Fernando Conde
Valladolid
Jueves, 8 de diciembre 2022
Era un miércoles a caballo entre dos festivos, uno laico y el otro creyente, pero aun así el salón de baile del Círculo de Recreo de Valladolid recibe a Pilar de Arístegui con muy generosa concurrencia. Lleno el aforo del Aula de Cultura, que cuenta con ... el patrocinio de la Consejería de Cultura y Turismo, Fundación Vocento y Fundación la Caixa. Pilar de Arístegui es pintora, académica de la Real de las Artes gaditana y novelista –jardinera también, precisa ella con evidente orgullo–. Su juventud transcurrió entre Bruselas –donde nació–, París, Londres, Washington y Madrid, ciudad en la que Manolo Ortega le enseñó a pintar «al fresco».
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Desde entonces la suya ha sido una vida de exposición continua: 55 colectivas y 24 individuales, anotadas en su bagaje profesional, cuadros y obra en museos de medio mundo y obra gráfica de muy diverso tenor. Pero siempre con un mismo objetivo: retratar la crónica de un mundo que sucede alrededor. Hija, hermana y madre de diplomáticos, que han servido a su país fiel y cumplidamente, esa misma vocación de servicio y entrega se percibe en ella desde sus primeras palabras.
«España es –afirma– un país con una historia única, forjada por hombres universales, pero también por mujeres de las que desconocemos o no queremos saber, por alguna extraña razón, su enorme trascendencia». Y es entonces cuando por la sala comienzan a desfilar nombres como los de Luisa Medrano, la primera catedrática de universidad habida en el mundo, en Salamanca concretamente; o Isabel Barreto, la única mujer en la historia universal que ha portado el título de Almirante de la mar o, como se nombraba en la época, Adelantada de los Mares del Sur, una española que a finales del XVI comandó una expedición que acabaría recorriendo alrededor de 20.000 millas náuticas.
También surge entre las brumas de la memoria histórica el nombre de Beatriz Galindo, la Latina, o el de algunas reinas de imperial valor como la vallisoletana Ana de Austria, madre y mentora del más grande rey francés, Luis XIV, el Rey Sol. Una mujer que estuvo siempre muy por encima de la mala prensa que quisieron darle a la posterioridad los Dumas, entre otros.
A Pilar de Arístegui no la silencia cualquiera, porque el manejo de datos, cifras, fechas y memorias es preciso, casi pasma. Tanto que de esa erudición largamente atesorada surgen algunas de sus novelas, siempre con la mujer como protagonista. Por ejemplo, Luisa Roldán, la Roldana, la escultora del XVII que no podía firmar sus trabajos –por ser hija, primero, de escultor y luego esposa, sin potestad para la fama, pero que se resistió al anonimato, hasta el punto de dejar en un pequeño hueco del 'Ecce Homo' que adorna la capilla de San Sebastián en la Catedral de Cádiz un diminuto pergamino enrollado en el que reivindicaba aquella obra como suya. Justo tres siglos después, unas labores de restauración descubrieron el legajo e hicieron justicia.
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O la propia reina Sofía, a quien Pilar de Arístegui honra con una biografía que cuenta mucho sin desvelar nada, porque, como afirma ella misma, «en la literatura como en la pintura el verbo insinuar es mucho más poderoso que el verbo enseñar». Un breve paseo por nuestro pasado de la mano de nuestras más grandes mujeres, con Isabel de Castilla a la cabeza. Y una cosa queda clara: de la hispanidad, como causa común a quienes vivimos a un lado y otro del Atlántico, queda claro que lo único que se puede estar es satisfecho y orgulloso. Y eso no es insinuación sino enseñanza.
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