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fernando conde
Martes, 7 de septiembre 2021, 07:37
¡Qué descansada vida / la del que huye del mundanal ruïdo,/ y sigue la escondida / senda, por donde han ido /los poco sabios que en el mundo han sido…!, cantaba Fray Luis desde su retiro en La Flecha salmantina. Al modo de Fray Luis, también un día el músico y cantautor leonés Amancio Prada decidió dejar Madrid para retirarse a la calma de esa 'limes' paramera que dibuja Urueña en el horizonte infinito de Los Torozos. Y desde allí ha seguido cantando a la tierra y poniendo pentagrama a algunos de los poemas más sublimes de nuestra literatura. Y quizá por ello sea la suya una voz plenamente autorizada para hablar de la vida en el campo y de la música, ahora que el debate sobre la vuelta al campo está de plena actualidad. Y sobre ello disertará en una nueva sesión del Aula de Cultura que, en colaboración con el Hay Festival y con el patrocinio de Obra Social laCaixa y Fundación Vocento, tendrá lugar el miércoles 8, a partir de las 20 horas en el Museo de la Siderurgia y la Minería de Sabero (León). Sesión que también podrá seguirse online a través de la web de El Norte de Castilla.
–Decía Fray Luis que había que huir del mundanal ruido. ¿No hay demasiado ruido y poca música en este mundo nuestro?
–Pues sí, «qué descansada vida…». Somos un país muy ruidoso y el ruido impide descansar, obliga a levantar la voz y así es más difícil escuchar, entenderse, comunicarnos. Con frecuencia, lo que llaman «música ambiental» se usa para tapar el ruido, y así se confunde y se convierte en un ruido. La música anida en el silencio y lo requiere siempre. Espacio, luz y silencio son el verdadero lujo hoy día. Hoy y siempre.
–Volver al campo parece haberse convertido en una opción últimamente, usted lo hizo hace algunos años, ¿acertó?
–He vuelto al campo obligado por el confinamiento y lo celebro. Porque me gusta pisar la tierra y en la medida que puedo, trabajarla. Es mi gimnasio. Me gusta, porque en cierto modo es volver a la infancia y adolescencia rural que tuve, volver a realizar algunos de los trabajos que entonces hacía. Lo que aprendes de niño no se olvida. Pero me tengo que reprimir, porque necesito también las manos ágiles para tocar la guitarra. Ahí ando, buscando el equilibrio.
–Urueña mira a León desde su atalaya, ¿pesó algo en su decisión de asentarse en ella?
–Es verdad, en los días claros se ven los montes de León. Pero lo que me decidió fue un paraje, un espacio, su luz y silencio, que me inspiraba y me animó a restaurarlo y a labrar su entorno para convertirlo en un 'locus amoenus'.
–Más en lo personal, ¿se compone mejor desde Urueña que desde Madrid?
–Aquí los inviernos son duros… Pero es una gozada contemplar y sentir la sucesión de las estaciones, la vida. Para componer, eso da igual. No importa dónde estés. En la labranza del pentagrama lo importante es el silencio, un silencio interior.
–¿Es la única clave del resurgir de lo rural la llegada de la tecnología rápida al mismo?
–Es muy importante. Ignoro por qué tarda tanto en llegar esa tecnología a todo el territorio, con la cantidad de satélites que giran por ahí arriba… Hay que embellecer el escenario, la estética tiene mucha importancia. Eso lo ha entendido en Portugal, por ejemplo, mejor que nosotros. Hace falta un ordenamiento y un control urbanístico, también de los cultivos y tratamientos, y hay que reforestar y cuidar los montes, antes de que ardan… Se podrían crear así también muchos puestos de trabajo. Hace falta una política global de agricultura y del medio ambiente. Tenemos que cuidar el paisaje, porque es el escenario de la vida.
–Libre te quieres... ¿para?
–Para todo. Y para todos. Nadie puede ser libre si los demás no lo son.
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