El helenista y traductor Carlos García Gual. Ramón Gómez

Carlos García Gual: «El ser humano sin fantasía está muy recortado y limitado»

El helenista disertará este jueves en el Aula de Cultura sobre los mitos y su ausencia en la sociedad contemporánea

JESÚS BOMBÍN

Valladolid

Jueves, 1 de marzo 2018, 08:56

Aunque lleva toda la vida estudiándolo, Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) mantiene intacto su deslumbramiento por el mundo de la antigüedad clásica. En su mitología, su literatura, en la grandeza de sus personajes y sus temas ha bebido este catedrático emérito de Filología Griega de la Universidad Complutense para escribir obras como ‘Los orígenes de la novela’, ‘Diccionario de mitos’, ‘La historia del rey Arturo’ o ‘El descrédito de la literatura’, además de haber sido reconocido en dos ocasiones (1978 y 2002) con el Premio Nacional de Traducción. En estos días dedica parte de su tiempo a cavilar sobre el tema de su discurso de ingreso en la RAE y este jueves, 1 de marzo, acude a las 20:00 horas al Aula de Cultura que se celebrará en la Sala Delibes del Teatro Calderón, patrocinada por Caixabank con el apoyo de la Junta de Castilla y León, para hablar sobre la vigencia de los mitos.

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–¿Qué le atrapa de la mitología?

–Los mitos son grandes relatos que permanecen en la memoria colectiva, hablan de personajes extraordinarios que realizan hazañas o hechos que de alguna manera marcan el mundo. Y por eso pertenecen a un pasado prestigioso y generalmente lejano. El mito no es algo que imagina una persona, sino que permanece en la memoria más allá de lo escrito.

–Ha publicado un ‘Diccionario de mitos’ por el que desfilan desde Ulises y Edipo hasta Don Quijote, Superman y Tarzán. ¿Está huérfana de ellos la sociedad actual?

–Hay mitos que proceden del mundo antiguo y otros de la literatura que llamaría más moderna, como Don Quijote, Don Juan, Fausto, e incluso Robinson Crusoe. Mitos absolutamente contemporáneos yo no veo muchos, porque vivimos en una sociedad de masas, de medios tecnológicos, de imágenes. Aunque hay un pequeño espacio, el de los cómics y la fantasía popular, ahí sí hay héroes como Batman, Superman y otros personajes. Hoy día un individuo excepcional puede ser un investigador que pasa la vida en su laboratorio, que tiene ideas geniales, pero eso no es un héroe mítico, como tampoco lo fue Einstein. Hay héroes pequeños como los jóvenes que se van a África a luchar por el tercer mundo. Hoy es casi imposible ser héroe, perdurar en la memoria colectiva por hechos excepcionales; la sociedad no permite esas figuras porque todo se soluciona mecánicamente, por la tecnología. Los de Google se han hecho millonarios pero no se les recuerda como héroes.

–¿Hay una confrontación entre algoritmos e inteligencia artificial y valores culturales?

–Yo creo que no. Son muy compatibles. El problema está en que hoy día la gente está muy especializada. El saber de los mitos enriquece la imaginación, así que la gente que tiene poca cultura está muy limitada. El cine ha sido un gran difusor de mitos, esencial para la mitología del siglo XX.

–¿Qué puede aportar un helenista a la sociedad del siglo XXI?

–Ser un introductor o un guía hacia ese mundo de los griegos antiguos, fascinante por su riqueza literaria y filosófica. Las grandes raíces de nuestra cultura están ahí, en los personajes de tragedia, Edipo, Medea, los historiadores Herodoto, Tucídides, la ‘Ilíada’ o la ‘Odisea’. Yo soy parcial, pero creo que ese fondo de la cultura europea sigue siendo imprescindible, no hay sustituto para eso. La gente debe dejar que ese mundo entre en su imaginación.

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–¿Cómo convencer a alguien de que lea a un clásico en la era de las redes sociales ?

–Que hagan la prueba de leer la ‘Odisea’. O la poesía griega, y vean que es algo muy impresionante. La gente tiene miedo a los clásicos porque cree que son pesados, cosa de profesores, y no; los clásicos siguen siendo los grandes descubridores y guías. El ser humano sin fantasía está muy recortado y limitado, por mucho que sepa de fútbol y de cocina.

–Durante cincuenta años ha impartido clases en institutos y universidades. ¿Cómo han evolucionado alumnos y profesores?

–Los alumnos antes leían más, ahora tienen muchas pantallas. El mundo actual es de la imagen más que de la lectura. Y sobre los profesores, encuentro que en la Universidad se lleva demasiado el especialismo. La media de los profesores quizá sea un poco mejor de la que yo conocí, pero antes había docentes más atractivos, más abiertos. Tengo la idea de que la cultura debe ser abierta, no hay que especializarse desde el principio, sino intentar entender el mundo.

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–¿Estudiar ciencias clásicas es hoy una opción desaconsejable?

–Si uno quiere hacerse millonario, es difícil. Sigue siendo una cosa que tiene cierto encanto. Lo que uno escoge está en relación con su felicidad, pero económicamente no es muy recomendable, como la mayoría de estudios de letras, aunque a veces quienes lo cursan llevan una vida mejor.

–Ejerce la crítica literaria. ¿Qué opinión tiene de la que se hace?

–La crítica literaria, por lo menos en la prensa, ha perdido calidad. Está en mal momento. No sé si es porque la gente le da poca importancia, pero hay mucha propaganda literaria, muchas revistas que lo que hacen es presentar libros elogiándolos, diciendo cuántos se han vendido. La crítica dura y estricta está en mal momento, hay pocos críticos literarios serios, quizá porque el público está poco atento a ello.

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–Ante el lamento por el arrinconamiento de las humanidades en la enseñanza. ¿Qué futuro aguarda a estas disciplinas?

–Soy bastante pesimista, pero hay que seguir luchando, aunque es una batalla perdida, en parte por culpa de los gobiernos. La educación pública presta poquísima atención a las humanidades. Se cree que educar a la gente es hacerle aprender un poco de ese inglés estándar y alguna otra cosa para tener empleo. Conocer los mitos griegos no sirve para colocarse. Eso que se llama la rentabilidad a corto plazo es nefasto, una cosa absurda porque uno puece estudiar muy bien medicina o arquitectura y tener conocimientos de letras. La enseñanza recorta la formación de los individuos con esa perspectiva de lo rentable, es una visión mezquina de la educación.

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