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'Turno de réplica. Cuestión de piel' apela en el Museo Patio Herreriano a las relaciones intergeneracionales atravesadas por el arte. Al resguardo de ese título se confronta la obra de siete jóvenes artistas con las de autores referentes de la colección permanente de arte ... contemporáneo. La muestra tiende puentes con la que en 2001 sirvió para la puesta de largo del museo, concebida también para poner en diálogo los artistas clásicos de su fondo con los del momento.
Casi veinticinco años después, el mismo museo convoca a jóvenes creadores –Alfredo Rodríguez, Lara Fluxà, Rubén Grilo, Oier Iruretagoiena, Sahatsa Jauregi, Lucía C. Pino y Mònica Planes– con la idea de poner en el foco el arte más actual frente al giro que desde los años cincuenta del siglo pasado reunió en torno al informalismo a nombres como Canogar, Cuixar, Rivera, Tápies, Lucio Muñoz, Guinovart, Alberto Greco o Millares, entre otros. En torno a la materia, textura, superficies, naturaleza y amalgama de imagen pictórica y fotográfica hallan eco y conexión las piezas de los 'clásicos' y las de los creadores del momento presente–algunas creadas para la muestra– reunidas en las salas 3, 4, 5 y 8.
«La colección del museo se concibe desde una perspectiva dinámica, siempre en movimiento, a partir de diferentes prismas y sensibilidades», afirma Javier Hontoria, director del Patio Herreriano y comisario de una muestra dispersa por cuatro estancias en la segunda planta del complejo. En la sala 3 el protagonismo lo acaparan cuatro grandes dípticos de Darío Villalba creados a finales de los años ochenta a partir de imágenes pictóricas y fotográficas. Una de ellas pertenece a la colección y las otras tres han sido aportadas por diferentes instituciones. El museo las pone a convivir con 'Los brutos', una pieza con formas y figuras en planchas de acero creada por Sahatsa Jauregi, un díptico de Lucía C. Pino y otra obra de Rubén Grilo.
En otra sala, la mallorquina Lara Fluxá copa el espacio a ras de suelo con varias instalaciones en vidrio, látex y esculturas creadas entre 2022 y 2023. Comparte espacio con reflexiones sobre la fotografía y la escultura a cargo de Alfredo Rodríguez. En las paredes, el collage de un óleo sobre lienzo realizado por Rafael Canogar en 1963 evocando un accidente de tráfico y otro trabajo sobre arpillera ejecutado por Manuel Millares en 1957.
Capas de telas acumuladas de diferentes texturas componen un cuadro de Guinovart en diálogo con una pieza surgida de una investigación de Rubén Grilo a partir de tabletas de chocolate. En un espacio contiguo a la sala cinco, un collage de Francesc Farreras aparece colocado frente al montaje escultórico de Mònica Planes con piezas de tela, escayola, grasa vegetal y cartón que representan «registros de cuerpos ausentes», describe la artista.
En la sala 8, Oier Iruretagoiena despliega su obra a partir del tratamiento y la amalgama de maderas de diferentes tipos, redes, plantas secas, papel maché, metal o restos de embalajes en la elaboración de composiciones enfrentadas a telas metálicas de Manuel Rivera, tres aguafuertes de gran formato de Tàpies. «La exposición ofrece un diálogo entre artistas a partir de la sensibilidad individual como manera de vertebrar la comunidad, supone una investigación del informalismo español desde una perspectiva de diálogo de confrontación constructiva», indicó Irene Carvajal, concejala de Educación y Cultura, sobre una muestra que se puede visitar hasta el 29 de septiembre y que comparte espacio en el museo (entrada gratuita) con las dedicadas a Teresa Lanceta y Delhy Tejero.
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