Secciones
Servicios
Destacamos
Mitxel Ezquiaga
San Sebastián
Domingo, 7 de enero 2024, 00:28
Cien años, mil chillidas. ¿Por dónde empezar con el retrato del escultor mayúsculo cuyo nacimiento será centenario este miércoles? Fieles a la personalidad del propio Eduardo Chillida, sin grandilocuencia, hay que contemplar a ese chaval alto que corría por la orilla de la playa y ... nadaba en la bahía de La Concha en la San Sebastián de los años 30 del siglo XX. Este incansable hombre de acción, el 'rebelde' que no terminó el bachiller en Marianistas «porque iba por libre», era un atleta hiperactivo que detenía las brazadas y miraba alrededor dejándose mecer por las olas. Muchos años después contaría que esas mañanas en La Concha, los ritmos de las mareas, la conexión cambiante pero permanente del espacio-tiempo, el ruido del mar, empezaron a forjar su personalidad como artista: el tipo que juega a pala embutido en un antiguo bañador terminará siendo un escultor universal. El hombre de acción es también un hombre de reflexión.
Porque Eduardo Chillida se reivindicó como autodidacta y aprendió en los lugares más insólitos: la portería del viejo estadio de Atocha fue otra academia para él. Aquel ágil gato que defendió con orgullo la camiseta de la Real Sociedad también repetía que su trabajo de portero le enseñó más sobre dimensiones espaciales que algún insigne pupitre. Una temprana lesión le retiró del fútbol, y como siempre le dijo Pilar Belzunce, su mujer, la madre de sus ocho hijos y su conexión con el planeta Tierra, si no hubiera sido por ese percance, habría sido «entrenador del Hércules, el Elche o algún otro equipo».
El Hércules perdió a un míster y a cambio el mundo ganó a un artista que marcó una época. Por eso la celebración del centenario de su nacimiento genera estos meses un amplio e internacional programa de actividades. La figura y la obra de Eduardo Chillida están más vivas que nunca porque siguen ofreciendo nuevas aristas, miradas distintas en las generaciones que van descubriendo su trabajo.
El artista dejó muchas veces escritos y documentados los procesos de creación de cada obra: en términos actuales podríamos decir que muchas esculturas nacían con su 'making of'. Chillida, tan clásico en algunas de sus formas de vida, fue un moderno adelantado a su tiempo en muchas cosas. Es precisamente ahora cuando podemos empezar a entenderle.
¿Una prueba? El 'Peine del Viento' de San Sebastián. Hoy parece que siempre ha estado ahí, como un accidente geográfico más de la bahía. Cuando se instaló, en 1977, fue objeto de bromas ciudadanas. Ahora no solo es una de las obras más populares de Chillida: es un icono de la ciudad, el lugar favorito de vecinos y visitantes. El Peine es una obra colosal, fruto de la conjunción del arte de Chillida, la arquitectura de Luis Peña Ganchegui, otro grande, y el ingeniero José María Elósegui, que ideó el complicado sistema de raíles para desplazar hasta las rocas las toneladas de imaginación del escultor. Ese singular maridaje del arte con el paisaje fue 'inaugurado' 30 años después, porque una mezcla de burocracias y desidias iría aplazando la rúbrica oficial a la obra.
El trabajo del escultor está expandido por el mundo, en los grandes museos y en espacios exteriores, de Berlín a Estados Unidos pasando por sus obras en Madrid, Barcelona, Sevilla o Gijón. Pero es en su Guipúzcoa natal donde se encuentran los dos lugares que son puertas de lujo para entrar en el 'planeta Chillida': ese 'Peine del Viento' y Chillida Leku, el bosque encantado donde el pensamiento y el talento del autor se entienden sin necesidad de grandes palabras o teorías, solo con una inmersión entre esculturas, árboles y un caserío centenario. Al bañarse en este no-museo, uno es el Chillida niño que se bañaba en La Concha: no hace falta comprender, basta con sentir.
Eduardo Chillida nació el 10 de enero de 1924 en San Sebastián, hijo de un militar con una sensibilidad artística especial y con una madre soprano. A los 19 años se fue a Madrid a estudiar Arquitectura, pero pronto vio que no es lo suyo. A cambio frecuentó el Círculo de Bellas Artes, donde confirma su habilidad en el dibujo. «Veo que mi mano va más rápida que el cerebro, así que decido dibujar con la mano izquierda, y así consigo que el cerebro controle la mano. Estuve dibujando con la mano izquierda, precisamente, para hacer que no se me 'escapase' la mano hábil, la derecha». Esos días asisten al nacimiento del escultor. En octubre de 1948 se trasladó a París: realizó sus primeras obras en yeso, influido por la escultura griega arcaica del Louvre, y 1950 expuso por primera vez en la Galería Maeght las obras 'Torso' y 'Metamorfosis'.
Pero nada es lo que parece: Chillida dejó París en 1951 con cierta sensación de fracaso. Quiere encontrar su camino. Se instaló en la localidad guipuzcoana de Hernani y empezó a experimentar con el hierro en la fragua. Toma conciencia de cuál es su sitio. Y ahí se irá desatando todo, poco a poco pero sin pausa, con los pies en el suelo y las ramas bien abiertas al mundo: 'Ilarik', su primera escultura abstracta, es el hito de su despegue internacional. En 1958 recibió el Gran Premio de Escultura de la 28 Bienal de Venecia y los reconocimientos le acompañarían ya hasta el final.
Forma parte ya de la historia su relación con Jorge Oteiza, amigo, enemigo y amigo en sucesivas oleadas. Son los grandes escultores vascos del siglo XX y sus respectivas trayectorias marcan también dos maneras de estar en el mundo. Se reconciliaron en 1997 con el llamado 'abrazo de Zabalaga'. El reencuentro de dos viejos compañeros de viaje al final de sus vidas, superando las diferencias, fue entonces un mensaje de reconciliación en una Euskadi que seguía herida por la violencia. «Mi vida ha sido una aventura, me la he jugado en cada obra», resumía un Chillida que reivindicaba tiempo para hacer más. Su obra sigue, de alguna manera, abierta.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.