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Fernando Conde
Valladolid
Lunes, 12 de diciembre 2022, 00:11
Ha escrito Juan Manuel de Prada una biografía. Y, siendo este un hecho cierto, dicho así es faltar a la verdad. Quizá habría que decir –por ser más precisos y justos– que ha alumbrado Prada un nuevo género literario que tiene que ver con la biografía, pero también con el escrutinio minucioso, con la investigación académica, con la mirada interna y la visión externa de los hechos, con la novela en marcha, con el reportaje periodístico, no ya 'king size', sino de extensión imperial.
Porque eso es 'El derecho a soñar. Vida y obra de Ana María Martínez Sagi', una obra monumental en el fondo y en la forma. En lo primero, porque reconstruye con exactitud microscópica la vida de esta escritora, deportista notable, feminista avant la lettre, anarquista de aluvión, amante de sus amadas, madre apócrifa y, en sus últimos términos, sombra impresa e imprecisa en los manuales de una literatura que casi acabó por despreciar. Y en lo segundo, en la forma, porque hablamos de más de 1.700 páginas.
1.700 páginas, divididas en dos hemistiquios imperfectos. El primero de los cuales da cuenta, tras una breve puesta sobre la pista de cómo conoció Prada la historia de la Sagi a través de César González-Ruano, de lo que fue su vida hasta 1937, seguida de un interludio compuesto por todo aquello que le contó a Prada en sus visitas a la residencia de Moià sobre su vida, hasta que se extingue en 2000. La segunda, mucho más extensa y meritoria por el trabajo de investigación que trasluce, desentraña lo que la autora de 'Andanzas de la memoria' no contó y que el escritor reconstruye por testimonios interpuestos.
Y entre lo uno y lo otro, allí fluye casi todo el siglo XX español: la Barcelona burguesa y modernista de principios del XX, el Club Femení i d'Sports, la guerra civil y las milicias anarquista en el frente de Aragón, el trabajo como reportera (gráfica y literaria) en el conflicto, la caída de Cataluña y la desbandada por los Pirineos, las penurias de los exiliados en una Francia que los recibe hoscamente, las sombras y los misterios del París ocupado por los nazis, su paso como profesora por una universidad americana, Rusiñol, Picasso, algunos poetastros, la Storni, la Mistral, los amores masculinos y los femeninos, presididos siempre por la figura constante de Elisabeth Mulder…
Desentierra así Prada, subsumida la voz narrativa en un plural de cortesía –que en ciertos momentos no esconde su desprecio hacia otros intentos sobre la Sagi y hacia muchos fantoches literarios, de entonces y de ahora– un cadáver exquisito de mujer que se manejó siempre y escribió toda su obra en español -aquella burguesía catalana era francófona y consideraba el catalán una lengua de payeses-. Una mujer que, con desidia y un punto de desprecio hacia lo que no reportara beneficio literario, dejaba que las cartas de amor que escondía bajo un faro un amante de juventud fueran leídas solo por el mar.
El bosque que conforma el texto es profundo, extenso y variado, pero a cada poco se trufa de obra de la propia Sagi. Y así, nace aquí una flor preciosa, allí un hongo comestible, de vez en cuando una aulaga o se abre una madriguera en la que el biógrafo mete la cabeza para husmear a fondo. Incluso, en algunos momentos se sospecha un cierto celo diferido, anacrónico, del propio biógrafo hacia algunos pretendientes, como si, enamorado del mito creado, sintiera las punzadas del amor que, por imperativo cronológico, nunca habría podido ser.
Retrata el libro de Prada a una mujer que, ideológicamente, fue parando en las estaciones previstas del pensamiento político. En eso no fue muy a la contra del resto. Y también como su biógrafo, con los años, la escritora despotricará de buena parte de su producción literaria primera: demasiada juventud entre sus letras, como argamasa cursi y soporífera, en su caso; imprecisa y urgente, en el de aquel.
En definitiva, la obra es el sueño de un escritor hecho libro, lo que, a la contra de Calderón, pasa a veces. Un libro que sin duda daría para más de un Aula de Cultura, pero al que, al menos, irá dedicada el de mañana martes que, con el patrocinio de la Junta de Castilla y León, Fundación laCaixa y Fundación Vocento, tendrá lugar, a partir de las 19 h., en el Círculo de Recreo de Valladolid.
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