Eduardo Martínez de Pisón, en la plaza de Zorrilla de Valladolid .Henar Sastre

Eduardo Martínez de Pisón en el Aula de Cultura de El Norte

Escritor, geógrafo y Premio Nacional de Medio Ambiente, protagoniza este jueves una nueva edición de este ciclo de conferencias

fernando conde

Miércoles, 24 de febrero 2021

Más que un geógrafo o un profesor de Geografía, se podría decir que el vallisoletano Eduardo Martínez de Pisón es un poeta de la naturaleza. Un alma inquieta que ha dedicado su vida y su obra a recorrer, describir y amar a nuestro planeta. Premio Nacional de Medio Ambiente en 1991, es hoy una de las referencias vivas del ecologismo. Y con él, y el patrocinio de Obra Social laCaixa y Fundación Vocento, celebraremos la próxima sesión del Aula de Cultura, mañana jueves, a partir de las 19 horas, en la web de este periódico.

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–Un montañero de Valladolid…, parece casi un contrasentido

–Es cierto que Valladolid es la única provincia sin relieves montañosos, pero yo conocí la montaña de cerca siendo niño y viviendo en Valladolid, es decir, hace por lo menos tres cuartos de siglo, en un viaje al lago de Sanabria, y nunca se ha borrado aquella impresión. Pero la afición y la fascinación realmente montañeras empezaron para mí algo más tarde, en el Pirineo, al trasladarnos a Zaragoza en 1950.

–¿La montaña convertida en destino turístico?

–El turismo, como recurso para empresas o industrias de ocio, provoca cambios en la economía de los habitantes de la montaña. Eso conlleva que, cuando además se hace de modo ansioso, algo frecuente en España, se pierdan modos de vida tradicionales, y genera una alta frecuentación que acarrea modificaciones de la naturaleza espontánea y de la forma de los paisajes. Este proceso es muy negativo por su agresividad con el entorno. El acercamiento profundo a las montañas requiere otro estilo, que consiste en internarse respetuosamente en una naturaleza lo más espontánea posible. Los paisajes de montaña no deben convertirse ni en canchas deportivas multitudinarias ni en centros de recreo urbano.

–¿Qué es más bonito enseñar geografía o vivirla?

–Ambas van unidas, al menos para mí. Amo los lugares e intento comprenderlos. La geografía es un instrumento para entender y explicar los sitios que amo. Explicar a los demás lo que amas es un inmenso placer reservado al escritor y al profesor. Lo que vivo lo enseño, lo proyecto y comparto, todo va enlazado. Pero la geografía, para ser comunicable, para ser sentida, hay que vivirla. No traslado entonces un conocimiento abstracto, sino un paisaje en el que me encuentro, existo y con el que tengo relaciones sensibles. El 'paisaje vital', decía Ortega y Gasset, es clave para poder enseñarlo.

–La Antártida, ¿es cierto que estamos modificando el clima y, con ello, el planeta?

–He conocido la Antártida y el Polo Norte. Son supervivientes de épocas pasadas, tierras refugiadas en los confines. Los observamos directamente y con detenimiento sólo desde hace poco tiempo. Pero hay huellas en ambos círculos polares de cambios antiguos y modernos. La Antártida es un gran continente helado con mares alrededor, que ejerce influencia constatable en las corrientes marinas y atmosféricas a escala planetaria.

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Ha habido modificaciones climáticas, mayores y menores, a lo largo del dilatado tiempo geológico por causas naturales, ya sean terrestres, solares o de dinámicas astronómicas. Pero esas no podemos controlarlas. Nada podemos hacer si se desencadenan en este orden de magnitud y repercuten en nuestro clima. Pero si sólo tuviéramos la sospecha de que los seres humanos provocamos efectos negativos en la atmósfera, ese frágil envoltorio gaseoso que nos rodea, protege y nos permite existir, entonces sí que hay que actuar, porque nos concierne y es nuestra responsabilidad actuar, en lo que podamos, para evitar un deterioro que puede convertirse en letal.

–A un explorador nato, ¿le provoca envidia pensar que quizá pronto podamos viajar a Marte?

–Envidia no, pero sí emoción. Un planeta entero con inmensos volcanes, desfiladeros y desiertos nunca recorridos por nadie, ¡qué maravilla! Lástima que no permita ir a cuerpo limpio, sino enfundado en esos buzos de los viajes interplanetarios (parecidos a los de las mesas electorales durante el maldito COVID). Marte puede ser, por otra parte, un ejemplo terrible de planeta muerto, que perdió la vida, como una advertencia de un destino del que, en el sistema solar, sólo se salva esta esfera nuestra de piedra, agua y aire, que da vueltas y vueltas por el cosmos como una peonza. Soledad de la Tierra en el vacío. Hay que amar a la Tierra y admirar a Marte.

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Aula de Cultura de El Norte. 'Más allá de las montañas, jueves, 25 de febrero a las 19:00 h. En nuestra web, elnortedecastilla.es

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