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La entrada costaba una peseta y los domingos, día en que la visita era gratuita, había que limitarla a 250 personas para evitar aglomeraciones. La apertura del Museo Nacional de Escultura en el Colegio de San Gregorio, hace ahora 85 años, no pudo ser más deslumbrante. De hecho, aquella semana de julio de 1933, El Norte de Castilla no paró de felicitarse por la enorme cantidad de visitantes dispuestos a contemplar las maravillas del Museo en su nuevo emplazamiento.
Y es que sus orígenes se remontan a 1842, cuando el Colegio de Santa Cruz, hoy sede del rectorado de la Universidad de Valladolid, abrió sus puertas como Museo Provincial de Bellas Artes para acoger el patrimonio eclesiástico que, seis años antes, la desamortización de Mendizábal había nacionalizado. En nuestra provincia, ésta había afectado a una ingente cantidad de escultura de madera policromada. Inaugurado el 4 de octubre de 1842, su primer director y organizador fue Pedro González Martínez, a la sazón director de la Real Academia de Bellas Artes.
Sus sucesores, Pedro González Soubrié (1850-1853), Agapito López de San Román (de manera interina hasta 1873) y José Martí y Monsó (hasta 1910) fueron enriqueciendo la colección originaria con obras procedentes de otros conventos desamortizados. La Junta del Patronato se creó por decreto de 24 de julio de 1913. Dirigía entonces el Museo Ángel María Álvarez Taladriz, a quien en 1919 sucedió Francisco de Cossío; tras ocho años de gestión por parte de Juan Agapito y Revilla (1923-1931), en 1931 Cossío volvió a hacerse cargo del Museo durante otros 30 años.
Afamado escritor y periodista, director de El Norte de Castilla entre 1931 y 1943, Cossío tuvo el honor de ver materializado el «gran salto» desde Santa Cruz a San Gregorio, más que necesario a tenor de las deficiencias que presentaba aquel inmueble para albergar una colección escultórica tan importante. Según cuenta él mismo en 'Confesiones', su insistencia ante el presidente del Gobierno, Manuel Azaña, para que elevase la categoría del Museo a «Nacional» dio sus frutos algunos meses más tarde, concretamente el 29 de abril de 1933, fecha del preceptivo decreto firmado por el ministro de Instrucción Pública, el socialista Fernando de los Ríos. Buena parte del mérito se debió también a la determinación del entonces director general de Bellas Artes, Ricardo de Orueta, pues fue quien decidió ampliar y reformar el Colegio de San Gregorio para albergar el Museo Nacional y orientarlo hacia la escultura.
«Hasta ahora no ha podido decir Valladolid que cuenta con un verdadero Museo. Nuestro Museo no pasaba de ser un almacén en el que los objetos aparecían amontonados, faltos del espacio debido», recordaba este periódico. Por otro lado, no conviene olvidar que San Gregorio, erigido por el obispo de Palencia, Alonso de Burgos, en 1487, había atravesado sus propios avatares, no en vano durante el siglo XIX sirvió para fines tan dispares como sede del Gobierno Civil, Delegación de Hacienda, almacén, Instituto de Segunda Enseñanza y aula temporal de la Universidad. Iniciada la reconstrucción de su patio en 1885, su colección artística experimentó también los rigores de la época, quedando una gran parte dispersa o confinada en Santa Cruz.
Orueta encomendó su reforma y ampliación al arquitecto del Ministerio, Emilio Moya, quien, junto al historiador del Arte y subdirector del Museo del Prado, Francisco J. Sánchez Cantón, y al polifacético Constantino Candeira, culminó la dirección de obras y la instalación de la colección. De esta forma, como señalaba El Norte Castilla, pudo San Gregorio salvarse «de una ruina inminente, dándole, además, un noble destino en armonía con su belleza arquitectónica y aun con los fines culturales de su fundación».
La apertura del Museo Nacional de Escultura tuvo lugar el 3 de julio de 1933, un día después de la toma de posesión del Patronato. La inauguración oficial se aplazó hasta septiembre para que pudiera asistir el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora.
Calificado ya entonces como «uno de los mejores del mundo en su clase», el Museo comprendía, tal y como destacaba el diario ABC, «trece salas con algunas otras dependencias –dos capillas y una antecapilla- en las que, convenientemente distribuido, admirarse el valioso tesoro artístico de estatuas individuales, grupos escultóricos, retablos, trípticos, sillerías monacales y cuadros». De entre todo ello, la crítica destacaba las salas dedicadas a Gregorio Fernández, Alonso Berruguete y Juan de Juni.
El horario de apertura comprendía todos los días laborales de diez de la mañana a una y de tres a seis de la tarde, la entrada costaba una peseta y era gratuita para obreros, soldados, estudiantes y escolares. Los domingos también era gratis. Entre los primeros visitantes destacó el mismísimo Miguel de Unamuno, quien, como informaba El Norte de Castilla, «desde Palencia vino a Valladolid para contemplar la obra realizada en el Colegio de San Gregorio. Salió encantado de la visita y haciendo los más entusiastas elogios del Museo».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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