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JESÚS BOMBÍN
Miércoles, 8 de noviembre 2017, 20:26
José Varela Ortega (Madrid, 1944) es historiador, autor de ensayos como ‘Los señores del poder y la democracia en España’, y al hilo del desafío independentista catalán le parece detectar en la calle el resurgir de un patriotismo constitucional del que sentirse orgulloso: «El ... sarampión de equiparar lo español con el franquismo se está curando». Este jueves el patrono fundador de la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón y nieto del pensador José Ortega y Gasset disertará a las 20:00 horas en la Academia de Caballería sobre la imagen de España en el extranjero, en una sesión del Aula de Cultura patrocinada por Caixabank con el apoyo de la Junta de Castilla y León.
–¿Cómo es la imagen de España en el extranjero?
–Los estereotipos son dos principalmente: el del español militante y apasionado que corresponde a los siglos XVI y XVII, la época del imperio; y el del romanticismo de finales del siglo XVIII hasta la mitad del XIX. Pero hay otro tópico, que es el opuesto, y que también ha marcado imagen: el del español indolente, fabricado por los ‘philosophes’ de la Ilustración francesa.
–¿La Transición no ha contribuido a diluir esos tópicos?
–Hay una eclosión a partir de 1992 con la Expo de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona. Ahí se compatibilizan ambos estereotipos: España es divertida, emocionante, romántica, pero también moderna. La ceremonia de las Olimpiadas me pilló en Buenos Aires. Viéndola en la televisión argentina, cuando el arquero lanzó la flecha que alcanzó el pebetero se produjo en el locutor argentino un silencio de unos segundos, y de pronto dijo: ‘Me parece que a partir de ahora vamos a tener que cambiar los chistes de gallegos’, que en Argentina hablaban de la persona tosca, rudimentaria, cateta. Fue significativo. Claro, que eso no impide que el tópico volviera otra vez durante la depresión entre 2008 y 2013, de nuevo con la idea de la España atrasada, manirrota, que no trabaja o trabaja mal. Luego, al solventar la crisis de una manera espectacular en relación a otros países, la imagen se ha rehecho. Estamos en una lista muy especial con sus ventajas e inconvenientes. Porque como dirá cualquier publicista, lo primero es existir, tener marca. Y España es un país presente en el imaginario cultural occidental.
–¿Es España un país anémico en sentimiento patriótico?
–No, creo que es al revés. La sorpresa de muchos políticos estos días ha sido que el sentimiento nacional constitucional y decente, el del orgullo de un país que ha manejado sus propias crisis y que es importante y próspero, es mucho más profundo de lo que creían muchos políticos. Los gestos de patriotismo de estos días en las calles han desconcertado a casi todos los políticos, incluidos los del PP. Lo que ha sido complicado después de la etapa franquista ha sido construir un patriotismo constitucional que no estuviera reñido con el progreso y la democracia, y lo ha hecho la gente antes que los políticos. Se equivocan tanto los independentistas en minusvalorar eso como los partidos constitucionales. La cantidad de banderas que hay en todas las casas del país, incluida Cataluña –porque ahora se atreven a hacerlo, es muy saludable.
–¿Está España vertebrada?
–Somos un país bastante vertebrado, salvo que lo desvertebren si se tolera la ruptura del estado de derecho. Lo que no se toleraría en ningún lugar es que se pisotee la ley. No hay más que leer el discurso de Kennedy cuando intervino el Estado de Alabama: si dejamos que no se respeten la Constitución y las leyes, este país –y se refería a EE UU–, será invivible. Aquí sorprende la falta de seguridad de algunos políticos de izquierda y derecha en cuanto a principios fundamentales, como la soberanía nacional, reconocida desde 1812 en todas las constituciones democráticas españolas.
–¿Tienen algo que ver los nacionalismos vasco y catalán en el empequeñecimiento del sentir español?
–Aprovechan eso, pero están teniendo mucho que ver en el resurgir de un sentimiento español. Han aprovechado durante muchos años un cierto desconcierto por la resaca posfranquista. Como Franco se apoderó de una determinada expresión de lo español, han tendido a equiparar España con esa versión. Pero ese sarampión se está curando. Hemos construido una democracia y progresado de manera espectacular; parece sensato tener orgullo patriótico. Y eso se está reconstruyendo, algo a lo que ayuda ese espíritu supremacista y racista del independentismo catalán.
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