El estreno de 'Ágora' en 2009 resultó un éxito para el cineasta Alejandro Amenábar y a Francisco Treceño (1964), tornero de la madera, le cambió la vida. En el filme, su protagonista, la matemática y filósofa Hipatia de Alejandría manejaba un cono de Apolonio, geómetra ... del siglo III antes de Cristo que estudió las secciones cónicas que podían extraerse de dicha pieza. La película popularizó la figura geométrica hasta el punto de que en un foro de torneros de madera se planteó quién sería capaz de construir una. El artesano de Tordesillas se puso a ello y, después de dos semanas, lo logró. «Hice una foto al cono, lo anuncié en el foro y al día siguiente las decenas de correos, vídeos y peticiones de gente solicitando que les hiciera uno me tumbaron la web».
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Desde entonces ha creado y vendido centenares de ellos a museos como el Arqueológico Nacional en Madrid, el de Matemáticas de Lisboa o el Banco Nacional de la Curva en California; a universidades, docentes y aficionados a la geometría de decenas de Australia, Chile, Brasil, Italia, Reino Unido... «A partir de ahí contactó conmigo gente como la jefa del equipo de Coca Cola en Estados Unidos, aficionada a la geometría sagrada. Y luego me pidieron el cono y otras piezas como el hipercubo, el tangram, cubos, esferas o prismas catedráticos de universidades, profesores de institutos y colegios, departamentos de ingeniería y diseño industrial de medio mundo», cuenta este artesano vallisoletano que antes ejerció como arqueólogo.
Porque en 1997, después de diez años trabajando en excavaciones en diversos de Castilla y León, había tomado la decisión de virar el rumbo laboral. «Diez años después de licenciarme en la UVA me di cuenta de que cobraba menos que cuando empecé. También me desincentivó que todo lo que se hacía era vinculado a la obra pública, excavaciones de urgencia, nada prolongado en el tiempo, y luego llenar los fondos del Museo de Valladolid en el palacio de Fabio Nelli, donde ya no cabe nada más; eso me desmotivó».
A partir de ahí fue cuando dio el salto a la madera animado por la existencia en Casasola de Arión de un viejo taller familiar de un abuelo. Un espacio donde se construían aperos de labranza y aventadoras desde 1888. «Como siempre he sido muy hábil con las manos, decidí rehabilitarlo y ponerme a crear objetos de madera. Lo primero que hice fue reproducir piezas arqueológicas que conocía, réplicas de vasijas típicas de la primera edad del Hierro en la cuenca del Duero».
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Comprobó que todo lo que creaba tenía salida comercial. «Hacía piezas de todo tipo, decorativas, cuencos, ensaladeras y utillaje de cocina para hostelería, morteros, cascanueces...», relata este artesano que con el tiempo extendió su habilidad en el moldeado de la madera a las piezas geométricas, hasta ser relanzado por su éxito con el cono de Apolonio.
Ha realizado también mobiliario y atrezo para series televisivas como 'El Ministerio del Tiempo', así como balaustradas para bares, creaciones destinadas a maderoterapia y a fines educativos. «Toco todos los palos, no me falta trabajo».
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Con hasta 88 tipos de madera –«todas nacionales salvo ocho o nueve»– se maneja este tornero «autodidacta», que ha ido sumando conocimientos en el oficio a partir de «libros antiguos, de conversar con viejos torneros, fui aprendiendo de ellos, también con Joaquín Lois en su taller de organería en Tordesillas durante cuatro años que me sirvieron para conocer otras facetas de la artesanía».
Lo más complicado del oficio no es el trato de la madera con el torno y la gubia. Lo que entraña más dificultad y paciencia, observa, es el secado. «Secarla y curarla. La madera no está enferma, y el jamón tampoco, pero hay que tratarla porque cada una pide una cosa. Y lo más puñetero es el secado, hay que hacerlo bien si no quieres tener piezas que se agrieten, se rompan o la base no asiente. Para ello a unas maderas hay que quitarles la cortezas, a otras partirlas a medio corazón, otras se pueden almacenar en rollo, en tronco, en redondo, otras hay que hacerlas listones o tablas... ten en cuenta que la madera necesita un año por cada centímetro, así que un tronco de diez centímetros de grosor necesita diez años de secado. Por eso hay que esperar. Yo llevo 25 años torneando y tengo una reserva de maderas secas».
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En el Centro Regional de Artesanía de Castilla y León ubicado en el Barrio España se pueden contemplar hasta el 5 de diciembre unas setenta piezas creadas por Francisco Treceño aunando «funcionalidad y belleza» en el marco de la exposición 'Curvas y rectas'. «Los torneros de madera somos como el lince ibérico, especie en extinción», se lamenta. Lleva años el mundo artesano clamando ante una falta de relevo generacional que hace peligrar la pervivencia y el conocimiento de algunos oficios. «Falta valentía para arriesgar y apostar por montar algo propio. También la población se ha concentrado mucho en grandes ciudades, allí las posibilidades son mínimas para los artesanos por la falta de espacio. En el pueblo, en cambio, puedo almacenar, esta es una ventaja que la gente desconoce y en el mundo rural podría abrir muchas opciones si acompañase el empuje de las nuevas tecnologías, porque ahora mismo hace falta internet, una ventana al mundo para vender el producto. Cuando surgió lo del cono de Apolonio tuve la suerte de contar ya con una web y la gente se lanzó allí para hacerme pedidos. Desde entonces yo dejé de hacer ferias».
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