Familiares y amigos despidieron a Félix Cuadrado Lomas. Carlos Espeso

Tomillo, amigos y recuerdos en la despedida a Cuadrado Lomas

El conversador, el pintor, el provocador, el padre, el esposo, todos los Félix fueron rememorados en su funeral

Victoria M. Niño

Valladolid

Viernes, 19 de noviembre 2021, 17:43

Su primera galerista, Cari Catón, y el último, Rafael Arias, coincidieron en el tanatorio. Félix Cuadrado Lomas, directo en su verbo, agudo en la observación del comportamiento humano y pintor de paisajes por pasión, que no por descarte, sumó hasta el final. ... De sus coetáneos quedan pocos, tenía 90 años, pero las generaciones posteriores acudieron a despedirle en Las Contiendas.

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A primera hora de la mañana acudió Jesús Julio Carnero, ex presidente de la Diputación. Saúl y Ruth, sus hijos, recibieron a los colegas y amigos de su padre, muchos de ellos con tomillo, algunos con romero. Las hierbas medicinales que le rodearon en su trabajo compartieron espacio con las coronas, una de ellas del colegio que lleva su nombre, en La Cistérniga.

Se acercó Gabriel Santiago, hijo de Jacobo, el muñidor del Grupo Simancas. Aunque en realidad, su idea primigenia fue Urueña, pero entonces pareció muy lejos. También acudieron Jorge Adrados, Pablo Ransa, Carlos Sanz, Luis Santiago, entre los artistas.

La fotógrafa Henar Sastre leyó su carta al pintor que veía cada mañana con su caballete en el campo, antes de ir al colegio. La primera lección de geometría, de color, de composición, la recibía en directo, mientras su padre le advertía de que llegaría tarde a clase. El gato de Félix y los labios rojos de Pilar, su mujer, era lo último que veía aquella niña que luego le fotografiaría tantas veces antes de ir a la tarea.

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Ruth no pudo contener las lágrimas ante el recuerdo de su madre, la mujer que siempre esperó a aquel noctámbulo que disfrutaba tanto de la soledad del campo como de la conversación urbana. Allá por los cincuenta Cuadrado Lomas se licenció en la tertulia de la librería Relieve, bajo la batuta primero de Domingo Rodríguez y luego de su hermano Pepe. Al término de la mañana coincidían allí gentes de muy distinta condición, desde Ramón Torío a Jorge Guillén, Julián Marías, Jiménez Lozano, Santiago Amón o Francisco Pino. En aquel «espacio de libertad» que decían algunos y el lugar donde «se hablaba mucho y se conspiraba poco», según Domingo Criado, paraban también Gabino Gaona o Jorge Vidal, con los que Lomas formaría el núcleo del Grupo Simancas. Si Relieve le abrió la ventana a la cultura mayúscula, a los libros, al arte, a las ideas, a la edición, Lomas se doctoró años después en locales cercanos. Desde las mesas del Cafetín y desde la barra de El Farolito (el de Roberto y Begoña) tomó apuntes del natural del género humano en su bodegón usual, el social.

A la sombra de la Catedral de Valladolid ironizó sobre las glorias transitorias, los pintores de corte. Y se enfadó públicamente cuando, octogenario avanzado, la Junta se acordó de él para incluirle en una lista de premiados, ya sin dotación económica, que luce alguna vergüenza. Ni huraño ni misántropo, cuando Félix Cuadrado Lomas abría su puerta, cualquiera estaba invitado a su fuego.

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