![La mano derecha de Wellington](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/pre2017/multimedia/noticias/201512/05/media/Gonzalo.jpg)
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Victoria M. Niño
Jueves, 10 de diciembre 2015, 09:43
Pasó la infancia en un salón familiar presidido por un retrato, el de Miguel Ricardo de Álava, un antepasado militar que cuando se discutía sobre algo siempre había una voz que apelaba a «¿qué pensaría de esto el general Álava?». Gonzalo Serrats es consultor: «Me gano la vida trabajando por el desarrollo de las personas, buscando lo bueno que tiene la gente, y de eso no puedo sustraerme». Este donostiarra considera que el tic profesional le ha acompañado estos últimos años de inmersión en los 12 baúles llenos de documentos del liberal ilustrado que fue el protagonista de su libro El general Álava y Wellington, de Trafalgar a Waterloo. Este miércoleslo presenta en el Aula de Cultura de El Norte con el patrocinio de Caixabank, acompañado por el historiador Ricardo Martín de la Guardia, el comandante militar de Valladolid, Manuel Gorjón, y el director del periódico, Carlos Aganzo.
Así como el retrato de Bonnemaison (1817) caló en la familia, pocos se atrevieron a desempolvar los papeles de los arcones. «A priori eran documentos poco importantes, correspondencia y cosas así. Pero luego se vio que daba una visión inédita de la época, sobre la que se ha escrito mucho, y que había una descomunal cantidad de datos que yo he querido poner en valor. Cuento la guerra de la Independencia del general Álava, el único que participó en la batalla naval de Trafalgar y en la terrestre de Waterloo, y su amistad con Wellington, por lo que está en esta segunda, colaborando con las fuerzas aliadas en contra de las ambiciones de Napoleón».
Antes de llegar a la carrera internacional, hay que situar al general Álava como el primogénito de una familia acomodada de Vitoria. «Podía haber vivido tranquilamente de las rentas», apunta Serrats. Miguel Ricardo (1772-1843) estudió en el seminario de Bergara, «dirigido por la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Era un centro progresista, ilustrado». Con 13 años es cadete y le envían a Sevilla, «pero pide una dispensa para poder seguir estudiando. Será su tío, Ignacio María de Álava, quien le seduce para que deje el Regimiento de Tierra y vaya con él a la Marina. El general le quiso muchísimo».
Capacidad negociadora
Durante 16 años sirvió a buena parte de los mandos «y ven su capacidad como negociador y su dominio del francés por lo que es elegido para enviarle a tratar con los británicos en Portugal, para convencer a los aliados de que los españoles están con ellos. Luego deciden que en vez de visitarles en Portugal, que se quede con ellos. A partir de ahí se forja la amistad de Wellington y el general Álava, que mantuvo lo dice el historiador Napier la alianza de las naciones en alto».
Son casi coetáneos, militares, se entienden al principio en francés la lengua internacional del momento, y tras su servicio al ejército los dos se dedican a la diplomacia. También les tentará la política, llegando el inglés a ser primer ministro y rechazando el vasco los ofrecimientos de Madrid.
«Wellington tuvo suerte, porque cuando debe coordinar la nueva ofensiva contra Napoleón, que se había escapado de Elba, Álava trabaja con él. Este es un episodio muy poco conocido porque el general era embajador ya y esto no era propio de su cargo, hizo su labor en la sombra», explica Gonzalo Serrats. «Juntos hacen en pocos días lo que habían tardado hacer seis años en España. Tenían que reunir a los ejércitos aliados españoles, británicos, portugueses y las guerrillas para frenar a las tropas napoleónicas». Serrats destaca de nuevo la relación entre ambos militares. «El general Álava es quien acompaña Wellington en la cena del día anterior de la batalla de Waterloo y en la noche terrible. Aunque ganaron, en esa batalla murieron 30.000 amigos, en apenas unas horas». A la guerra le sigue la imposición de un rey por parte de los aliados. Con Luis XVIIIen el trono de París, Serrats sigue entusiasmado la labor de su pariente. «En ese momento recupera un montón de obras del Louvre, que han sido saqueadas durante la ocupación francesa en España». El expolio napoleónico había sido sangrante. Según Federico García Serrano, solo del Escorial salieron centenares de cuadros y llegaron una veintena a su destino. Los responsables del Louvre no debieron apreciar demasiado los murillos, zurbaranes, riberas, carreños.... Solo seis fueron expuestos.
Miguel Ricardo de Álava dejó las armas por los despachos de las embajadas de los recién constituidos Países Bajos, primero, y luego ocupó dos veces la de París y otras dos la de Londres. Antes de morir volvió al País Vasco «a despedirse.Después, siguió el consejo médico de descansar en los baños de Barèges, en Francia. Allí falleció».
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