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Con más de una treintena de títulos a sus espaldas, José Ángel Mañas ha recibido ya la llamada de la vista atrás y la reflexión. ... Contemplando el éxito y el devenir de la literatura, firma en 'Una historia del Kronen' su autobiografía, bautizada para ello con la que es, aún hoy, su obra más reconocible: «La gente conoce más 'Historias del Kronen' que a José Ángel Mañas», asumió el autor con una sonrisa resignada. El escritor visitó Valladolid este jueves en el marco del Aula de Cultura, en un encuentro en el Círculo de Recreo presentado y conducido por Carlos Aganzo, y posible gracias a El Norte de Castilla y la Fundación Vocento.
Mañas anticipó parte de este contenido con el arranque de lo que fueron sus vivencias al convertirse, «de la noche a la mañana», en palabras de Aganzo, en un escritor de éxito. Dados los primeros rechazos a su novela, incluido de su propio padre, se vio impelido a presentarla a un premio como el Nadal, del que resultó finalista: «Cuando lo anunciaron por la televisión, nadie había llamado, así que lo primero que pensamos es que se trataba de un error», evocó. Pronto, el fenómeno fue creciendo, hasta el punto de trascender lo meramente literario (impulsado en buena parte por el taquillero éxito de la película de Montxo Armendáriz): «'Historias del Kronen' y la saga que vino después fue un fenómeno editorial, pero también un fenómeno generacional», apuntó Carlos Aganzo.
«Llegué tarde a este mundo, desconocía las reglas del juego, cometí varias torpezas y pensaba, como cualquiera a esa edad, que el éxito es consustancial a la persona, sin ver que tiene una parte azarosa de relevancia», explicó. Así, enumeró un desplante a un encuentro con otros escritores para presentar al emergente autor en sociedad, o un desencuentro con Montxo Armendáriz que le alejó de la promoción del filme que terminó ganando el Goya, entre otras anécdotas.
Después del Kronen, y tratando de huir del vaticinio maléfico de quien le dijo que cuando muriera solo quedaría aquella novela tras él, Mañas ha apostado por una carrera fructífera y apostando por otros registros e incluso géneros, como la novela histórica: «Mis ídolos eran gente como Salinger o Pynchon, capaces de cerrar la puerta a la fama y centrarse en los libros», explicó, sobre su necesidad de huir de los focos y tomarse su tiempo para crecer, construirse como escritor y sentirse seguro con su obra: «Encontré que no hay mucha diferencia a la hora de abordar la realidad social en la que vivo y la historia del pasado, que sirve para entender el presente».
A propósito de la generación X, reflejada en la novela y en esta autobiografía, consideró que sus integrantes eran «muy callejeros, aventajados culturalmente y quizá más ignorantes que las generaciones de ahora, pero teníamos menos necesidad de psicólogos», aludió, con respecto a un excesivo control que hoy rodea a los jóvenes:o «tiranía parental», en sus palabras: «Hace falta volver a los bares: tienen función de ágora donde las ideas se discuten».
Por cambios como lo que llamó tsunami tecnológico y la pérdida de la influencia de la literatura y el cine, consideró que es poco probable que exista un nuevo fenómeno literario que refleje a una generación: «Tengo la sensación de que ese peso recae en las series».
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