El Calderón más divertido revive en Olmedo Clásico: «Es como tomar limonada»

«Es una comedia pura y dura y, justamente por eso, nos apetecía meternos con ella. Nos lo pedía el cuerpo porque todavía estamos saliendo de los efectos de la pandemia», explica Ripoll. «Esta obra es como tomarse una limonada o un gazpacho».

'Mañanas de abril y mayo' recrea un Madrid verde y florido, bucólico y sensual, en el que las jóvenes parejas de enamorados se confunden, se evitan, se engañan, se sorprenden, se buscan, y, a veces, hasta se encuentran en una obra plagada de enredos que tiene como punto de partida la confusión en torno a un sombrero. Ese equívoco lleva a que dos mujeres sean tomada por la misma, y una de ellas parezca ser dos distintas a la vez, un argumento que parece anticipar el de la muy posterior y también célebre 'El abanico de Lady Windermere' de Oscar Wilde.

«Todo es juego y alegría en este Calderón primaveral y retozón, donde la fuerza de la naturaleza se impone a la reflexión, y los huertos, jardines y bosquecillos de Madrid resultan ser otros protagonistas de la trama», explica la compañía en su información promocional del montaje.

Desde el principio Laila Ripoll tomó la decisión de acercar temporalmente la obra y escogió la España de los años 50 y 60 para situar la trama calderoniana. La principal motivación fue poder tomar como inspiración la comedia cinematográfica de la época, especialmente la de Blake Edwards. Pero también otras obras del cine español como 'Las muchachitas de la Cruz Roja' o 'Atraco a las tres' estuvieron presentes al concebir el montaje. «La estructura que tiene esta comedia es muy parecida al cine de Edwards y hay algunos personajes que recuerdan claramente a algunas de sus comedias, como 'El guateque», explica Ripoll.

'Mañanas de abril y mayo' pasa por ser el Calderón más próximo al estilo de Lope de Vega, pero sin que pueda exagerarse la proximidad ni siquiera en este caso. «Hay unidad de acción, como en el Arte nuevo de hacer comedias, pero la obra no transcurre en tres jornadas sino en una», explica la directora. Y, además, la trama es más ligera, tiene menos elementos.

«Para ser un clásico no tiene mucho reparto», explica la directora del montaje, quien admite que eso facilita su adaptacióin. «Tiene una gran modernidad y al público le está encantando», asegura.

Aunque Ripoll ha trabajado más con Lope que con Calderón, hace tiempo que quería abordar alguna de sus obras y en la elección de ésta se dio, además, una circunstancia emocional personal: la última versión en España fue montada por Miguel Narros y Andrea D´Odorico, a quienes considera sus maestros. «Me parecía una forma de rendirles homenaje. A ellos y a una forma de hacer teatro con mucho mimo y rigor, muy cuidadosa y con mucha dedicación».

El montaje realiza un trabajo de videoescena y de escenografía muy cuidadoso, con gasas vaporosas y proyecciones que, en el momento de hablar con la directora, todavía no sabía si podrían recrearse adecuadamente en el escenario de la Corrala.

«El teatro clásico gusta mucho al público, pero no es fácil de montar porque es caro, sobre todo porque necesita elencos amplios», explica Ripoll. «Quizás por eso, fuera de los festivales, los clásicos se representan menos que antes».