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JESÚS BOMBÍN
Viernes, 2 de marzo 2018, 12:16
Mitos del pasado para discernir en un presente huérfano de ellos, que ha enterrado las leyendas de seres extraordinarios para entregarse a una tecnología que nos proporciona la ficticia sensación de omnipotencia y ubicuidad. En esa coordenada filosófica estableció ayer su disertación el escritor y helenista Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) ante un atento y concurrido auditorio en la Sala Delibes del Teatro Calderón.
Echando mano de citas de varios estudiosos y de sus reflexiones vertidas en su variada bibliografía, el también próximo académico de la RAE acotó el concepto de mito: «Narración tradicional y memorable de dioses y héroes que permanece en el imaginario colectivo; los hay de tipo religioso y literario y todos ellos fundamentan usos y normas de una colectividad», defendió en el Aula de Cultura, patrocinada por la Fundación la Caixa con el apoyo de la Junta de Castilla y León.
El autor de obras como ‘La antigüedad novelada’, recordó que los mitos perduran, se eclipsan o desaparecen de la memoria colectiva a lo largo de los siglos. «La religión pagana fue abolida por el cristianismo, pero los relatos han mantenido su fascinación; así, en el mundo griego son los poetas quienes han transmitido las historias de esos personajes extraordinarios como Edipo o Ulises, a los que autores como Sigmund Freud y Joyce dieron una segunda vida literaria que mantiene su vitalidad».
Recordó cómo en el mundo griego dioses y héroes encarnan las leyendas creando personajes «muy humanos» que existen para siempre. «Los dioses griegos son eternos y felices y eso marca la diferencia; su mundo es tremendamente humano, lo que los convierte en figuras amables para la literatura».
Después de interrogarse por hasta qué punto la gente cree en los mitos, defendió su vigencia como apoyo vital de la comunidad: «Un pueblo sin mitos se moriría de frío, su legado de fantasía nos enriquece como colectividad».
Más allá de su formación helenística hizo extensiva su fascinación por el mundo griego a la época medieval, donde ha estudiado figuras de caballeros como Lanzarote o el rey Arturo. Con un cariz más moderno, ejemplificó en Don Quijote y Don Juan las figuras de mitos literarios y dudó si incluir la del pícaro. En su actualizado diccionario mitológico guarda un lugar también para Sherlock Holmes, «personaje que para muchos es mítico, como prueba la cantidad de cartas que se han escrito en tiempos de vida de Conan Doyle dirigidas a su ficticia casa de Londres; porque Sherlock Holmes es una especie de héroe de la inteligencia deductiva, algo inusual en la actualidad, donde predominan series de policías donde la resolución de los casos se fía al uso de aparatos y tecnología».
Se refirió también a la figura de Tarzán, «hoy políticamente incorrecta, pues es un hombre blanco que crece cuidado por los monos, culto, de origen británico, que muestra su superioridad ante los nativos negros de la selva y mantiene una relación con Jane» que, en su opinión, difícilmente encajaría hoy en los cánones de igualdad.
Recordó cómo los griegos crearon «unos dioses que no causaban dolor, vivían en el Olimpo como unos señores nobles en el palacio; de Ulises, por ejemplo, más que la fuerza se valoraban cualidades como la astucia, la inteligencia y el dominio de la palabra».
Frente a la ausencia de narraciones memorables en la contemporaneidad, destacó la existencia de héroes anónimos cuyas vidas cotidianas están marcadas por el sacrificio hacia los demás, «aunque no pasan al conocimiento público porque hoy ni siquiera aquellos que adquieren más notoriedad perduran en el tiempo en la memoria colectiva, requisito esencial de la condición de mito, al decir del catedrático emérito de Filología Griega. «El héroe antiguo siempre ha sido un poco el salvador, el que ayuda, y eso hoy en día, en este mundo tan tecnificado, no está tan alcance del individuo como de la propia maquinaria».
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