«Al Rey le hubiera gustado un año cervantino mejor»

El filólogo Francisco Rico asegura que, en la segunda parte del ‘Quijote’, Cervantes «celebra» la gloria que conquistó con el libro de 1605

Carlos Álvaro

Jueves, 2 de febrero 2017, 12:52

«Esa misma pregunta [sobre el balance de la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Cervantes] me la hizo el Rey hace poco. Y lo vi algo desazonado. Por eso, yo creo que la fiesta del otro día en el Palacio de Oriente fue un intento del Rey de decir que le hubiera gustado algo mejor. En líneas generales, [el año cervantino] ha sido voluntarioso, decoroso, digno, pero no excelente».

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Para el filólogo y académico de la Lengua Francisco Rico (Barcelona, 1942), la conmemoración del año Cervantes se ha quedado corta. «España no es Inglaterra, para lo bueno y para lo malo», apostilló refiriéndose a Shakespeare. «Ha habido más de quinientos actos, y muchos elegidísimos, pero no un despliegue coordinado, unificado por un plan, con una presencia institucional significativa. Yo he tratado de mantenerme lo más al margen que he podido. Ni siquiera acudí a los festejos del otro día, que, como he dicho, estaban llenos de buena voluntad por parte del Rey».

Provocador y cáustico como siempre, Rico protagonizó ayer la segunda edición segoviana del Aula de Cultura de El Norte de Castilla, organizada por el diario en colaboración con el Ayuntamiento de Segovia. Durante un coloquio moderado por el director de El Norte, Carlos Aganzo, el filólogo, a quien le gusta definirse a sí mismo como un restaurador del Quijote, desgranó la segunda parte de la célebre obra, publicada en 1615: «La segunda parte del Quijote es muy distinta de la primera. En la primera, Don Quijote ve cosas que no ve el resto de los mortales, imaginaciones, alucinaciones; ve una realidad falsa y actúa de forma grotesca. En la segunda parte, sin embargo, Don Quijote ve la realidad como es y son los demás personajes los que modifican esa realidad para que él vea lo que veía en la primera entrega», explicó. Esta apreciación es muy importante porque condiciona toda la segunda parte, en la que el autor, Cervantes, «celebra» la gloria que el primer libro le procuró. «Cervantes era muy vanidoso y con el éxito del libro de 1605 estaba encantado de la vida. Así que en el de 1615, todos los personajes conocen ya a Don Quijote, que es una celebridad, y, por supuesto, a su autor. Con la segunda parte lo que hace Cervantes es celebrar su propia gloria. La saborea», señaló Rico, que desmintió que el autor pasara los últimos años de su vida frustrado o amargado, como alguna vez se ha dicho. «Pero no soy un cervantista, Dios me libre; conozco razonablemente la vida de Cervantes, pero yo soy un filólogo, un crítico textual, y a mí lo que me interesa es el texto de Cervantes», aclaró.

Como restaurador del Quijote Carlos Aganzo presentó al conferenciante como coautor de la obra, Francisco Rico ha compuesto las mejores ediciones en castellano. «Mi labor es reconocer los textos más cercanos a la voluntad del autor, porque el Quijote, como ocurrió con todos los libros que se publicaron entre el Siglo de Oro y el XIX, fue maltratado en la imprenta», dijo, y explicó el trabajo de los impresores, obligados, en muchas ocasiones, a añadir o cortar los originales, que eran los textos que llegaban a la imprenta después de que un copista profesional los pusiera en limpio y de que el Consejo de Estado autorizara su publicación. «En muchas ocasiones, para calzar una página, cortaban o añadían palabras, e incluso líneas. Y aunque los impresores solían ser diestros, unas veces se pasaban y otras no llegaban. Si en una cara sobraba texto, cortaban; y si no llegaban para completarla, añadían. El margen de error puede ser de unas letras, o de un par de palabras, pero también de varias líneas. En la tercera edición del Quijote se añadieron diez o doce líneas, totalmente inventadas, pero en el Amadís de Gaula llegaron a añadir un folio entero. Así que yo, como filólogo que soy, me he dedicado a ver dónde se ha cortado o dónde se ha añadido, para después subsanarlo de la mejor manera posible. Cuando se ha añadido, es relativamente fácil advertirlo. (Por ejemplo, hay un superlativo, ahora no recuerdo cuál, que no aparece en toda la obra de Cervantes, salvo en dos lugares estratégicos del Quijote; o giros que el autor jamás pudo emplear; o frases alargadas de manera innecesaria...) Pero cuando se ha suprimido texto, el problema es prácticamente irresoluble», afirmó Rico, que asegura haber restituido hasta seis o siete palabras que no aparecieron en ninguna de las ediciones de la época.

Cervantes y la libertad

Aunque dijo en varias ocasiones que la vida de Cervantes le interesa lo justo, Rico no pudo evitar volver una y otra vez sobre el escritor alcalaíno, a quien él considera el español más grande de todos los tiempos «porque nadie ha proporcionado mayor felicidad, durante cuatrocientos años, a mayor número de personas en todas las lenguas». Según el filólogo, el centenario poco o nada nuevo ha aportado sobre su figura y su obra. «El año pasado me preguntaron por las preferencias políticas de Cervantes si hubiera vivido hoy... Claro, se tiende a justificar la ideología en curso... Es obvio que Cervantes hizo grandes elogios de la libertad, sobre todo porque sufrió el cautiverio. Yo suelo decir que Cervantes es un voluntario de la División Azul que se ha resignado a la Transición. Y creo que siempre mantuvo ese ideal de la cruzada contra el turco. Cervantes quería que Felipe III continuara las cruzadas de su padre, Felipe II, pero en los nidos de antaño no hay los pájaros de hogaño. Era un hombre de su tiempo y durante toda la vida se mantuvo fiel a su juventud, a sus ideales».

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El discurso de Rico, ante una Sala Ex.Presa abarrotada de público, estuvo lleno de anécdotas y momentos hilarantes, como cuando el Himno de Riego irrumpió en plena charla. Era el teléfono móvil del académico: «No soy republicano. Más bien soy un rojo monárquico... Lo llevo para joder en la Academia», se disculpó. El coloquio concluyó con un debate entre el ponente y un espectador que aseguraba que en las escuelas españolas ha sido obligatoria la lectura del Quijote. «Eso no es cierto. Nunca en España ha sido obligatorio leer el Quijote. Otra cosa es que se haya utilizado para determinadas lecturas. Un chico de hoy no está en condiciones de leer ni el Quijote ni nada, salvo que tenga una especial querencia por la lectura».

La conferencia de Rico cerró los actos cervantinos que El Norte de Castilla ha organizado a lo largo del último año. El público aplaudió largo y tendido, y el filólogo encendió un pitillo y fumó.

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