José Besteiro: «Umbral fue a la literatura lo que la minifalda a la moda»

-Necesitamos un «manual de instrucciones» para leer a Francisco Umbral?

-Si uno está familiarizado con él, no resulta imprescindible, pero si empieza desde cero creo que mi libro es un buen GPS para orientarse.

-¿Cómo lo presentaría hoy, para un lector de nuestro tiempo?

-Como un ingeniero del lenguaje (ingeniero viene de ingenio) que sabía que en la literatura estaba todo hecho, pero todo por rehacer, y decidió prolongar el cuarto de juegos de la infancia en la literatura. Es el Valle-Inclán de la generación del 68. Fue a la literatura lo mismo que la minifalda a la moda o la 'nouvelle vague' al cine.

-Usted conoció a Umbral en los ochenta, en plena 'antimovida' madrileña, en la que él militaba. ¿Cómo era aquel personaje?

-El personaje era un gran director de marketing de sí mismo, y se construyó un 'story telling' bestial usando las columnas como escaparate. Sabía que la única manera de ser diferente era no resultando indiferente y se aplicó a ello en cuerpo y alma. Era un quinqui vestido de Pierre Cardin y sin embargo nos hacía creer que era un dandy. Estaba convencido de que cuando no escribe, el escritor es un actor (Wilde) y llegamos a confundirlo con su máscara. 

-¿Se trataba de un ogro (hoy diríamos un troll), como algunos decían, o de un 'huérfano' de ternura infinita?

-Claramente un 'huérfano' de ternura infinita, pero a quien la vida había golpeado tan fuerte que no tuvo más remedio que inventarse un escudo de ogro para sobrevivir. Pura fachada. Yo siempre digo que tuve la suerte de conocer a Shrek, el ogro bueno. De puertas para adentro era un cielo. 

-¿También un poeta oculto que, como Cervantes, hizo poesía, la gracia que no quiso darle el cielo, en otros géneros?

-Ya se sabe que para conseguir un excelente prosista siempre hay que sacrificar un poeta. Gracias a las metáforas que cazaba en los versos aprendió a escribir esas imágenes en prosa que resultaron fundamentales para definir su estilo. Para un niño pobre el lenguaje es el juguete más divertido y más barato. Por eso, en los periódicos hacía literatura de contrabando, o sea periodismo de autor. Y ya que habla de Cervantes, digamos que los dos practicaron la escritura desatada, como diría Juan Carlos Llop. 

-¿Se necesita ser un personaje, como Cela, para ser escritor? ¿O se puede ser igual de genial sin necesidad del personaje, como Delibes? Por hablar de dos maestros de Umbral.

-Creo que eso va en la personalidad de cada uno. Delibes demostró que se puede ser genial siendo uno mismo, lo que pasa es que hay escritores que, siguiendo el consejo de Oscar Wilde, disfrutan siendo actores cuando no escriben, sobre todo en un tiempo en que hay que hacer ruido para hacerse escuchar en la sociedad del espectáculo. 

-¿Cómo le ha condicionado la personalidad poliédrica de Umbral a la hora de escribir este libro?

- ¡Si le dijera la verdad, le mentiría! Lejos de condicionarme, me ha motivado y ha sido un acicate maravilloso para no aburrirme.

•-¿Y su escritura?

-Tuve que hacer grandes esfuerzos para no imitar su estilo. Su prosa es igual de pegadiza que la canción del verano y después de releer todos sus libros, inevitablemente me sonaba la melodía, y corría el riesgo de plagiarlo porque es difícil quitársela de encima. Creo que evité el problema el día en que decidí escribir como hablo y dictar el libro.

-¿Cómo está de vivo el «umbralismo» entre los columnistas de hoy? ¿Más vivo que otros maestros como Balmes, Ruano o Alcántara?

-Yo creo que la generación Negroni, a diferencia de la nuestra, que era la generación BUP, ya se ha dado cuenta de que es difícil imitarlo e imposible superarlo, de manera que ha optado por reinventar el columnismo. Veo más presente a Umbral en la voluntad de tener un estilo propio y de ser diferente que en la repetición de su fórmula, entre otras cosas porque era inimitable. Tú tratas de plagiarlo y pareces un cantante de orquesta al lado de Frank Sinatra. Alguien dijo que somos más hijos de nuestro tiempo que de nuestros padres, y efectivamente la digitalización de la sociedad supone un cambio de paradigma al que nadie puede escapar. La electricidad acabó con la santa compaña e internet ha acabado con el columnismo clásico. Seguramente el nuevo Umbral es un 'influencer' que está en Twitter, ahora X, lo que pasa es que no nos hemos enterado. Digamos que está más presente como voluntad que como estilo.