«Cervantes no escribió ‘El Quijote’, lo dijo, es un libro hablado»
El filólogo Francisco Rico invita a perder el miedo a leer el «único ‘best-seller’ durante cuatro siglos»
Victoria M. Niño
Jueves, 18 de junio 2015, 09:42
Quería volver a Valladolid, donde antes recalaba con más frecuencia y el Aula de Cultura de El Norte, sumada al aniversario de la publicación de la segunda parte de El Quijote, le propiciaron la ocasión. Francisco Rico, académico, filólogo y fumador, invitó al público vallisoletano a leer ese libro que los vecinos del Pisuerga de 1604 vieron unas semanas antes que el resto de los lectores.
Igual que a la «ficción no se juega sin un pacto previo, sin convenir de antemano unas reglas», escribió el profesor, al ensayo oral no se entrega el público a menos que el conferenciante entorne la puerta de la curiosidad, de la provocación, de la confidencia, máxime si el tema es tan universal y sonado. Y así lo hizo quien tiene lustros de experiencia en esa lid. Lo que todos daban por supuesto, lo derribó de un plumazo, consumido solo hasta la mitad el primer cigarrillo. «Cervantes no escribió el Quijote». Silencio medido, un compás de intriga. «Cervantes lo dijo, está contado con el lenguaje hablado, cogido al dictado». Rico Manrique ya llevó al respetable a su terreno, al del erudito del Siglo de Oro que, como Cervantes, huye del discurso académico para llegar a sus paisanos, porque aunque le nacieron en Barcelona reclamó su condición de «castellano viejo»y sus raíces en Aldeamayor de San Martín. Digresión pertinente, «lo que sí les puedo decir es que en Cataluña no pasa nada, todo lo que lean es mentira».
«El proceso de composición de los libros en el siglo XVI discurre por carriles distintos de los que se le ofrecen al escritor de hoy». El medievalista, el historiador de la literatura, deja paso al filólogo. «Por ejemplo, Cervantes no conoce la puntuación. El suyo es un discurso fluido, con la lengua de los cortesanos con cierta cultura. Tampoco hay división de párrafos. Desde esa perspectiva oral, asistimos a las aventuras de un caballero enmarcadas en experiencias cotidianas». Quien dirigió la edición encargada por el Instituto Cervantes en 1998 de El Quijote no duda en atribuir a los personajes una de las grandezas de la literatura española, pero en el caso concreto del Quijote «es alguien inverosímil en sí mismo, pero está tan rodeado de vidas reales, de detalles literarios que las refrendan, que nos resulta convincente, cercano».
La diversión de lo grotesco
Quizá esta sea una de las razones de que desde su primera edición sea «un best-seller durante cuatro siglos». El conferenciante recordó que «Shakespeare fue durante un tiempo olvidado, Calderón, difamado, la poesía deliciosa de Quevedo, en su día fue considerada lo peor de su producción. Sin embargo El Quijote es el libro de mayor éxito mantenido durante más tiempo en Occidente».
Libro «sencillo, sin hondura metafísica», es el preferido «de Einstein y de Hitler, por poner un segundo ejemplo que me inquieta». Rico pasó a buscar argumentos para justificar «realidades probadas pero que no tienen explicación». «En primer lugar, como lectores, nos fascina escuchar a Don Quijote. En la época de Cervantes se aprecian sobre todo los momentos ridículos del protagonista, la sal gorda. No fue un libro tomado en serio sino como divertimento, se buscaba lo grotesco».
El doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid, que aunque «nunca se deja de ser catedrático ni de ser cura» está jubilado, dejó el birrete académico para invitar al público a los pasajes que le hacen reír en su sillón de lectura, como también le provocaban la carcajada al sesudo Juan Benet. «Una vez le vi reír leyendo el episodio en el que Sancho compra requesón y como no tenía donde ponerlo, lo deja en el yelmo de DonQuijote. Este sin darse cuenta se lo caló y dijo se me están derritiendo los sesos. De estas está el libro lleno». La cara de Rico pierde el rigor de su expresión y rejuvenece con la risa. «Es un personaje de cortesía y afabilidad que se va construyendo hasta llegar a la segunda parte, en la que no tiene esas visiones de locura y se convierte en un hombre introspectivo, reflexivo».
También Sancho protagoniza momentos que obedecen al «tecnicismo de mearse de la risa. Sancho es una sucesión de actitudes, de dichos, de gracias». La contraposición de lo real y lo ideal, heredada del romanticismo alemán que atribuía a ambos protagonistas dichas representaciones, «no es exacta, pero no daña». Porque para el autor de Una historia crítica de la literatura española «este libro no tiene misterio ni gran filosofía. Su saber reside en el sentido común, en saber que más vale un diente que un diamante, su transmisión de sensatez del común de los mortales». El Quijote, libro «sin narrador, sin yo, apenas unas pocas veces se conjuga esa persona», también fue mirado desde el cristal de la sintaxis «libérrima» de su autor. «Está lleno de interpolaciones, aunque Cervantes sabe lo que es un pleonasmo, lo que es un equívoco, despreciaba la tesitura literaria del barroco, la culta».
El «alcahuete» con asiento en cuatro academias
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El catedrático de Literaturas Hispánicas Medievales de la Universidad Autónoma de Barcelona ingresó en 1987 en la Real Academia Española. Francisco Rico tenía 45 años y le respondió Fernando Lázaro Carreter, el lanzador de El dardo en la palabra. También Rico heredaría coyunturalmente el papel de corrector o aclarador de dudas en este diario durante los domingos del año 2001. El profesor Rico ocupa la p minúscula en la academia de la lengua además de tener asiento en la Accademia Nazional dei Lincei, la British Academy en el Institut de France la Académie des Inscriptions et Belles-Letres. Quien se confesaba «alcahuete» porque su trabajo consiste en «poner en contacto a dos posibles enamorados los textos clásicos y sus lectores» al recibir el Premio Provincia de Valladolid a su Trayectoria en 1999, ha recibido la admiración de muchos otros jurados. En 1998 ganó el XXI Premio Internacional Menéndez Pelayo, colofón a su edición de ElQuijote. El Premio Nacional de Investigación Ramón Menéndez Pidal sancionó su labor en 2004 y más recientemente, en 2013, recibió el Premio Nacional de Ensayo Caballero Bonald. No se sabe el número de parejas de autores-lectores cerradas, pero parecen muchas.
Aunque al autor le fue creciendo aquella novela corta de 1585, a la que se fueron sumando relatos autobiográficos y otros materiales, aunque ambicionó el volumen impreso, «sí quería el dinero y la fama. Cervantes siempre escribió lo que podía traerle eso, las comedias. Tras un tiempo sin publicar, aparece la segunda parte del Quijote una celebración personal de su éxito, el Parnaso, las Novelas ejemplares».
Los deseos más humanos del manco de Lepanto llevan aparejados el gran hallazgo, la gran aportación a la literatura durante veinte siglos, según Rico, «el realismo clásico, basado en la lengua que todos entienden. Ahí está su prosa doméstica de la vida con la quelogra una literatura basada en la experiencia, amena y ejemplar, escrita a la llana». Por eso Rico anima a acercarse al clásico «sin miedo», como los lectores del XVII, «porque los arcaísmos no son impedimento para entenderlo, porque se lo pasarán bien». Valora los esfuerzos de Trapiello y Reverte por acercarlo a la lengua de hoy, «pero no creo que sean eficaces». Olvidóseme decir que el viento en el patio del Palacio Real provocó la envidia de su condición de fumador, por el consuelo del fuego.
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