es difícil encontrar financiación para un guion que no tiene sexo, ni amor, «solo el deseo de una inglesa de mediana edad de poner una librería en su pueblo y cómo ese gesto en apariencia inocente provoca la mezquindad de los vecinos». Pero quizá se vuelva a lanzar. Mientras, hará una etiqueta para Nexus.
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