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Paró una noche en una presa, escuchó el rugir del agua liberada por encima de un farallón de hormigón y quedó prendado de la luz azulada de un escenario de película de ciencia de ficción. El fotógrafo vallisoletano Víctor Hugo Martín Caballero estaba embarcado en ... otra serie pero aquella visión desbordó sus planes hace cinco años. 'El ángulo de contacto' es la primera entrega de su inmersión en el mundo de la infraestructuras hidráulicas, tan necesarias para nuestras vidas como impactantes en el paisaje. La galería Javier Silva acoge esta exposición de una docena de fotografías y dos vídeos.
«Las infraestructuras hidráulicas son catedrales de nuevo cuño», afirma quien empezó a indagar en esos espacios por hipnosis estética. «Me comenzaron a interesar tanto las presas como el espacio que las rodea. Las necesitamos, nos dan los recursos que hacen posible abrir el grifo y que haya agua. Por otro lado implican zonas de sacrificio, valles inundados. Esta exposición es la punta del iceberg de lo que empecé a trabajar». Para Víctor Hugo el ángulo es el lugar «donde chocan agua y hormigón, ciudad y naturaleza. Hay una catarsis visual también, creo que ese es el punto interesante dentro de la geometría».
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Victoria M. Niño
Ha fotografiado el embalse del Arlanzón, el de Cereceda, el de Campillo de Buitrago, el de Atazar, el de Cortes-La Muela y la presa de cola de Los Vados. La primera es de 1933, la última de 2021. «Los Vados es la pequeña del embalse de Castrovido, en Burgos. Es un complejo en construcción», explica el autor de otra serie vegetal, 'Herbario', expuesta en la misma galería en 2021.
Los tonos azulados dominantes solo se rompen en las imágenes de las presas más antiguas, en las que se aprecia la huella de verdín y algunas plantas que desafían a la gravedad abriéndose paso entre placas verticales. «Ha habido una evolución en los materiales de las presas fotografiadas y en la colonización de la naturaleza. Hay presas antiguas en las que conviven musgo, ramas y hormigón desgastado. En otras nuevas, el hormigón está impoluto. Vemos cómo pasa el tiempo a través de ellas», aclara el fotógrafo que prefiere la noche para adentrarse en esos paisajes industriales. «Esa luz artificial que ilumina estos lugares es importante dentro de mi discurso. En la noche alcanza su punto álgido ese hacer una foto en medio de la nada, a una pared que contienen millones de metros cúbicos de agua. Es un caldo de tensión que intento se vea reflejada».
Por otra parte, la huella humana está presente en lo «artificial». «En esos lugares apenas hay gente. En los años cincuenta y sesenta sí, se construían incluso poblados porque eran necesarios muchos operarios. Hoy no, una o dos personas son suficiente. Esa visión desértica es parte de la evolución de estas infraestructuras que han ido perdiendo mano de obra». 'El ángulo de contacto' es «una pequeña muestra de un proyecto que espero pueda crecer, conocer el pasado de esos lugares e incluso abordar aspectos como el lúdico».
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