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Proceden de la ilustración y la escultura, tienen en común la vinculación con Valladolid y su práctica del dibujo, aunque Rubén Polanco, Ana Alonso y Joaquín Aragón la enfoquen de muy distinta manera. La galería Espacio Abierto los reúne en 'Babel', una muestra de ... los últimos trabajos de los tres artistas.
Aragón anda siempre con un cuaderno a mano. Dibuja ramas del Esgueva cuya delgadez transforma en caligrafía, paisajes que no aspiran a parecerlo, redondeces de cuerpos que se esfuman del carboncillo al óleo, pero lo que anhela el artista vallisoletano es crear «lo que no existe». Se desliza de la figuración a la abstracción «de manera natural». Una forma le reclama y él extrema la distancia con cualquier referente obvio, real. «El dibujo es un elemento sincero, poco premeditado para mí. Me gusta la idea de aventura, parto de la naturaleza pero no sé dónde me lleva el trazo», explica Joaquín que ha encontrado en el carboncillo un aliado que a veces combina con óleo rojo 'Íntimo', 'Impedimenta', 'Contacto', se suceden títulos «que no quieren determinar la mirada del espectador, solo dar alguna pista, alguna clave».
La Playa de las Catedrales le llevó a contrastar el negro de las rocas y el blanco de la arena la serie que precede al 'Tríptico de la liebre', collages de espíritu lúdico en los que abre ligeramente a paleta de color.
Frente a la obra de Aragón, la de otra ilustradora, Ana Alonso que en la obra que muestra se escapa de la narrativa lineal y predeterminada para abrir más posibilidades al visitante. Vallisoletana afincada en Madrid, ha dedicado el último año a experimentar en el taller de grabado. «Quería crear atmósferas, ambientes, hacer una ilustración más sensorial», cuenta. Parte de la mancha que deja el aguatinta y «luego la matriz me va guiando». Utiliza el dibujo para hacer bocetos y una vez realizado el grabado suma sus dibujos y toques de color con papeles de seda. Escaleras, pequeños animales, bípedos esquemáticos van contando el cuento que quiere transmitir Alonso. «Son collages con carboundos, una técnica en la que se usa un polvo –carbono de silicio– muy fino y se aplica con un barniz sobre la matriz, el polvo recoge la tinta».
Rubén Polanco es un escultor que utiliza el dibujo como entrenamiento, como laboratorio de ideas. Lleva tiempo trabajando sobre «dos tótems de la cultura europea: el árbol y la estatuaria clásica. Ambos nos remiten a un lugar incierto, no ligado a una temporalidad concreta».
Venus o Medusa son representaciones de mitos ya incrustados en nuestro imaginario. A partir de ellos, Polanco reflexiona sobre su verdad o su prejuicio. Tres láminas exhiben raíces sinuosas, «fruto del empeño humano por retorcer la naturaleza, adecuarla a su gusto». Entre ellas, cabezas clásicas, «son como un enigma». Una pequeña escultura de otro árbol rememora el arquetipo de Madame Bovary, la rama más alta se corona con su rostro pero en cada brote hay una referencia a ella.
Otros dibujos remiten a la disolución de la historia y en un busto sin rostro evoca a su padre. «Por un lado la vida humana es finita, por otro, sobrevivimos en las imágenes eternamente. Me desconcierta esa idea, me crea perplejidad». La obra de los tres artistas podrá verse en la galería de Alonso Pesquera hasta el 23de marzo.
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