Ibon Martín reconoce en el clima un personaje más de sus novelas

.En 'Deja en paz al diablo', John Verdon escribía: «La glorificación de la ignorancia. Todo preparado para sacarle provecho. La venta de la ira y el resentimiento como una mera fórmula para entretener». «La venta de la ira y el resentimiento…» Verdón sabe, pero también Ibon Martín, que ambas cosas son la antesala del odio, y que el odio es el motor que, junto con el amor, mueve el mundo. «Es el odio, ese odio que vemos hoy erizado en la piel de nuestra sociedad y volcado sin filtro en esos vertederos que son las redes sociales, especialmente, de la mano de jóvenes, el que nos empuja a actuar. Y en un país en el que, como el nuestro, sólo es posible estar a favor o en contra, amar u odiar, ser azul o rojo, el odio se ha convertido en un poderoso iniciador. Por eso, en el Alarde de Fuenterrabía los partidarios de la tradición no admiten que quienes quieren darle un aire de modernidad les marquen el paso de la Historia». Así explica Ibon Martín el nacimiento de su última novela, 'La hora de las gaviotas', un apasionante 'thriller' ambientado en la famosa fiesta y que fue tema de conversación –aunque no el único– en la primera sesión del Aula de Cultura de El Norte de Castilla que, con el patrocinio de Obra Social laCaixa y Fundación Vocento, pudo seguirse ayer en la web del periódico.

Confeso heredero de la corriente escandinava que ha llenado los anaqueles de las librerías de crímenes rurales en las dos últimas décadas, Ibon siente que «el clima en el que se producen esos crímenes y la atmósfera en la que se desarrollan las novelas de Mankell o de Stieg Larsson tienen mucho que ver con España, pero sobre todo, con el País Vasco: es esa dureza climática la que muchas veces provoca las tragedias en las noveles negras nórdicas, y es esa misma dureza –convertida en un personaje más– la que anima las tramas de mis novelas. De alguna forma, es ese marco el que determina muchas de las cosas que suceden». Y en 'La hora de las gaviotas' suceden muchas cosas, «la mayoría de las cuales le resultarán al lector cercanas, conocidas, de tal forma que pueda ser que le estuvieran sucediendo a él mismo. Bueno, y más que al lector a la lectora, porque percibo que la mayoría de mis lectores son mujeres. Escribo para todo tipo de lectores, pero me leen mayoritariamente mujeres. Creo que ellas son quienes sostienen y apuntalan la cultura, o al menos la cultura lectora, en este país», afirma categórico el escritor donostiarra.