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jesús bombín
Valladolid
Jueves, 15 de marzo 2018, 08:16
Retirado en 2010 después de 43 años de servicio diplomático en el Ministerio de Asuntos Exteriores con los gobiernos de UCD, PSOE y PP, Inocencio Arias (Albox, Almería, 1940) conoce con detalle los entresijos de la Transición y ha estado al lado de los ... presidentes del Gobierno en su proyección internacional. La última vez que pisó terrenos literarios fue en 2016 con la publicación de ‘Yo siempre creí que los diplomáticos eran unos mamones’, y este jueves 15 de marzo (a las 20:00 horas) acude al Aula de Cultura patrocinado por la Fundación La Caixa con el apoyo de la Junta de Castilla y León para participar en un recital junto a la poeta Victoria Ash en la Sala Experimental del Teatro Zorrilla.
–¿Cuál es su relación con la poesía?
–No leo poesía con excesiva frecuencia, pero me gusta, tengo una buena colección, aunque leo con más regularidad ensayo o incluso teatro. La poesía me aporta belleza y conocimiento del alma humana. Es algo que te hace ver que el hombre tiene unas cualidades importantes y te las muestra. Un buen poema es un discurso elocuente, sentido, sensible y humano. Por corto que sea. Nunca he escrito versos porque serían malos. Para construir un poema no solo hay que tener sensibilidad, también talento.
–¿Qué propondrá en el recital?
–Lo haremos al alimón una joven poeta, Victoria Ash, que leerá poemas suyos y luego yo emplearé un tiempo parecido en leer poemas de autores españoles o iberoamericanos que me gustan especialmente, desde Lope de Vega a Cernuda, pasando por Alberti, Lorca, Sor Juana Inés de la Cruz, Carvajal, Gerardo Diego... Mi preferido es Antonio Machado por lo que transmite. Y también Sor Juana Inés de la Cruz, una adelantada de su época que tiene un registro feminista serio y al mismo tiempo una ironía punzante. Y el poema que leo con mas fruición es ‘Varios efectos del amor’, de Lope de Vega, soneto de gran belleza. Leeré también obra de autores como Onetti, que tiene humor y mucha humanidad en sus poemas, y del cubano Gastón Vaquero.
–¿Se habla de literatura en conversaciones entre diplomáticos?
–La veta literaria está mas frecuente que la científica y la económica en la carrera diplomática. La literatura es un tema de conversación deseado entre diplomáticos. Llegas a un país y es fácil entrar en contacto con intelectuales. Cuando en una cena en una embajada te toca sentarte al lado de un industrial importante, tiene su interés, porque te sitúa en la radiografía económica del país, pero si te toca un tipo que ha sonado para el Nobel te ha cubierto el mes.
–¿Qué ha ganado y qué ha perdido alejado estos años del mundo diplomático?
–He ganado tiempo libre, soy más dueño de mis horas. Y he ganado no tener jefe, que es raro que sea una bendición, porque te puede tocar uno que es inteligente pero no buena persona o al revés, o que tenga gustos distintos de los tuyos. Con el retiro he perdido la posibilidad de conocer otras culturas, de defender a España, que es algo hermoso. No tengo mono excesivo, pero sí de vez en cuando una punzada de haber estado en esa negociación o reunión en algún país.
–¿Cómo afecta al ámbito diplomático Internet y las nuevas posibilidades de comunicarse?
–Con todos los medios existentes el contacto internacional entre los líderes políticos es mucho más frecuente y estrecho que en la época que yo empecé. Eso ha llevado a que los embajadores y diplomáticos hayan perdido un peso específico considerable en el curso de los acontecimientos internacionales, porque no solo son protagonistas los jefes de Estado, los ministros, sino que son actores, están todo el rato intercambiando información, discuten, dialogan con los colegas... El teléfono móvil y el correo electrónico le han dado un palo a la figura del embajador. Los políticos actuales tienen más conocimientos, gente más preparada que los ‘cocina’ los dosieres y conocen al amigo o al adversario extranjero. Ahora estoy seguro de que Obama conocía mejor a Putin de lo que pudo conocer Kennedy a Jrushchov, al que vio una o dos veces en su vida. Obama habrá visto a Putin antes de marcharse siete u ocho veces, y habrá hablado por teléfono con él otras treinta, y le habrán dado información puntual un montón más.
–¿Es hoy el mundo un lugar más peligroso que hace diez años?
–Bueno, el mundo ahora mismo tiene el peligro nuclear. Porque el terrorismo no va a desaparecer por mucho que se luche contra él, hay que hacerse a la idea de que nos va a seguir golpeando, pero la opinión pública está inmunizada contra la catástrofe del terrorismo. El tema gordo ahora es el riesgo nuclear porque hay más gente que tiene la bomba. Sin embargo, uno no debe de ser pesimista en relación a hace cuarenta años. Ahora hay mucha menos pobreza, el nivel de vida de los países del tercer mundo está atrasado pero no tanto como lo ha estado, el hambre afecta a menos millones de personas, las enfermedades graves están siendo atajadas, y la mujer ha elevado su estatus y consideración en bastantes países del mundo. Hay mucho por hacer, pero se ha avanzado en todos los terrenos.
–¿Le han tentado a lo largo de su carrera para ser espía?
–No. Me han tentado para entrar en política. No voy a decir qué partido. Dije que no porque tienes que ser un hombre que asienta a todo lo que diga la superioridad, incluso en cosas que te revientan. Por ejemplo ¿Pueden todos los diputados del PSOE hoy en día estar de acuerdo en que hay que abolir la cadena perpetua revisable? yo no me lo creo. ¿Están convencidos de que no se le puede imponer a una persona una cadena perpetua siendo revisable por muy bárbaro que sea el crimen que haya cometido? después de lo que ha ocurrido en Almería no me lo puedo creer y, sin embargo, tienen que ponerse firmes y votar para derogar la cadena perpetua en el Congreso. En todos los partidos hay analfabetos, pero muchos militantes no lo son y han leído que en Francia, Alemania, Gran Bretaña y otros muchos países donde se respetan los derechos humanos existe la cadena perpetua.
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